16/4/07

Viaje alrededor de mi habitación



Xavier de Maistre.
Viaje alrededor de mi habitación.
Traducción de Puerto Anadón.
Ilustraciones de Gustave Staal.
Funambulista. Madrid, 2007.

Paul Auster y Alberto Manguel han puesto últimamente de actualidad este Viaje alrededor de mi habitación que escribió Xavier de Maistre durante un arresto domiciliario de seis semanas como consecuencia de un duelo. Se publicó en 1794 y, aunque no lo firmaba, lo había escrito aquel joven conde saboyano que vivió entre 1763 y 1852, entre Chambéry y San Petersburgo.

Cuarenta y dos días retirado del mundo y de la envidia, cuarenta y dos capítulos breves para abordar un viaje interior y sentimental como el de Sterne, en aquel siglo XVIII tan viajero de los ilustrados.

La amistad, el amor, la naturaleza y la muerte, la música y la pintura, la rosa seca del desengaño y el tiempo pasado y perdido son algunas de las estaciones con parada de este viaje por la imaginación en el que no falta alguna caída, algún accidente y, como en el teatro isabelino, un perro y un criado. Y una mitad de sombra, el lado animal, la bestia que recibe lecciones de filosofía y humanidad del perro y el sirviente.

En ese viaje por el reino imaginativo de la libertad no podía faltar tampoco una biblioteca con novelas sentimentales y poesía clásica. Es la biblioteca de quien se sabe doble, escindido, con un cuerpo y un alma en conflicto, encerrado y libre.

En París, capital del siglo XIX, uno de los ensayos incluidos en sus Iluminaciones, escribía Walter Benjamin: “El hombre privado, realista en su oficina, exige del interior que le mantenga en sus ilusiones. Esta necesidad es tanto más acuciante cuanto que ni piensa extender sus reflexiones mercantiles a las sociales. Reprime ambas al configurar su entorno privado. Y así resultan las fantasmagorías del interior. Para el hombre privado el interior representa el universo. Reúne en él la lejanía y el pasado. Su salón es una platea en el teatro del mundo.”

Posmoderno, premoderno, antimoderno... Todos esos rótulos admite un autor como Xavier de Maistre, tan próximo a la sensibilidad contemporánea en una obra como esta, que ha tenido el acierto de recuperar en español Funambulista para enriquecer con él su brillante colección de Grandes Clásicos.

Ingenioso, delicado y tierno lo llamó Sainte-Beuve en una completa semblanza que se incorpora a esta edición ilustrada por Gustave Staal, el dibujante francés que ilustró el Quijote en el XIX, con tanta delicadeza como la del propio Maistre cuando escribe y se cierra con un postfacio admirativo y exacto de J. M. Lacruz.

La traducción de Puerto Anadón ha sabido conservar una de las claves de este texto: su tono, esa media voz confesional y cómplice, irónica y comprensiva que utiliza Maistre. Una tonalidad ingenua y sentimental, que se gana desde las primeras líneas la confianza y la complicidad del lector.

Santos Domínguez