13/1/06

La lectura y otras turas



Víctor Moreno. Metáforas de la lectura. Colección Desórdenes. Lengua de trapo. Madrid, 2005

“Es inaudita la cantidad de metáforas que, a lo largo del tiempo, han prosperado en torno al acontecimiento de la lectura. Vemos cómo sin un parpadeo se la compara con una aventura, una conversación con los muertos —ahí es nada—, un viaje fabuloso, una casa confortable o tétrica, una ventana abierta al mundo, una llave capaz de desvelar los misterios más insondables... Por otra parte, su defensa se ha sustentado también en una colección soporífera de afirmaciones tan falsas como contundentes: «Quien no lee no piensa», «Quien no lee no puede ser libre», «Quien no lee no alcanza a comprender el mundo», «Quien no lee lleva una vida triste»...
Y es así como se ha ido conformando una deplorable mitificación del acto de leer. De hecho, sospechamos que cuantas más metáforas se utilicen para hablar de la lectura, menos se dirá de ella. ¿Queremos decir con ello que el discurso elaborado sobre la lectura durante estas décadas constituye un inmenso mar de palabras en un desierto de ideas? Sin duda, pero no sólo.”

La cita es de Metáforas de la lectura, un nuevo libro de Víctor Moreno, tan fresco, tan agudo y provocador como la mayoría de sus textos agitadores. Lo acaba de publicar Lengua de trapo en su colección de ensayo Desórdenes.
Para leer despacio mientras uno se replantea la función del lector y de la lectura desde una óptica múltiple y siempre problemática:
“Preguntarme por los motivos que me inducen a leer es una cuestión bastante complicada e incómoda, mucho más que hacer crítica literaria o animación lectora. Muchos alcohólicos aducen, como causa de su inclinación etílica, algún fracaso, de naturaleza económica, emocional o profesional. Algunos médicos explican la adicción al tabaco aludiendo al aburrimiento en que viven ciertos fumadores. La teoría del fracaso, de la carencia y, en última instancia, de la insatisfacción vital es muy recurrida para explicarlo casi todo.
Sin embargo, ciertos lectores compulsivos se sienten molestos si su afición lectora se explica en esa línea del fracaso, de la incapacidad de vivir, de la insatisfacción y de la impotencia. A la gente no le gusta que se le recuerde que en la práctica su comportamiento da la razón a quienes, materialistas ellos, sostienen que en esta vida hay cuatro cosas fundamentales —comer, dormir, defecar y hacer el amor— y que, cuando falla alguna de estas actividades, las personas se dedican al coleccionismo, a la metafísica, a una ONG, a la escritura, a la lectura y a todas las turas imaginables de la existencia.”

Como en casi todos los libros de Víctor Moreno, la provocación aparente no es más que una invitación al lector para que reflexione y no se instale en el tópico del discurso monolítico (fundamentalista lo llama el autor) que en defensa de la lectura practican la crítica literaria, los escritores, los profesores.

A partir de esa reflexión sobre la insuficiencia de las ideas asentadas sobre lugares comunes, se desestima por igual la crítica retórica y la ramplonería comercial con que se ejerce; se denuncia el cliché crítico y el prejuicio canónico y se propone la práctica de una lectura iluminadora y estimulante que revele los secretos de la creación literaria.

Como aspiración no está mal, aunque el propio autor reconoce lo poco que ha evolucionado la crítica, un género literario menor que desconoce su objetivo y su destinatario.
En todo caso, un soplo de aire fresco como otros libros de Víctor Moreno. Pienso ahora en De brumas y de veras o en El desorden social de la blasfemia, que como estas Metáforas de la lectura rescatan al lector del corral estrecho de los lugares comunes y practican la insolencia como saludable ejercicio intelectual.

Santos Domínguez