28/2/09

Los cantos de Maldoror


Lautréamont.
Los Cantos de Maldoror.
Traducción, prólogo y notas de Ángel Pariente.
Alianza Editorial. Madrid, 2009.

Singular, visionario, precursor, desmesurado, provocador, impactante… Esa serie de adjetivos, que podría prolongarse fácilmente, no es más que una muestra del sostenido asedio crítico a Los Cantos de Maldoror, que Lautréamont empezó a publicar en 1868, dos años antes de su muerte, y que edita Alianza en su colección de bolsillo con traducción, prólogo y notas de Ángel Pariente.

Ni esos adjetivos por separado, ni la suma de ellos y otros posibles podrían dar una idea del contenido y la forma de esos textos que escribió Isidore Ducasse, que vivió 24 años, se escondió tras el anonimato cuando editó el primero de los Cantos, utilizó el seudónimo del conde y se confundió con la figura de Maldoror. Apenas se conocen datos de su vida y los retratos que se conservan de él son apócrifos.

Su obra pasó desapercibida en su época, pero fue el apóstol del superrealismo, que lo tuvo por su ancestro más puro. Gide, que reconocía la nulidad de su influencia en el XIX, lo consideraba fuente de la literatura del futuro.

Lautréamont escribió los Cantos en París, que era ya el epicentro de un terremoto cultural y literario que cambiaría el perfil de la poesía europea. Baudelaire había publicado ya la primera edición de Las flores del mal y poco después de Lautréamont, Rimbaud escribía Una temporada en el infierno. Era parte de un proceso -que culminaría en Mallarmé y su Coup de dés- que supondría una transformación radical de la literatura.

Hay en todos esos libros una rebeldía adolescente, una pasión imaginativa y una potencia verbal que no se repetirán fácilmente. Y Los Cantos de Maldoror son una concentración radicalizada de esos rasgos y una exploración ambigua y provocadora en el territorio de la maldad:

Durante muchos años, mientras pudo, ocultó su carácter, pero, al fin, a causa de esa concentración que no era natural, la sangre le subía a la cabeza, hasta que no pudiendo soportar esa forma de vivir se lanzó resueltamente a la carrera del mal...

Los seis cantos que lo forman completan un libro de ofensas, un bestiario, una alucinación o una autobiografía imaginaria, una mezcla de canto y descripción, de narratividad y lirismo en los poemas en prosa, una reivindicación del asesinato y la antropofagia, la obra iluminadora de un Prometeo diabólico que construye un universo a base del furor del grito:

Quiera el cielo que el lector, envalentonado y momentáneamente vuelto tan feroz como lo que lee, encuentre, sin desorientarse, su abrupto y salvaje camino a través de la ciénaga desolada de estas páginas sombrías y llenas de veneno, pues, salvo que aporte a su lectura una lógica rigurosa y una tensión de espíritu igual al menos a su desconfianza, las emanaciones mortíferas de este libro empaparán su alma del mismo modo que el agua empapa el azúcar. No es bueno que todos lean las páginas que siguen: sólo algunos saborearán sin peligro este amargo fruto.

Léon Bloy, tan poco dado a apreciar este tipo de literatura, no pudo evitar la impresión turbadora de su lectura y lo consideraba lava líquida (...) descabellado, negro y devorador. Malraux despreció su sadismo infantil y vio en su autor a un Baudelaire rebajado a la condición de empleado del ferrocarril.

Pero Lautréamont, que santificó las matemáticas, vio los canguros de la risa y ejerció la rabia irreverente, sigue siendo inmenso como un mar desafiante y subversivo.

Santos Domínguez


27/2/09

El cuarto de atrás


Carmen Martín Gaite.
El cuarto de atrás.
Prólogo de Gustavo Martín Garzo.
Ediciones Siruela. Madrid, 2009.


Si no se perdiera nada, la literatura no tendría razón de ser, dice la narradora-protagonista en El cuarto de atrás. Y en esa declaración de ecos machadianos (Se canta lo que se pierde) se resume el sentido que tiene la escritura para Carmen Martín Gaite.

Con este título inaugura Ediciones Siruela la Biblioteca Carmen Martín Gaite. Es una elección intachable porque posiblemente es la obra más adecuada para adentrarse en el universo literario de la autora.

Memoria y evasión, imaginación y realidad, sueño y recuerdo se unen en El cuarto de atrás, que es el espacio de los juegos, el símbolo de la infancia, el paraíso perdido y la literatura. En último extremo, a la pérdida y a la necesidad de recuperar el pasado responde la frase que citaba más arriba. No es un dato trivial que Carmen Martín Gaite empezara a escribir esta novela a finales de noviembre de 1975 ni que se le ocurriera mientras veía por la televisión de un bar madrileño el entierro de Franco.

Más novelera que novelista, más cuentista que literata, la autora hizo en El cuarto de atrás –que acaba de cumplir ahora treinta años- una de sus obras más libres y personales, una fusión de novela y autobiografía en la que reconstruye una parte esencial de su historia personal y de la historia social de la Salamanca de la guerra y la posguerra.

Recuerdo e imaginación, Salamanca y la isla de Bergai, vida y literatura se funden en El cuarto de atrás, que es una suma de novela fantástica y memorias de una niña de la guerra, el relato de un viaje que tiene una triple dimensión. Es un viaje temporal, un viaje espacial y además, y sobre todo, un viaje interior en busca de uno mismo y de las claves personales que le permitan reconocerse en la niña que fue. Una mirada entre visillos desde una ventana, a veces hacia fuera y a veces hacia dentro, desde ese espacio intermedio entre el salón y la calle que resume tan bien la literatura de Carmen Martín Gaite.

Y a través de un diálogo aparente que encubre una sucesión de monólogos, El cuarto de atrás es la  expresión de esa constante búsqueda de interlocutor que está en la base de toda la obra de Carmen Martín Gaite y que aquí es el pretexto del relato y el eje de la narración. A eso alude Gustavo Martín Garzo en el prólogo (El misterio de la cajita dorada) que ha escrito para esta edición y que define El cuarto de atrás como una larga conversación:

Todos los libros de Carmen Martín Gaite son una conversación, pues para ella escribir nunca fue distinto a hablar. Hablar con alguien ausente, puede que desconocido, pero, en definitiva, una conversación en toda regla.

Desdoblada en la protagonista y en la narradora, la autora se mira en un espejo que es el de la realidad, pero también el de la Alicia de Lewis Carroll, al que está dedicado el libro. Un libro en el que se cuenta por el mero placer de contar, pero también por la necesidad de explicarse a sí mismo a través del espejo caprichoso de la memoria.

Lo resumía en uno de sus Cuadernos de todo, en donde escribía estas líneas:

No importa lo que te ha ido pasando, sino lo que has ido pensando de lo que te pasó, cómo lo has ido enfrentando, lo que te ha dejado, lo que has aprendido con ello. Las cosas no son nada. Sólo cuenta su elaboración. De contar una cosa bien a contarla mal hay un abismo.


Santos Domínguez

25/2/09

Poe. Cuentos completos. Edición comentada


Edgar Allan Poe.
Cuentos completos.
Edición comentada.
Traducción y prólogo de Julio Cortázar.
Prefacios de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa.
Edición de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi.
Páginas de Espuma. Madrid, 2009.


Llega a su segunda edición la espléndida contribución de Páginas de Espuma al bicentenario de Poe. Coordinado por Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, el volumen va introducido por el prólogo de Julio Cortázar sobre la vida del autor y por dos prefacios: la Presentación de Carlos Fuentes sobre el Edgar Allan Poe real y el Edgarpó que inventó Baudelaire y la nota de Mario Vargas Llosa sobre Poe y Cortázar.

La particularidad de esta edición consiste en que cada uno de los sesenta y siete cuentos de Poe se completa con el comentario previo de un narrador de lengua castellana. Santiago Roncagliolo, Ignacio Padilla, Berta Marsé, Hipólito G. Navarro, Ricardo Menéndez Salmón, Pablo Andrés Escapa o Andrés Neuman son algunos de los miembros de esa genealogía de sesenta y siete narradores-comentaristas nacidos después de 1960, porque -como escriben Iwasaki y Volpi- todos somos descendientes literarios de Poe, pues gracias a Poe existieron Chesterton y Baudelaire, Conan Doyle y Maupassant, Lovecraft y Saki, Cheever y Borges, y así hasta Julio Cortázar, ancestro de los cuentistas que nacimos a partir de 1960.

Se funden, pues, al amparo de esa trinidad de grandes escritores latinoamericanos, Poe & cía, como explican los editores: la raíz, el tronco, las ramas y los frutos del árbol de la narrativa contemporánea, que nace en ese territorio fértil que se llama Edgar Allan Poe, sin el cual –como destacó Borges- no se puede concebir la literatura actual.

Escribió decisivamente poesía y relatos y como crítico elaboró una filosofía de la composición, una teoría del cuento y del efecto único en la poesía y el relato sobre la base de la intensidad y la brevedad. Abordó en sus textos temas científicos y horrores variados, el misterio policial y la aventura y en más de una ocasión practicó la parodia de los viejos modelos narrativos. Revitalizó la narración de terror en La caída de la casa Usher y la de aventuras en El escarabajo de oro, fundó el relato policiaco con La carta robada y Los crímenes de la rue Morgue y fue el primero que hizo que el horror se independizara de la escenografía y que la sensación de terror surgiera en el interior del personaje y se transfiriera luego al lector.

Escribió cuentos alimenticios para salir del paso y obras maestras imprescindibles. Replanteó la creación literaria desde la premeditación y su capacidad para la creación de atmósferas y para bucear en los mecanismos mentales que generan el efecto del terror.

De él, que quiso ser el primer narrador profesional de Norteamérica, arranca una nueva manera de entender el cuento; sus cuentos fundan las modalidades narrativas detectivescas, fantásticas, de ciencia ficción o de terror; profeta del simbolismo, renovó las formas de relación del narrador con el lector, de plantear el ambiente o el trazado psicológico del personaje.

Pero Poe es, sobre todo, literatura en estado puro, una invitación al placer de la lectura. No hacen falta excusas para leerlo o releerlo, y menos aún si la invitación es tan irresistible como la de esta edición -imprescindible ya- de Páginas de Espuma.

Santos Domínguez

23/2/09

Joubert. Pensamientos


Joseph Joubert.
Pensamientos.
Antología crítica a cargo de Rémy Tessonneau.
Traducción de Manuel Serrat Crespo.
Península. Barcelona, 2008.

Atormentado por la maldita ambición de meter siempre todo un libro en una página, toda una página en una frase y esta frase en una palabra.

Así se veía a sí mismo el moralista francés Joseph Joubert (1754–1824) en una anotación del 8 de febrero de 1815.

Autor sin libro, escritor de fragmentos, Joubert no publicó estos textos y fue Chateaubriand quien editó una parte de estos apuntes en 1838, en una selección titulada Recueil des pensées de M. Joubert.

Entre la agudeza breve del aforismo y la profundidad más extensa de la máxima, Península publica la espléndida antología crítica que realizó Rémy Tessonneau, un conjunto de 1376 fragmentos organizados en torno a 32 ejes temáticos.

Es una antología del pensamiento de Joubert compuesta como un reflejo de sí mismo, de manera que El hombre y el autor es la primera de las secciones en que ordena temáticamente su ideología: las artes, la educación, el sexo, los libros, la condición humana, las matemáticas, la política, la revolución, la música, los animales, el amor, la literatura, la memoria o la vejez son algunas de las preocupaciones que atraen el interés reflexivo y la agudeza analítica de Joubert, que escribe reflexiones como estas, sobre las relaciones humanas: Perdemos siempre la amistad de quienes pierden nuestra estima.

Sobre la belleza: Todo lo bello es indeterminado.

O sobre la educación: Enseñar es aprender dos veces.

Para facilitar el acceso al pensamiento de Joubert, la edición incorpora dos índices, uno onomástico y otro analítico, que permiten establecer la amplia red de relaciones que se cruzan en el entramado ideológico del pensador francés, que resumía así un proyecto (Todos esos escritos de los que sólo queda, como del espectáculo de un arroyo, el recuerdo de las palabras que han huido) que dejó inédito cuando murió:

Quisiera que los pensamientos se sucedieran en un libro como los astros en el cielo, con orden, con armonía, pero fácilmente y a intervalos, sin tocarse, sin confundirse; y no obstante no sin seguirse, sin concordar, sin combinarse. Sí, quisiera que fluyesen sin agarrarse y sujetarse, de modo que cada uno de ellos pudiera subsistir independiente. Nada de cohesión demasiado estricta; pero nada tampoco de incoherencias: la más leve es monstruosa.

Santos Domínguez

21/2/09

Juan de Arguijo


Juan de Arguijo.
Poesía completa
Edición de Oriol Miró Martí.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2009.


Fue uno de esos poetas menores imprescindibles en toda antología que se precie, Lope lo elogió repetidamente y le dedicó cuatro de sus libros. Claro que aquellos elogios no eran desinteresados y revelaban una venalidad tan escandalosa que el propio homenajeado tuvo que frenarlos.

Juan de Arguijo (1567-1622), sevillano, concejal –caballero veinticuatro se decía en su época- y poeta ingenioso y elegante, es autor de una obra que ha permanecido dispersa en antologías muy distintas y en manuscritos e impresos desperdigados por todo el mundo.

Lo señalaba Rodríguez Moñino en 1963 y dos décadas después, en 1985, su discípulo Stanko B. Vranich publicaba la obra completa del sevillano después de un riguroso rastreo por archivos y bibliotecas de todo el mundo. La publicación de su Poesía completa en Letras Hispánicas de Cátedra, en una cuidada edición de Oriol Miró repara definitivamente esa insuficiencia.

Un texto de Arguijo abría en 1605 las Flores de poetas ilustres de Pedro de Espinosa, en donde aparecía representado con seis sonetos intensos y delicados en los que se funden mitología y tragedia, como en el resto de su poesía.

Con una contención aún manierista tras la que se entreveía el Barroco incipiente, Arguijo seguía el camino de su paisano, maestro y contertulio Fernando de Herrera a la manera refinada del segundo Renacimiento, con una sobriedad literaria que no tuvo en su vida privada, en la que no tardó en dilapidar la fortuna heredada del comerciante rico que fue su padre. Fue un cortesano perfecto y un mecenas generoso hasta el derroche, pero tuvo que huir de sus acreedores y se enclaustró durante algún tiempo en una casa de jesuitas. Cuando reapareció en Sevilla era ya otro hombre, casi definitivamente acabado para la poesía.

La llamativa ausencia del intimismo petrarquista, la huida del tono confesional y de la introspección amorosa en la poesía de Arguijo limita temáticamente su obra a un eje de referencia en la mitología y la historia antigua. Son textos en los que la forma preferida es el soneto, una estructura en la que el poeta encauza una cierta tendencia a la teatralidad, a la narratividad y a la contención imaginativa en composiciones sobre Ariadna, Narciso o Faetón.

Otro sevillano, Luis Cernuda, editó una selección de Sonetos clásicos sevillanos en la que hablaba de Arguijo como un poeta sobrio que –igual que Medrano y Rioja- ni puede ni quiere ser un brillante charlatán.

En su contención expresiva vio Cernuda un antecedente de Bécquer; en él pudo pensar Borges cuando evocaba a aquel poeta menor de una antología, uno de esos poetas que oyeron al ruiseñor una tarde, mientras se llevaba

el mar su llanto, el viento su deseo.



Santos Domínguez

20/2/09

Fantasías de Gaspar de la Noche


Aloysius Bertrand.
Fantasías de Gaspar de la Noche.
Traducción de Marcos Eymar.
Augur Libros. Madrid, 2008.

Aloysius Bertrand, seudónimo de Louis Bertrand (Italia, 1807- Francia, 1841), fue uno de los poetas malditos del Romanticismo francés, uno de los raros de un siglo XIX pródigo en ellos. Sus Fantasías de Gaspar de la Noche, que aparecieron un año después de su muerte, pasaron desapercibidas en su momento.

Tuvieron que pasar algunos años antes de que Baudelaire lo reivindicara en la dedicatoria de su Spleen de Paris como un precursor del poema en prosa y muchos años más para que André Breton considerara a su autor como un surrealista en el pasado.

Convertidas en un clásico de la poesía romántica francesa, estas Fantasías a la manera de Rembrandt y de Callot fueron la base de una suite para piano de Ravel que está considerada como una de sus obras maestras.

Evasivo y onírico, sonoro e imaginativo, Gaspar de la Noche es uno de esos libros anticipatorios que tienen todas las papeletas para ser ignorados en su época y se convierten medio siglo después en textos de referencia para los escritores de las nuevas generaciones.

Veinticinco años después de la última edición en español, acaba de publicarlo Augur Libros con traducción de Marcos Eymar.

Con actitudes inequívocamente románticas como la tendencia a evadirse del presente para huir a la Edad Media, el satanismo, la ruptura de géneros, el sueño o el misterio, este fue un libro maldito que Bertrand no pudo publicar en vida.

Dedicado a Víctor Hugo y organizado en seis partes, el Gaspar de la Noche rompió normas y fronteras genéricas para integrarlas en nuevas formas como la del poema en prosa. No fue la única integración de aquella propuesta de libertad, que aquí excede los límites de la literatura y afecta también a la música y a la pintura para encomendarse a Rembrandt y a Callot, que representan las dos caras del arte: la meditación y la vitalidad, la que mira hacia dentro y la que mira hacia fuera.

Tópicos románticos como el prestigio de la noche, con sus aquelarres, sus claros de luna y sus ondinas, el misterio y las visiones completan un territorio irracionalista donde el ensueño desdibuja la frontera entre la vigilia y el sueño, la realidad y la imaginación.

Santos Domínguez


18/2/09

Claves para interpretar la literatura inglesa


Estefanía Villalba.
Claves para interpretar
la literatura inglesa.

Alianza Editorial. Madrid, 2009.



Llega a su segunda edición en Alianza este manual manejable y certero que se ha convertido ya en un texto de referencia como introducción a la literatura inglesa. Una introducción que aporta como claves de acceso una selección de autores relevantes y obras representativas de los diversos movimientos que marcan su evolución histórica.

Claves para interpretar la literatura inglesa propone un canon tradicional de textos que se inicia con el periodo anglosajón (siglos V al XI) y una descripción de las confluencias culturales que definen su mundo social, su mitología y su literatura, que hace en Beowulf la epopeya nacional anglosajona.

Ese canon imprescindible, del que forma parte la diversidad de voces de los Cuentos de Canterbury, la mayor aportación literaria del inglés medio y el mejor retrato de la complejidad social del XIV europeo, alcanza una de sus cimas en Shakespeare. Sobre algunos de sus controvertidos sonetos y sobre la vigencia y la universalidad atemporal del Rey Lear escribe Estefanía Villalba algunas de las mejores páginas del libro.

El reflejo de la revolución puritana en el Barroco inglés, entre el erotismo intelectual de John Donne y la épica religiosa de Milton; el carácter peculiar del Neoclasicismo inglés en Dryden y la heterodoxia de los Viajes de Gulliver; la aparición de Aphra Behn, la primera escritora profesional; el nacimiento de la novela moderna con Defoe, Fielding y Sterne; la irracionalidad gótica y la desatada imaginación romántica, el cambio de la imagen del poeta y del concepto de poesía; la novela victoriana como resultado de la revolución industrial y la ruptura contemporánea con el realismo en el Modernismo o la relación entre crítica y creación literaria en el siglo XX son la materia de los nueve capítulos intensos y exactos de que se compone el libro.

En sus páginas apretadas el sincretismo crítico y la necesaria síntesis no eluden el análisis profundo ni se quedan en la superficialidad enumerativa, sino que se convierten en una constante invitación a la lectura.

Santos Domínguez

16/2/09

La vida rescatada de Dionisio Ridruejo

Jordi Gracia.
La vida rescatada de Dionisio Ridruejo.
Anagrama. Barcelona, 2008

A dos velas se titula el capítulo único de La vida rescatada de Dionisio Ridruejo, la biografía rigurosa y amena que Jordi Gracia publica en la Biblioteca de la memoria de Anagrama.

Con una combinación de pasión, rigor y buen pulso narrativo, Jordi Gracia, seducido por la excepcionalidad ética y literaria del escritor, dedica este ensayo biográfico a recuperar la memoria amputada e intermitente de Dionisio Ridruejo y a rescatar su figura lúcida y desengañada en los años oscuros de la dictadura de Franco.

La historia empieza en 1942, cuando -escribe Gracia- lo peor ha pasado ya. Ridruejo vuelve de la campaña de Rusia con la División Azul convencido de la cercana victoria de la Alemania nazi. Arrogante y desengañado del franquismo, dimite de sus cargos en la Falange y en la revista Escorial y sufre el destierro en Ronda y Llavaneras. Unos meses antes, el 7 de julio, le había escrito una carta a Franco en la que le decía cosas como esta:

¿Piensa V. E. qué desgracia mayor podría yo tener, por ejemplo, que la de ser fusilado en el mismo muro que el general Varela, el coronel Galarza, don Esteban Bilbao y el señor Ibáñez Martín? No se trata de no morir. Pero, ¡por Dios! No morir confundido con lo que se detesta.

A partir de ese momento crucial, remontándose hacia atrás o mirando hacia el futuro, Jordi Gracia perfila una completa semblanza del ideólogo lúcido, del intelectual honrado que hizo su particular travesía del desierto desde la radicalidad fascista a la socialdemocracia, desde el idealismo al pragmatismo.

Veinte años después de ese punto de partida, en la primavera de 1962, Ridruejo cruzaba clandestinamente la frontera de los Pirineos para asistir al Contubernio de Munich. Fue entonces cuando se manifestaron los primeros síntomas de la dolencia coronaria que le llevaría a la tumba a finales de junio de 1975, unos meses antes de la muerte de Franco.

Y en medio, durante muchos años sombríos y largos, la peripecia sentimental y política de Ridruejo, una evocación de sus amigos y sus conspiraciones, sus fantasías y sus demagogias, sus excesos verbales y sus convalecencias, sus entusiasmos y sus desengaños, su poesía y su prosa.

Distanciado primero, enfrentado luego con el franquismo, la decepción de Ridruejo abrió un proceso de paulatina oposición al régimen. Un proceso repleto de renuncias con las que purgó la responsabilidad que tuvo como propagandista de la primera hora de aquella dictadura. Marcado por el remordimiento, reconoció su error: toleré, di mi aprobación indirecta al terror con mi silencio público y mi perseverancia militante.

Jordi Gracia, con una larga dedicación a rescatar, con indisimulada admiración, la figura y la obra de Ridruejo, ha renunciado a escribir un estudio académico, ha prescindido de las notas, la bibliografía y las citas directas y ha preferido ponerse a contar una historia personal que se lee como una novela. Un relato que explora la complejidad interior del personaje, porque los datos externos se resumen en las seis páginas de la cronobiografía final.

Y así ha completado en este ensayo biográfico un relato vivo, descriptivo y comprensivo, guiado por la intuición y un libro para divertirse. Para divertirse escribiéndolo -lo denota el tono- y para divertirse leyéndolo.

Santos Domínguez

14/2/09

Watanabe. Poesía completa


José Watanabe.
Poesía completa.
Pre-Textos. Valencia, 2008.



Con un prólogo en dieciséis tiempos de Darío Jaramillo, Pre-Textos reúne todos los libros de poesía, más ocho poemas inéditos, del peruano José Watanabe (1945-2007), autor de una sólida obra que desde la contemplación, el recuerdo y la exactitud de la palabra propone al lector una nueva mirada que redescubre el mundo, rememora el pasado y funda la realidad desde una perspectiva inédita.

El ojo de este hombre sabía hablar, escribe Darío Jaramillo en el prólogo. Y esa mirada de la palabra, penetrante y contemplativa, habla con la voz del coloquio y la precisión, con altura poética y hondura humana, del mundo y el cuerpo, de la enfermedad y la casa, de la familia y la geografía humilde y cercana del paisaje, de las muchachas y el deseo.

Desde Álbum de familia (1971) hasta Banderas detrás de la niebla (2006), los libros de Watanabe parecen escritos como un susurro y sus textos convocan a todos los sentidos con palabras que se convierten en miradas, porque la poesía es para Watanabe una fugaz y delicada acción del ojo:

Es difícil persistir en la poesía, más aún
cuando ella misma nos desorienta:
en la desesperación
yo escribí los poemas más sosegados.
¡Casi enloquezco pidiendo calma!
/. . ./
De estas flores aprenderé, una vez más,
que la poesía que tanto amo sólo puede ser
una fugaz y delicada acción del ojo.

Una acción que busca la palabra exacta que se ajuste a la precisión de la mirada, actualizada constantemente en una memoria viva, porque, como dice Darío Jaramillo en el prólogo, el ojo siempre está en presente.

Alejada del aspaviento y del patetismo, la poesía de Watanabe es un elogio del refrenamiento. Así tituló un texto en el que resumió su postura ante el mundo, ante la muerte y ante la poesía, y así se tituló una antología de su obra hasta 2003.

Ese mismo título podría servir para caracterizar la totalidad de una poesía en la que temas insistentes como la infancia, el pueblo, los animales, el amor o la muerte configuran un universo poético atravesado por la mirada compasiva y evocadora de José Watanabe.

Santos Domínguez

13/2/09

El final del desfile


Ford Madox Ford.
El final del desfile.
Traducción y notas de
Miguel Temprano García.
Lumen. Barcelona, 2009.


Cuando se cumplen setenta años de la muerte del novelista, poeta y crítico Ford Madox Ford (1873-1939), Lumen edita la tetralogía El final del desfile, una obra maestra del siglo XX que su autor publicó entre 1924 y 1928 y que permanecía inédita en español.

De esta primera y espléndida traducción al castellano se ha responsabilizado Miguel Temprano, que ha contado con el apoyo del profesor Max Saunders, máximo especialista en la obra de Ford y coordinador de un ambicioso programa de traducción de El final del desfile a las principales lenguas occidentales.

Conocido sobre todo por El buen soldado (1915), una novela corta ambientada en los años previos a la Primera Guerra Mundial y germen de la técnica narrativa que desarrollaría en El final del desfile, Ford Madox Ford apoyó de forma decisiva a Hemingway, Joyce, Pound o Gertrude Stein desde la Transatlantic Review.

El final del desfile está integrada por las novelas Hay quien no... (1924), No más desfiles (1925), Se podría estar de pie (1926) y El toque de retreta (1928), que se recopilaron en un solo volumen en 1950.

Ambientada en la clase alta británica que hasta entonces había administrado el mundo y protagonizada por un matrimonio en crisis, Sylvia y Christopher Tietjens, la serie une la peripecia individual y los cambios políticos, la retaguardia y las trincheras, el conflicto bélico y los problemas sentimentales de los personajes con una técnica de contrapunto para convertirse en el testimonio de la crisis que supuso la Primera Guerra Mundial no sólo en el terreno político, sino en la sociedad y la cultura.

Y de la misma manera que en El buen soldado la historia sentimental de dos parejas tenía como fondo los años anteriores a la guerra, en El final del desfile Ford Madox Ford hace un diagnóstico moral y una descripción del hundimiento de la Europa anterior a la Primera Guerra Mundial, con el enfrentamiento entre tradición y modernidad que encarnan los personajes principales de la novela.

Era una época de cambios decisivos que darían lugar al final de un mundo. Y si había un presagio de tormenta en El buen soldado, cuando escribe la tetralogía todo aquello ha estallado y aquel mundo ha saltado por los aires y ha provocado una crisis de mentalidad, de cambios sociales y una suma de desconciertos ante la inminencia de aquella primera catástrofe y ante sus consecuencias económicas, ideológicas y culturales. La experiencia límite del protagonista Tietjens en las trincheras francesas le hará replantearse los valores sobre los que había cimentado su idea de la patria o su concepto del matrimonio. Tras tanta devastación, también para la novela había empezado un tiempo nuevo y ya nada sería igual que antes.

Maestro reconocido de dos generaciones de narradores en lengua inglesa, renovador y arriesgado, los saltos temporales, los cambios de puntos de vista y perspectivas narrativas que practicó Ford Madox Ford en El buen soldado eran una novedad chocante en 1915 y anticipaban en gran medida la técnica de El final del desfile.

No es una lectura fácil, ni por su extensión ni por su intensidad, pero es una lectura absorbente e imprescindible. Que nadie se engañe, no llega A la busca del tiempo perdido, ni se aproxima, pero es una de esas novelas que sumergen al lector en otra realidad, la de la buena literatura.

Santos Domínguez

11/2/09

Las señoritas de Lourdes


Pep Coll.
Las señoritas de Lourdes.
Traducción de
Laura-Remei Martínez-Buitrago.
Ediciones Ámbar. Barcelona, 2008.


«Dios mío, ¡qué eterno se me está haciendo el purgatorio!», te quejas cada mañana cuando la monja portera abre la puerta de la capilla de Sainte-Hélène para que entren los primeros visitantes del día. En vida no te habías imaginado nunca así esta morada transitoria e incierta del otro mundo. Si alguna vez pensabas en ello, te dejaba indiferente.

Así, con una santa en un purgatorio, comienza Las señoritas de Lourdes, la novela con la que el escritor catalán Pep Coll obtuvo el Premio Sant Jordi en 2007. La subtitula La verdadera historia de Bernadette, es una biografía novelada y aparece en su traducción al castellano en Ediciones Ámbar.

La perplejidad de Bernadette por no disfrutar de la presencia de Dios en el paraíso la comparten con ella el lector y el narrador:

¿Cómo es posible que no esté en el cielo una santa que tuvo el privilegio en vida de contemplar a la Madre de Dios, que ha obrado quién sabe cuántos milagros y por eso fue beatificada y después canonizada por el papa Pío XI? Tú tampoco lo entiendes, Bernadeta. En las tardes interminables del mes de agosto, harta de aguantar las miradas de devoción, de curiosidad y de asco, no puedes evitar rebelarte contra el destino de animal disecado dentro de una vitrina de museo. En esos momentos de desesperación, incluso dudas de la justicia del cielo. ¿Cómo se explica que, con motivo de tu santificación en el año 1925, el Papa concediera el privilegio de la indulgencia plenaria a los que peregrinaran a Lourdes, es decir, que se aseguraban el cielo, mientras que tú, la auténtica fundadora del santuario de los Pirineos, continuases purgando Dios sabe qué falta dentro de un féretro de cristal?

Pero no es más que el planteamiento para remontarse al tiempo de los hechos y ceder la voz a la protagonista de la historia milagrosa de la gruta de Lourdes:

¡Venga, Bernadeta! Puedes comenzar si quieres con la misma frase con la que comenzabas el relato de las apariciones cuando aprendiste a escribir: «La primera vez que fui a la gruta...»

Respondiendo a esa invitación, la santa empieza a rememorar los hechos, que ocurrieron tal día como hoy, un once de febrero, hace algo más de un siglo y medio:

La primera vez que fui a la gruta no fue el día 11 de febrero de 1858, ni me acompañaba mi hermana…

Y en ese momento empieza realmente la historia. Aquello que se apareció en la cueva de Massabielha dio lugar a un fenómeno religioso de notables consecuencias políticas, ideológicas y comerciales (Da más dinero que Baqueira Beret, ha declarado Coll), convirtió Lourdes en el santuario más importante de la cristiandad y excedió con mucho los límites intelectuales y sociales de aquella niña.

En aquella niña que vio a la señora un día de carnaval con una túnica blanca, latía un factor humano y pesaba un ambiente familiar y un entorno miserable que es el que rastrea el autor en esta novela documental.

Otro elemento determinante para explicar las apariciones es su fondo antropológico: el conjunto de leyendas y supersticiones que oyó Bernadette y eran propias de aquella zona: historias con un claro componente femenino que hablaban de mujeres mágicas y benefactoras y de ritos de purificación y sanación relacionados con el agua.

Pep Coll ha querido olvidar las manipulaciones propagandísticas interesadas y lejos de toda idealización ha documentado la realidad miserable en la que creció una criatura desbordada por las consecuencias de aquella aparición. Y con ese objetivo ha escrito una novela que es también una aproximación muy certera a los protagonistas de los hechos, al ambiente sórdido en que se produjeron y a las reacciones que suscitaron.

Mayra Vela

9/2/09

Los domingos de Jean Dézert


Jean de La Ville de Mirmont.
Los domingos de Jean Dézert.
Prefacio de François Mauriac.
Traducción de Lluís Maria Todó.
Impedimenta. Madrid, 2009.


Porque todavía hay sitio para la sorpresa y la recuperación de raros, curiosos y excéntricos, Impedimenta publica Los domingos de Jean Dézert, un libro de Jean de La Ville de Mirmont (1886-1914).

Bordelés y condiscípulo en la Universidad de François Mauriac, autor del Prefacio en el que evoca el común descubrimiento de París en 1909 y la muerte prematura de su amigo en la Primera Guerra Mundial, cuando un obús acabó con su incipiente carrera literaria.

Espléndidamente traducida por Lluís Maria Todó, esta novela corta que publicó poco antes de alistarse en el ejército relata la historia de un hombre que se aburre, de un funcionario sin imaginación ni iniciativa. Discreto y vulgar, enclenque y soltero, rutinario y mediocre, desempeña un trabajo mecánico como administrativo. Allí espera la jubilación con la misma resignación que tendrá para aguardar la muerte cuando se jubile.

Para Dézert, la vida es una sala de espera para viajeros de tercera clase (...) pero él no sabe hacia qué estación. Dézert es un hombre que espera sin esperanza. Reserva la fantasía para los domingos. Ese día es para él la vida entera y entonces se permite la expansión de errar sin destino por las calles como peatón o en un ómnibus o de contar las farolas de los muelles.

Perezoso y resignado, entregado al azar, es un hombre gris confundido en la multitud. Incoloro es el certero adjetivo que aplica el narrador al modo de vestir de Dézert, una sinécdoque que define también su talante interior.

Asombra la destreza de Jean de La Ville de Mirmont para trazar en pocas líneas el retrato del personaje, para caracterizarle y ubicarle en un ambiente solidario con su personalidad. El otoño, su casa, la oficina en la que vegeta -de techo sucio pero indescifrable- son extensiones del carácter de Dézert, un hombre que mira a ras de tierra:

Sus ojos no se apartan de la tierra, su mirada no se eleva por encima de este mundo donde, así como algunos son actores y otros espectadores, él no es más que un figurante.

Una de sus diversiones dominicales favoritas consiste en cumplir con las recomendaciones de los folletos publicitarios: unos baños públicos, una peluquería, un restaurante, el consultorio de una vidente, un cinematógrafo y una conferencia sobre higiene sexual llenan una de esas jornadas.

Uno de esos domingos surge la aventura amorosa hasta quie sobreviene una ruptura grotesca que lleva a Dézert al desenfreno y a planear un suicidio dominical para no incumplir su horario.

Claro que eso también le acaba pareciendo inútil porque no le haría morir del todo.


Santos Domínguez

7/2/09

Simulador de vuelo


Javier Asiáin.
Simulador de vuelo.
Celya. Salamanca, 2008.


Como un educador de la mirada concibe al poeta Javier Asiáin (Pamplona, 1970), que hace en su cuarto libro, Simulador de vuelo, un homenaje a los autores que han contribuido a formar su visión del mundo y le han mostrado la realidad con otros ojos.

De esa importancia que tiene la mirada en la poesía de Asiáin da cuenta el espléndido poema inicial, Homilía del perdón, inspirado en un cuadro de Rembrandt, El regreso del hijo pródigo.

El vuelo simulado e intenso de estos poemas recorre espacios tan diversos como el Cantar de los Cantares, Joaquín Sabina o Eluard, pasando por otros referentes como García Lorca o Cervantes, al que dedica La rebelión de las hipérboles.

Ese y el resto de los poemas del libro son un elogio del asombro, un tributo agradecido a los autores que da lugar a los collages titulados Manual de desarme y Estados febriles, dos textos que evocan a algunos de esos maestros que han modelado la mirada de Asiáin y su forma de entender la vida y la literatura, porque como señala en su Antología de afectos para Ángel Urrutia: Ahora sabemos que siempre nos quedarán sonetos para no morir en la costumbre.

Esa lección de intensidad, de afectos y emociones hechas palabras es la que dan los poemas de este Simulador de vuelo, del que dice Antonio Colinas en el prólogo:

Vemos así cómo este aparente “simulador de vuelo” que pretende ser este libro se convierte en una realidad sin simulaciones, en un camino seguro, en una dirección cierta, hacia un conocer nuevo y ambicioso.


Santos Domínguez

6/2/09

Un alma en incandescencia


José Ángel Mañas.
Un alma en incandescencia.
Pensando en torno a Franciam Charlot .
(Aforismos sobre pintura).
Editorial Buscarini. Logroño, 2008.


Decía Maupassant que quince versos bastan para garantizar la inmortalidad de un autor. Lo mismo, referido a pensamientos, estima cualquier escritor de aforismos. Esa es su aspiración. La concentración máxima en un puñado de reflexiones originales, sugerentes y, a ser posible, profundamente iluminadoras.

Así comienza el prólogo con el que José Ángel Mañas presenta Un alma en incandescencia, una incursión en las relaciones entre arte y literatura a través de 72 aforismos que toman como referencia la obra inquietante del artista francés Franciam Charlot. Con referentes como Nieztsche y Joubert, el prólogo define el objeto y el método del aforismo, que debe ser un dardo certero que penetre en el fondo de las cosas o que vaya a su centro. Es el primer libro en el que Mañas abandona el terreno de la ficción narrativa y lo publica Editorial Buscarini en su colección La imprenta de Armando.

Estos aforismos son el resultado de una crisis creativa de José Ángel Mañas, de la que le sacó el encuentro con la pintura de Franciam Charlot, que ilustra esta edición. La contemplación insistente y demorada de sus cuadros dio lugar a estas reflexiones que surgen del punto donde se encuentran la mirada de un escritor con la obra plástica de un pintor. Es un proceso paciente, como el de la creación, que se describe en uno de los aforismos:

Cortesía de espectador: plantarse ante la obra y esperar a que nos interpele.

No es una actitud pasiva. De la contemplación se pasa a la creación, como se explica poco después en otro aforismo sobre la capacidad creativa del espectador:

La mirada crea tanto como el artista.

Y así - explica Mañas- la intensidad incandescente que define la pintura de Franciam Charlot procede de la pureza emocional de quien “ha escrutado fijamente a la muerte antes de mirar a su alrededor” y sólo ve fantasmas.

Porque esa experiencia de límites que es el arte requiere estar emocionalmente en la otra orilla, del otro lado de las cosas:

Hay que estar muerto en vida antes de saltar a la arena del arte.


Santos Domínguez

4/2/09

El soldado Svejk


Jaroslav Hasek.
Las aventuras del valeroso soldado Schvejk.

Ilustrado por Josef Lada.
Traducción de Monika Zgustova.
Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores.
Barcelona, 2008.

Las aventuras del bravo soldado Svejk –escribía Milan Kundera en El arte de la novela- es probablemente la última gran novela popular. ¿No es asombroso que esa novela cómica sea al mismo tiempo una novela de guerra cuya acción se desarrolla en el ejército y en el frente? ¿Qué ha ocurrido con la guerra y sus horrores para que se hayan convertido en motivo de risa?

El 28 de junio de 1914, el mismo día que matan en Sarajevo al archiduque de Austria y se enciende la mecha de la Primera Guerra Mundial, empieza la acción de Las aventuras del bravo soldado Svejk, de Jaroslav Hasek, la obra más conocida de la literatura checa, que edita Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores con traducción de Monika Zgustova, la primera que se publica en castellano directamente desde el checo. Una espléndida traducción, por cierto, que permite que sus centenares de páginas se lean con sorprendente fluidez.

El señor Svejk comenta con la señora Müllerova, su ama, el asesinato del archiduque Fernando. Y el narrador hace la primera caracterización del antihéroe que protagoniza la novela:

-Así que nos han matado a Fernando –dijo el ama al señor Svejk que, una vez declarado idiota por la comisión médica militar, había abandonado el servicio y vivía de la venta de perros, unos horribles monstruos híbridos para los cuales inventaba falsas genealogías.

Tras esa primera presentación se irán sucediendo una serie de peripecias extravagantes que llevarán al personaje de una taberna a la jefatura de policía, de allí al manicomio, a la cárcel y al ejército y finalmente al frente de Galitzia. En su recorrido por esos ambientes y en su ir y venir por distintos tribunales, Svejk se comporta con una inocencia irreductible y una torpeza llena de buena voluntad y de un optimismo que pone patas arriba todas las estructuras del sistema y colapsa la maquinaria social de la autoridad.

Manicomios, comisarías, iglesias, cárceles y ejércitos, jueces, policías y militares quedan en evidencia o se desesperan ante la ingenuidad impasible de un personaje mitad Quijote, mitad Sancho, con una mezcla explosiva de lucidez, sentido común y patosería ante la que el lector se pregunta constantemente: ¿Es tonto o se hace el tonto?

Como en la novela de Cervantes, Hasek no juzga y la ambigüedad de su texto, la mezcla de crueldad y comicidad y el tratamiento del personaje nos muestran a un Svejk que a veces parece un estúpido y otras un farsante a la defensiva o un cínico al ataque.

Alegato antibelicista en el que el humor demuestra toda su potencia destructiva, denuncia de la degeneración de la sociedad austro-húngara, la novela muestra que la actitud de Hasek, lo explicaba también Kundera, es semejante a la de Kafka. Cuando la guerra del 14 cambió el mundo, Musil, Kafka, Broch y Hasek expusieron en sus novelas el fin de una época, las paradojas con las que terminaba la modernidad y empezaba de verdad el siglo XX. Desde esa perspectiva, la necedad de los burócratas de Kafka es la misma de los burócratas del ejército de Hasek, que escribió este texto con una evidente intención satírica contra las instituciones del agonizante imperio austrohúngaro.

Las aventuras del bravo soldado Svejk se fueron publicando por entregas en 1921 y 1922 a medida que las iba escribiendo Hasek con una técnica de relato acumulativo, de narración en sarta que quedó truncada por su muerte en 1923. De las seis partes que tenía el proyecto, sólo escribió cuatro, que aparecieron en forma de libro en una edición póstuma con las ya imprescindibles ilustraciones de Josef Lada.



Santos Domínguez

2/2/09

Colores



Colores.
Texto de Remy de Gourmont.
Color de Odilon Redon.
Traducción de Juan Diego Martín.
Ediciones Barataria. Sevilla, 2008.



Si yo tuviese que escribir la vida de Cleopatra, la escribiría en verde, en verde Nilo, como es natural, y no creo que nadie se atreviera a contradecirme. Escribir vidas o cuentos en tal o cual color es lo que he intentado aquí.

De esa manera explicaba Remy de Gourmont el papel determinante que tienen los colores en la vida. Es parte del prólogo de un libro exquisito, Colores, que reúne a Remy de Gourmont (1858-1915) y a Odilon Redon (1840-1916). Lo publica Barataria en su colección Uno más uno.

La primera edición francesa (Couleurs, suivi de Choses anciennes) apareció en 1908 y en 1921 ya hubo una traducción española de Julio Gómez de la Serna en Biblioteca Nueva.

Entre colores fríos y calientes, entre el relato corto y las escenas de un diálogo teatral, en la primera parte del libro hay trece textos sobre trece colores, sobre trece mujeres y trece caracteres definidos por cada color, sobre trece maneras de vivir el erotismo. Subrayados por trece imágenes de Odilon Redon, un pintor contemporáneo de Remy de Gourmont, están aquí el amarillo de la moneda de oro, el negro inolvidable de una dalia en jardín normando, el alma azul de dos amantes adúlteros, el violeta de las solteras o la triste desazón del cinzolín, entre el violeta y el rojo.

Y es que –explica Remy de Gourmont- hay mujeres azules, las hay rosas, malvas o rojas. Es decir, que no puede uno representárselas más que asociadas a uno de los siete colores o a una de esas tonalidades.

El libro se completa en una segunda parte –Antigüedades- , con dieciocho cuentos cortos que están muy cerca en su técnica y en su tensión expresiva del poema en prosa. Frente al cromatismo intenso de las ilustraciones de la primera parte, predominan en estas Antigüedades los negros y los grises en una técnica expresionista que culmina en un Dibujo a lo Goya y en un magnífico texto, Iter ad Luxuriam.

Rubén Darío, que matizó el simbolismo cromático como nadie hasta entonces en español, habló de ambos, el escritor y el pintor, con fervor de discípulo y reconoció siempre en Gourmont un maestro del refinamiento que le enseñó a mirar la realidad y en Odilon Redon un ejemplo de pureza y ensoñación visionaria.

Al evidente acierto de reunirlos en un libro se anticipaba Remy de Gourmont cuando escribió estas líneas:

no pretendía con este entretenimiento reformar la estética ni revolucionar las normas del arte de escribir. Jugué, sencillamente, con una caja de lápices de pastel; me gustaban los colores por ellos mismos, uno por uno, como al singular y gran artista Odilon Redon, cuyas flores resultan tan vivas que quiere uno respirarlas.

Santos Domínguez