5/9/07

1599. Un año en la vida de Shakespeare


James Shapiro.
1599. Un año en la vida de William Shakespeare.
Traducción de María Condor.
Siruela. Madrid, 2007.

1599 fue un año decisivo y fecundo en la trayectoria de Shakespeare, el annus mirabilis en el que termina el Enrique V, escribe Julio César y Como gustéis y perfila un primer borrador de Hamlet.

Sobre los logros de Shakespeare, sobre la sociedad y la época agitada de aquel año trata este espléndido 1599. Un año en la vida de William Shakespeare, un ensayo de James Shapiro, catedrático de la Universidad de Columbia, que publica Siruela con traducción de María Condor.

Y es que, como todos los clásicos que están por encima del tiempo, Shakespeare es también un hombre profundamente vinculado a su época, un autor que hace la crónica y el resumen del presente. Y así como lo más local suele ser clave de lo universal si lo trata una mano con talento artístico, así también la obra que hunde sus raíces en el presente puede ser la cifra intemporal del mundo, como nos ha recordado la reciente reedición en español de Shakespeare, nuestro contemporáneo.
De ahí que para la comprensión cabal de un clásico sea imprescindible situarlo no fuera del tiempo, sino en su entorno concreto, restringido, como en este caso, a un solo año crucial. De la insatisfacción intelectual de Shapiro, de la necesidad de conocer de las circunstancias en las que Shakespeare escribe algunas de sus mejores obras, surge esta lectura histórica de estas tres tragedias y esta comedia. Y de algo tan urgente como explicar qué ocurre para que Shakespeare pase con 35 años de ser un escritor con talento al clásico indiscutible en que se convierte con obras como Julio César o Hamlet.

Este libro –señala Shapiro- me ha ayudado a estar más cerca de entender a Shakespeare, y sólo por eso ya habría valido la pena.

Lo que el autor dice de la escritura de su libro lo puede hacer suyo el lector de una obra que no está planteada, pese a su rigor, como un estudio erudito, sino como el relato vivo de un tiempo y un autor memorable que refleja su época y la transciende.

Organizado en cuatro secciones que son cuatro tramos temporales (del invierno de 1598 al otoño de 1599), el libro comienza con un hecho aparentemente trivial, pero determinante: el desmantelamiento nocturno de las estructuras del Theatre para construir con sus maderas el Globe, en la otra orilla del Támesis, que sería a partir de entonces el escenario de la creatividad de Shakespeare. Un teatro para actores construido por actores y en el que el dramaturgo tenía intereses empresariales, como en la compañía de los Hombres de Chamberlain, cuyos actores protagonizaban aquella incursión nocturna.

Las condiciones de la representación, la competencia con otros teatros y otras compañías sitúan a Shakespeare a finales de 1598 en una encrucijada artística y profesional, en busca de una fórmula teatral que agradase a la corte y al pueblo. Una de las claves de aquella encrucijada fue el conflicto y la ruptura con Will Kemp, un actor que había sido tan fundamental hasta entonces en su teatro que muchos papeles fueron diseñados para él, la mejor encarnación de Falstaff. No puede uno evitar leer con ese sesgo el frío rechazo de Enrique V a aquel que había sido hasta entonces su compañero de farras, con quien había oído tantas veces las campanadas a media noche.

Así se resolvía una vieja competencia entre el actor y el dramaturgo. A partir de entonces el de Shakespeare será teatro de autor y no de actor.

Un teatro que aquel año tiene como telón de fondo el desastre militar ante la resistencia irlandesa, la problemática sucesión de una reina Isabel de edad avanzada y las intrigas del conde de Essex o la amenaza de una invasión naval de la armada española. Esas circunstancias están pesando de forma determinante en las alusiones y planteamientos del Enrique V o Julio César.

Los centinelas asustados de Hamlet, la edad de Julio César o la arenga memorable del día de San Crispín tienen su origen en el transfondo histórico de aquella Inglaterra de los amenes de la época isabelina, en un final de siglo que era también el final de una época en la que vivió un Shakespeare centrado en su trabajo pero atento a lo que ocurría a su alrededor.

Lo que vio, leyó o pensó durante aquellos meses es el objeto de un ensayo en el que la base es el conocimiento exhaustivo de unos materiales manejados a fondo y con rigor. Precisamente ese pertrecho documental permite a Shapiro recurrir a la conjetura verosímil e imaginativa allí donde falta el dato.

Su excelente reconstrucción de aquel tiempo no se queda ahí, sino que se pone al servicio de un análisis completísimo de Enrique V, Julio César, Como gustéis o Hamlet. Y es justamente en la lectura de esas obras donde Shapiro alcanza su mayor altura crítica.

La reflexión sobre el poder y el tiempo en un Julio César que enlaza con el Enrique V en algunos aspectos y anticipa a Hamlet en otros; la edición no autorizada de su poesía en El peregrino apasionado; el origen en uno de sus sonetos de Como gustéis, una comedia sobre el complejo mundo de los sentimientos; la caída en desgracia de Essex y su repercusión en Hamlet son algunos de los jalones de ese análisis.

Cierra el libro una meticulosa guía bibliográfica hecha con un rigor documental que está en la base de esta excelente incursión de Shapiro en el territorio nocturno de Shakespeare.

Santos Domínguez