21/11/07

El Greco o el secreto de Toledo


Maurice Barrés.
El Greco o el secreto de Toledo.
Noche española. Almuzara. Córdoba, 2007.


Almuzara recupera en su serie Noche española un clásico de la literatura europea de viajes por España: El Greco o el secreto de Toledo (1912), de Maurice Barrès. No es la única recuperación que ofrece el libro, que rescata también la traducción de Alberto Insúa en 1914 y el prólogo, que aparece aquí como posfacio.

Místico y exaltado, morboso y decadentista, Barrès fue un antimoderno al que admiraron Ortega o Marañón. Zuloaga y Azorín le deben mucho a aquel escritor coetáneo de sensibilidad semejante al que rindieron homenajes diversos.

El Greco y Toledo son en Barrès dos claves españolas que se explican mutuamente en una visión que se va decantando en su obra a lo largo de veinte años.

El estrépito plebeyo de un baile agrio y popular, casi solanesco, y el Entierro del Conde de Orgaz, la España negra y el Toledo levítico parado en el tiempo se suceden en la visión de una ciudad católica, islámica y semítica, vista con afecto e ironía por un Barrès que la entendió como pocos.

En capítulos breves que son cuadros que hablan de los cuadros del Greco y de una ciudad dormida en aquel tiempo en que la pintó el artista, Barrès aborda las vistas y descripciones de Toledo desde muy distintas perspectivas: desde la panorámica lejana al interior de la catedral, para acabar contemplando la mezcla constante de tres religiones y tres culturas, en los edificios, en el trazado de las calles, en las mezquitas, sinagogas e iglesias y en el aspecto físico de los toledanos con los que se cruza el viajero.

Y en el capítulo final, El Greco, un pintor del alma, poco valorado hasta entonces, le revela el secreto de Toledo: su impulso místico, que hace que la suya sea una pintura complementaria de la poesía de San Juan de la Cruz y los tratados de Santa Teresa.

La edición se completa con las páginas de tema español que aparecieron veinte años antes en De la sangre, de la voluptuosidad y de la muerte (1893). Un Toledo exultante y austero, El Escorial como un estado de ánimo, la Granada de los gitanos y el Albaicín, la voluptuosidad de Córdoba... Y Sevilla, con cigarreras alegres que le provocan tristeza, una visita a don Juan de Mañara, Valdés Leal y el Hospital de la Caridad o una inevitable y sangrienta corrida de toros. Todos esos elementos, pintorescos y tópicos, se suceden en unos textos que están entre el relato y el artículo o el reportaje.

Una visión arquetípica y superficial de España y Andalucía que está muy lejos no sólo de la comprensión de la realidad sino del mejor Barrès, el más profundo, el que utilizó Toledo como refugio y proyección de su sensibilidad decadente.

Los ha traducido Yolanda Morató, autora del texto Toros, hembras, vírgenes y santos, el oportuno epílogo que cierra esta tan cuidada como necesaria edición.

Santos Domínguez