3/11/06

Represalia



Gert Ledig.
Represalia.
Traducción de Rosa Pilar Blanco.
Editorial Minúscula. Barcelona, 2006



En el otoño de 1957, cuando el desprecio de la novela entre los contemporáneos era evidente desde hacía tiempo, Gert Ledig escribió, altanero, a la editorial Fischer: «Represalia fue un libro muy fuerte, y de un modo u otro recorrerá su camino. Como mínimo tiene asegurada una nueva edición después de la Tercera Guerra Mundial.» Había que anticiparse necesariamente a esta, y será interesante observar si en adelante Represalia, medio siglo después de la última guerra mundial, tiene por fin una posibilidad de convertirse en una obra fundamental de la literatura alemana.


Así termina el posfacio que Volker Hage escribió para la reedición en 1999 de Represalia (1956), de Gert Ledig. Una crónica novelada del horror de los bombardeos sobre las ciudades en la segunda guerra mundial. 69 minutos en el infierno de los refugios antiaéreos y en el interior de los aviones.

Cincuenta años después de la primera edición alemana de Represalia, que fue rechazada por un público y una crítica que tenían aún abiertas las heridas de la guerra, Minúscula publica en su colección Alexanderplatz la primera traducción al español de esta novela.

Gert Ledig (1921-1999) fue la gran esperanza de la literatura alemana de mediados del siglo XX y en octubre de 1998, cuando lo visitó Hage, había renunciado desde hacía muchos años a su actividad literaria y vivía olvidado en compañía de su gato, intentando conjurar los recuerdos y olvidar la incomprensión de la crítica hacia una novela como esta Represalia, que hoy se tiene en alta consideración, como una de los mejores relatos testimoniales sobre la Segunda Guerra Mundial. Ledig no llegó a ver ni esta reedición ni su buena acogida en Alemania cuando ya se había distanciado lo suficiente de aquellas dolorosas circunstancias bélicas de las que surge este relato estremecedor.

Brutal desde la primera línea hasta la última, como los hechos de los que habla, la novela es una narración de las represalias aéreas, de los bombardeos de la aviación aliada un día de julio de 1944 sobre una ciudad alemana. Los cuenta un narrador impávido y preciso como las bombas que caen entre las 13,01 :

Dejad que los niños se acerquen a mí.
Cuando explotó la primera bomba, la onda explosiva arrojó a los niños muertos contra el muro. Se habían asfixiado el día anterior en un sótano. Habían depositado sus cuerpos en el cementerio porque sus padres combatían en el frente y había que buscar primero a las madres. Sólo hallaron una, pero yacía aplastada bajo los escombros. Así era la represalia.


y las 14,10:

La represalia se cumplía.
Era incontenible.
Pero no era el Juicio Final.

Y en medio, la vida era un simple despojo.

Con una técnica constructiva que utiliza el montaje de secuencias breves, Ledig va levantando la novela a base de la superposición de planos, de estratos verticales y de personajes. Desde el plano superior en el que los aviones aliados lanzan bombas y paracaidistas y realizan vuelos rasantes, hasta los refugios subterráneos donde queda enterrada en vida la población civil, pasando por planos intermedios como los de las torretas defensivas, las casas y las calles, se mezclan los personajes en un mismo caos, en un siniestro collage del terror.

Es la destrucción implacable que mezcla espacios y personajes, víctimas y verdugos, vidas y muertes en esta novela que deja en el lector una impresión imborrable, tan devastadora como los hechos que denuncia con una mirada como la de Ledig, tan desnuda como la parquedad de sus frases.

Esa mirada inmisericorde hacia el horror que viene del cielo y hace que las madres dejen en mitad de la calle el cochecito con el niño para refugiarse junto a una tapia de cementerio es lo que provocó un rechazo que sólo el tiempo pudo suavizar.

La recuperación de esta Represalia tuvo mucho que ver con las conferencias de W. G. Sebald en Zürich (1998) sobre Guerra aérea y literatura que editó Anagrama en Sobre la historia natural de la destrucción.
Escribía allí Sebald estas líneas, antes de hablar de esta novela:
Es difícil hacerse hoy una idea medianamente adecuada de las dimensiones que alcanzó la destrucción de las ciudades alemanas en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, y más dificil aún reflexionar sobre los horrores que acompañaron a esa devastación. Es verdad que de los Strategic Bombing Surveys de los Aliados, de las encuestas de la Oficina Federal de Estadística y de otras fuentes oficiales se desprende que sólo la Royal Air Force arrojó un millón de toneladas de bombas sobre el territorio enemigo, que de las 131 ciudades atacadas, en parte sólo una vez y en parte repetidas veces, algunas quedaron casi totalmente arrasadas, que unos 600.000 civiles fueron víctimas de la guerra aérea en Alemania, que tres millones y medio de viviendas fueron destruidas, que al terminar la guerra había siete millones y medio de personas sin hogar, que a cada habitante de Colonia le correspondieron 31,4 metros cúbicos de escombros, y a cada uno de Dresde 42,8..., pero qué significaba realmente todo ello no lo sabemos. Aquella aniquilación hasta entonces sin precedente en la Historia pasó a los anales de la nueva nación que se reconstruía sólo en forma de vagas generalizaciones y parece haber dejado únicamente un rastro de dolor en la conciencia colectiva; quedó excluida en gran parte de la experiencia retrospectiva de los afectados y no ha desempeñado nunca un papel digno de mención en los debates sobre la constitución interna de nuestro país.


Santos Domínguez.