14/6/07

Plinio. Primeras novelas


Francisco García Pavón.
Plinio. Primeras novelas.
Los carros vacíos. El Carnaval. El charco de sangre.
Rey Lear. Madrid, 2007.

La editorial Rey Lear recupera las tres Primeras novelas de Plinio, del fundador de la novela policiaca de calidad en España, Francisco García Pavón (1919-1989).

En la Breve noticia de Plinio, que escribió como prólogo de algunas de sus historias, hablaba García Pavón del origen de estas novelas:

En España nunca creció de manera vigorosa y diferenciada la novela policíaca (...) Al escritor español, tan radical en sus gustos y disgustos, nunca le tentó este género que, tratado con arte e intención, podía haber alumbrado muchas parcelas de nuestra vida y distraído a infinitos lectores. Yo siempre tuve la vaga idea de escribir novelas policíacas muy españolas y con el mayor talento literario que Dios se permitiera prestarme. Novelas con la suficiente suspensión para ellector superficial que sólo quiere excitar sus nervios y la necesaria altura para que al lector sensible no se le cayeran de las manos.
Conocía un ambiente entre rural y provinciano muy bien aprendido: el de mi pueblo, Tomelloso (...) Sólo me faltaba encontrar al «detective», ya que los «cacos» se me darían por añadidura. A falta de imaginación, me bastaría recordar averías humanas y crímenes de por aquellas tierras que oí contar muchas veces y que algunas fueron afamadas en romances de ciego.
Desgraciadamente en mi pueblo nunca hubo un policía de talla, es natural. Pero sí hubo un cierto jefe de la Guardia Municipal, cuyo físico, ademanes, manera de mirar, de palparse el sable y el revólver, desde chico me hicieron mucha gracia. El hombre, claro está, no pasó en su larga vida de servir a los alcaldes que le cupieron en suerte y apresar rateros, gitanos y placeras. Pero yo, observándole en el Casino o en la puerta del Ayuntamiento, daba en imaginármelo en aventuras de mayor empeño y lucimiento.
Por fácil concatenación, hace pocos años se me ocurrió que mi «detective» podría ser aquel jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, que en seguida bauticé como Plinio, e intenté mi primera salida aplicándolo a desentrañar el famoso caso de las «Cuestas del hermano Diego», que me habían referido tantas veces camino de Manzanares, en cuyo «carreterín» se encuentran.
Así surgió mi novela breve titulada Los carros vacíos, publicada por «Alfaguara», en su colección «La novela popular». Como la crítica me alabó el invento, inmediatamente escribí dos novelitas más: El carnaval y El charco de sangre, que componen este tomo. Aunque estos últimos «casos» son completamente imaginados, procuro retratar o reinventar tipos reales o propios del ambiente.

Así reinventó García Pavón un género detectivesco que en España tenía algunos precedentes esporádicos en el Galdós de El Crimen de Fuencarral o en la Pardo Bazán de Selva o La gota de sangre.

Estas tres primeras novelas se desarrollan en la España de Primo de Rivera. García Pavón las escribió a principios de los 50, aunque no se publicaron hasta mucho después. Los carros vacíos apareció en 1965; El Carnaval y El charco de sangre, en 1968.

Vázquez Montalbán las despachó con tanta displicencia como injusticia como un mero "estudio de costumbres en un pueblo de la Mancha" y les negó la condición de novelas policiacas. Se equivocaba, probablemente: no echa uno de menos ninguno de los componentes ni de los engranajes de la narración de detectives en estos textos que tienen una dignidad estilística y técnica que nunca desmerece de la buena literatura.

En ese mundo rural la rutina cotidiana queda alterada por situaciones que introducen el desorden del mal: crímenes rurales, oscuros y primitivos como los de algunas novelas provinciales de Simenon o Camilleri, cuyas claves tiene que reconstruir el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso.

Manuel González, Plinio, confuso a veces, perplejo otras; modesto y desanimado siempre, actúa con sentido común, con inteligencia práctica y con un sexto sentido, la intuición, con sus famosos y esclarecedores pálpitos.

Cuenta con la ayuda de don Lotario, un evidente homenaje a Cervantes, más Sancho que Watson, con su Ford T amarillo al servicio de la restauración del orden, para desentrañar los móviles de los asesinatos, las claves psicológicas o morales del asesino, la importancia del ambiente en esa explicación de un secreto que es siempre la narración policiaca.

Aventuras de cuerpos muertos, para decirlo en clave quijotesca, porque Cervantes patrocina las mejores páginas de García Pavón, con esa síntesis de distancia y afecto hacia los personajes, con humor, ironía y comprensión.

Y al fondo siempre, una cuidadosa descripción de ambientes, una crítica social cubierta de sutileza cervantina, un muy eficiente manejo del diálogo y una exigencia estilística que le da altura literaria a un género tradicionalmente despreciado, por el descuido con el que se ha trabajado por lo común.

Si Rafael Reig decía que Galdós era Dashiell Hammett en versión Chamberí, de García Pavón puede decirse que con Plinio pone a Maigret en Tomelloso, a Montalbano en la llanura manchega.

Santos Domínguez