27/12/08

Luis Feria. Obra escogida

Luis Feria
Obra escogida.
Pre-Textos. Valencia, 2008.


Cuando se cumplen diez años de la muerte del poeta canario Luis Feria (Santa Cruz de Tenerife, 1927-1998) Pre-Textos edita un estuche con su Obra escogida. Los cuatro títulos que lo componen -Más que el mar, Cuchillo casi flor, Casa común y Arras- son una muestra espléndida de una de las obras poéticas más depuradas de la llamada generación del medio siglo.

Luis Feria fue un poeta al margen, un hombre solitario en el que la insularidad no fue sólo un dato en su carnet de identidad y una condición geográfica, sino una forma de vida y un rasgo que atraviesa su escritura luminosa y meditativa, de palabra depurada y precisa, en la que el paso del tiempo es clave temática dolorosa y origen de una evocación celebratoria:

A la lenta caída de la tarde
amar la vida largamente es todo
el oficio del hombre que respira.
Alzar la mano y detener el cielo.
Destino de la luz, nunca te acabes.

La casa, los gorriones, la luz, el mar, el viento o los jazmines forman parte del universo solar, luminoso, vegetal y alado de Luis Feria. Es la casa de la infancia y la memoria (A veces la memoria vuelve para quedarse) que evocan las prosas de Más que el mar, los textos encendidos de Cuchillo casi flor (oficio de creer, ley del furtivo) o los poemas desenfadados de Casa común y su celebración de lo elemental, la escoba, la despensa, el fregadero o el humilde gorrión friolero (Guerrita, cago en diez, vaya intemperie).

De tono muy distinto son los poemas breves de Arras. Poemas de expresión minimalista que están atravesados por el sentimiento de pérdida, por la añoranza de la infancia desde la noche del corazón (Gracia fugaz, infancia, plata suma) para construir un libro que se cierra con estos dos versos desolados:

Soy una inmensa llaga que no cesa.
No me toquéis, que duelo.

A medida que pasa el tiempo, y por encima de las persistentes pequeñeces tribales en el medio literario, va quedando claro que los poetas que empezaron a publicar a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta constituyen una de las cimas de la poesía española. En su conjunto, por encima del 27, en donde están algunos de sus maestros.

Entre sus papeles póstumos Luis Feria dejó esbozada una Teoría del poeta que comienza así: En el quehacer poético, el autor está siempre solo, siempre aislado, es el precio tremendo que tiene que pagar por su obra: su soledad. Únicamente le rodean en el tránsito sus vivencias más íntimas, y ese mundo particular, cerrado y único en el que nadie más que el poeta tiene cabida.

Santos Domínguez