2/10/06

El duelo





Joseph Conrad. El duelo
Edición e introducción de Julián Jiménez Heffernan.
Traducción de Mario Jurado
Clásicos Berenice. Córdoba, 2006




Una excelente película de Ridley Scott, Los duelistas (1977), fue su opera prima y el primer contacto que tuve con este relato de Joseph Conrad. Me gustó tanto, me sigue gustando tanto esa película que protagonizan Keith Carradine y Harvey Keitel, que cuando leí el relato de Conrad que le había servido de base, lo hice con cierta prevención.

Por experiencia, sabía ya que las novelas mediocres dan brillantes resultados en el cine y decepcionan como literatura. Y que por el contrario es raro que una novela o un relato de altura generen buen cine. Hay excepciones, claro. Una de las más evidentes es Los muertos de Joyce, el testamento de John Huston.

No hizo falta pasar de los primeros párrafos para saber que El duelo era otra de esas excepciones:

Napoleón I, cuya carrera militar tuvo las características de un duelo contra toda Europa, desaprobaba los duelos entre los oficiales de su ejército. El gran emperador militar no era ningún espadachín y sentía poco respeto por la tradición.
A pesar de eso, una historia de duelo, que acabó convirtiéndose en leyenda militar, recorrió la epopeya de las guerras napoleónicas. Para sorpresa y admiración de sus camaradas, dos oficiales -como artistas enloquecidos que pretendieran refinar el oro puro o rizar el rizo- mantuvieron una disputa particular durante aquellos años de matanza generalizada. Eran oficiales pertenecientes a la caballería...

Lo publica ahora Berenice con un estudio introductorio de Julián Jiménez Heffernan y traducción de Mario Jurado para inaugurar su colección de Clásicos.

Julián Jiménez Heffernan, conocido traductor de poetas como Wallace Stevens, Mark Strand o John Ashbery, ha preparado una brillante introducción de casi cien páginas sobre el autor, el texto y el pretexto.

Quizá Conrad no hizo otra cosa que escribir o reinventar su autobiografía. Por eso resulta tan recomendable leer las páginas que la introducción dedica a insertar El duelo en las raíces familiares del autor: su tío abuelo Nicholas sirvió como subteniente en el ejército de Napoleón.

Cuando Conrad escribe este relato en 1907 es ya un escritor maduro que ha publicado sus tres obras mayores ( El corazón de las tinieblas, Lord Jim y Nostromo), domina la distancia corta del relato y sabe provocar como aquí la perplejidad y el asombro del lector por el duelo que persiste durante años entre esos dos húsares.

En la nota que escribió en 1920 para introducir su A Set of Six, la colección de seis relatos que corona El duelo, explicaba Conrad que esta narración tuvo su origen en diez líneas de un modesto periódico del sur de Francia en el que se aludía de pasada a la "célebre historia" de dos oficiales napoleónicos que se batieron en una serie de duelos entre una batalla y otra por algún motivo trivial.

Conrad hizo el resto. Inventó el motivo nebuloso del duelo y a los húsares y los hizo convincentes en cien páginas inolvidables. Cien páginas sobre un duelo que al reiniciarse una y otra vez desdibuja su origen y su causa y da lugar al misterio y a la perplejidad del lector.

Los contrincantes olvidan las causas, no la deuda pendiente de un duelo que alcanza la altura de una obsesión y una metáfora que acaba contagiando a quien lee esta obra maestra de la narrativa breve, de la que se han editado varias traducciones en los últimos años.

Quizá ninguna tan recomendable como esta para la lectura o la relectura de esta espléndida novela corta .


Santos Domínguez