24/1/09

Regreso a Alba Longa


Alfredo Rodríguez.
Regreso a Alba Longa.
Vitruvio. Madrid, 2008.

Alba Longa, de la que quedan más vestigios literarios que materiales. Alba Longa, la larga ciudad en el blanco apagado, la fundada por Ascanio, el refugio de la sangre de Troya, la que resuena en los versos de Virgilio. Y esta otra Alba Longa que construye Alfredo Rodríguez, arrancándosela a las sombras y haciendo de ella un símbolo. Esta otra que, para hacerse a sí misma, necesita del no ser de lo que fue, del ya no ser de la real, de la literaria, de la histórica Alba Longa, como se necesita un faro, una guía, un último refugio.

Con esas palabras comienza el prólogo que Julio Martínez Mesanza ha escrito para presentar Regreso a Alba Longa, el tercer volumen de poesía de Alfredo Rodríguez (Pamplona, 1969), que publica Ediciones Vitruvio en su colección Baños del Carmen.

No es producto del azar que el autor se haya encomendado a la tutela de un poeta épico como Martínez Mesanza para presentar este libro, tan emparentado en tema y en técnica con la poesía épica. La invención de un sujeto lírico, la voz que unifica las tres partes de este libro, su articulación temporal a lo largo de un proceso graduado, la referencia a un espacio mediterráneo y mítico son características que no sólo ordenan su material poético, sino que además lo enmarcan en esa corriente literaria y remiten al correlato objetivo de Eliot que en el fondo es el mismo poeta desdoblado en ese sujeto lírico.

El protagonista de estos poemas es un hombre que desde los días nefastos realiza un recorrido –más moral que geográfico, más interior que exterior- en busca de sí mismo. La emoción de la mirada, el sentido transcendente de la búsqueda, el entronque clásico de sus imágenes, las referencias históricas y culturales, el ámbito de mito y sueño en que se sitúan sus textos conectan Regreso a Alba Longa con una antigua tradición mediterránea en la que se integra el poeta.

Es una travesía iniciática, un rito de tránsito que baja a los infiernos con Orfeo y llega a los umbrales del conocimiento y la revelación. Porque Alba Longa alude también por su significado a un largo amanecer al conocimiento, a la poesía y a la belleza, el relato de un viaje hacia lo que con torpeza aproximativa llamamos esperanza.

Como en Ulises, como en Eneas, como en Cavafis, el regreso a las Ítacas personales está jalonado de experiencias que completan un particular camino de perfección hacia una ciudad blanca y larga, lejana como un sueño. No hay aquí vuelta a la patria, sino a algo más consistente e inmutable: al lugar del mito.

Y por eso Alba Longa es menos un espacio que un estado de ánimo, en el que arde el fuego de los tardeceres con la llama de la palabra poética, la noche clara en el sexto día de la luna antes de un amanecer en el que

ver ondear tus pendones
a las puertas de Alba Longa.

Santos Domínguez