24/2/06

Neruda y el Winnipeg


Diego Carcedo. 

Neruda y el barco de la esperanza.
Temas de hoy. Madrid, 2006


A mi patria llegué con otros ojos
que la guerra me puso
debajo de los míos.
Con esos ojos recién estrenados con los que veía el fondo turbio de la realidad, Pablo Neruda organizó la travesía del Winnipeg, un viejo carguero francés que transportó desde Francia hasta Chile a más de dos mil republicanos españoles.
Cuando la hospitalaria y liberal Francia recibía con frialdad, con desagrado y con malos modos a aquellos restos del naufragio de la libertad, solo algunos países de América estuvieron a la altura de las circunstancias.
Hubo que solucionar arduos trámites en Francia para sacar a aquellas personas de campos de concentración vigilados por senegaleses inclementes. Y vencer resistencias en Chile, donde la derecha católica se oponía a recibir aquel barco repleto de españoles derrotados.
Hambrientos, desolados, trastornados por la desesperación, enfermos, al fin pudieron emprender un penoso viaje que entre el 4 de agosto y el 3 de septiembre de 1939 les llevó hasta el puerto de Valparaíso.
Decenas de barcos como este o como el Sinaia o el Stanbrook supusieron para algunos de aquellos exiliados el viaje hacia la libertad, hacia la esperanza en una nueva vida lejos de aquella patria que dejaban atrás.
Como en 1492, unos españoles habían sido obligados por otros a salir de España.
La peripecia la cuenta con rigor y soltura Diego Carcedo en Neruda y el barco de la esperanza, que ha publicado Temas de hoy. En clave de reportaje, con toques narrativos para actualizar aquel pasado, es un libro que se lee con tanta agilidad como emoción. De su tono entre narrativo, periodístico y dramático da cuenta un rasgo significativo en la construcción del relato: el que casi todos los capítulos llevan un título expresivo extraído de algún fragmento dialogado entre los protagonistas de aquellos hechos. La agilidad del texto no se limita solo a su temple narrativo, basado en una documentada investigación, sino que se extiende a sus saltos espaciales: de Madrid a Santiago de Chile, de Isla Negra a París, el lector asiste al desarrollo de unos hechos de trama compleja, en los que se vieron implicados muchos intereses y personajes de lo más variado.
La espera en el embarcadero en medio de una desesperante lentitud burocrática, la intensidad de la desolación que se confundía con la intranquilidad de la expectativa.
Y por fin el viaje. Un viaje de un mes hacia el oeste. Como en 1492, un viaje hacia lo desconocido entre la miseria y la esperanza de un nuevo mundo, de una nueva vida:

Todos fueron entrando al barco.
Mi poesía en su lucha había
logrado encontrarles patria.
Y me sentía orgulloso.
[...]
Yo sentía en los dedos las semillas de España,
que rescaté yo mismo y esparcí sobre el mar,
dirigidas a la paz de las praderas.

Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie, escribió Neruda muchos años después en Para nacer he nacido.

Santos Domínguez