30/9/07

Memorias de un señor bajito


Rafael Azcona.
Memorias de un señor bajito.
Pepitas de calabaza.
Logroño, 2007.



Pepitas de calabaza acaba de reeditar las Memorias de un señor bajito que Rafael Azcona publicó a mediados de los años cincuenta en La codorniz.

Las publicó en libro Mario Lacruz cuando dirigía la Enciclopedia Pulga. Revisadas y ampliadas con algún episodio que prohibió la censura, son un reflejo la sociedad española de la época a través de Juliano Fernández, un señor bajito y normal que llegó a ser Inspector de Tontos de Pueblo.

Con una mezcla de ironía y tristeza, su humor corrosivo y amargo está presente desde la dedicatoria:

A mis padres y demás familia, comprendidos nuestros primos los chimpancés, con el ruego de que hagan lo posible por olvidarme.

Yo fui bajito desde niño
es la frase inaugural de unas memorias organizadas según un esquema que recuerda las narraciones autobiográficas de la novela picaresca: el antihéroe que cuenta su vida, la alusión inicial a los padres, el constante cambio de oficios o la mendicidad.

La vida de Juliano Fernández es una novela que aborda en capítulos rápidos los peligros de la patata cocida, un odioso polipasto y una ingrata Florentina que lo abandonó. Tras eso se hizo fabulista y escribió, de su puño y numen, la fábula del asno y la motocicleta y una nueva versión de la fábula de la cigarra y la hormiga con la benemérita en papel estelar. Abrió luego un productivo consultorio de corazones rotos y tuvo en Avelina un amor fatal.

Organizada en dos partes y un intermedio paranormal en el que pierde momentáneamente su condición humana, antes de obtener la Medalla al Mérito Agrícola y de convertirse en inspector examinador de Tontos de pueblo. Cuando perdió tan jugosa canonjía practicó la económica vida del bohemio, trabajó en el circo con disfraz canino y en la Bolsa para arrancar cada día la hoja del calendario, antes de rematar las memorias con esta amarga contundencia:

La felicidad, ¿y eso qué es?

Santos Domínguez