16/11/07

¿Estáis locos?



René Crevel.
¿Estáis locos?

Traducción, introducción y notas de
Adoración Elvira Rodríguez.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2007.


Hijo de un impresor suicida y de una madre beata que le obligó a contemplar el cadáver ahorcado de su padre y su propio ataque de histeria, René Crevel (1900-1935) fue uno de los activistas más radicales del surrealismo, un tirador de élite de aquel movimiento encabezado por Breton.

Cabaret Voltaire publica por primera vez en español su ¿Estáis locos?, una de las joyas del surrealismo, con traducción, introducción y notas de Adoración Elvira Rodríguez.

Crevel creció en un ambiente asfixiante que le acabó recluyendo en la lectura y en una rebeldía radical que cuestiona toda clase de principios. Cuando conoció a Bretón encauzó su lucha contra las tradiciones y las convenciones burguesas en la escritura y en el campo de batalla del surrealismo.

Practicó la rebeldía con una coherencia tan acabada que no quiso asumir la ortodoxia surrealista y fue un heterodoxo dentro de aquel movimiento heterodoxo. No creyó en la escritura automática ni en el automatismo síquico de los sueños porque la irracionalidad del subconsciente no podía expresarse con autenticidad mediante la lengua convencional.

Fue la oveja más negra del surrealismo. Homosexual heterodoxo, propenso a enamorarse también de las muchachas, alcohólico, drogadicto, siempre en fuga de la realidad, René Crevel publicó en 1929 ¿Estáis locos?, un soliloquio visionario y desolado, en el que las preguntas y las respuestas intentan dar cuenta de una personalidad compleja y problemática:

Hay carnicerías, panaderías, charcuterías, tiendas de comestibles, tintorerías. Pero no hay pensadorías. Perezoso. Claro, que podrías decirme que el destino está escrito en las estrellas, mucho más arriba del quinto piso de la Rosalba. Vale, sólo soy una mota de polvo. ¡Pero eso no justifica que hagas el pánfilo desde el uno de enero hasta el día de Noche Vieja! Venga, hombre, haz un esfuerzo. Podrías, por ejemplo, armarte con la espada de tu abuelo, que fue un valiente coronel bigotudo. Fíjate en el mapa del mundo. Está lleno de pueblos que esperan bajo las palmeras, en las islas, tras las dunas, que venga alguien a partirles la cabeza. Recuerda cuánto te gustaba aquella canción titulada Fanfan la Tulipe, en aquellos tiempos de las estampas de Epinal. Eras entonces un angelito sin mácula, con ese buen olor a tierra de Francia. Por la noche, arropado en tu camita, soñabas apaciblemente que acababas de cortarle las orejas al rey de Dahomey. Tu mamá las sazonaba con vinagreta, y toda la familia las degustaba. Eras un amor de niño, sin una pizca de egoísmo. Hoy, sólo piensas en ti. Detestas tu pasado como si se tratara de un hermano mayor. Sólo te gusta esta hijaputa de ciudad, que te está chupando la mocedad y la salud. Aunque no sean todavía las cuatro de la tarde, ya estás pensando en quién conocerás a media noche. Todo esto pondría colorado a un mono verde. A ti, ni siquiera te avergüenza.

Para entonces ya le habían diagnosticado una tuberculosis avanzada y en ese libro escribió un testimonio estremecedor sobre la enfermedad, el amor, la muerte y el sexo con un lenguaje que prescinde del automatismo y recurre a la imagen, a la metáfora y a la comparación para reconstruir un mundo onírico sorprendente, absurdo y mágico.

Con su publicación, tan cuidada en su forma y en su presentación como es habitual en esta editorial, Cabaret Voltaire sigue en su empresa admirable de editar en español la mejor literatura francesa de entreguerras.

Santos Domínguez