20/2/09

Fantasías de Gaspar de la Noche


Aloysius Bertrand.
Fantasías de Gaspar de la Noche.
Traducción de Marcos Eymar.
Augur Libros. Madrid, 2008.

Aloysius Bertrand, seudónimo de Louis Bertrand (Italia, 1807- Francia, 1841), fue uno de los poetas malditos del Romanticismo francés, uno de los raros de un siglo XIX pródigo en ellos. Sus Fantasías de Gaspar de la Noche, que aparecieron un año después de su muerte, pasaron desapercibidas en su momento.

Tuvieron que pasar algunos años antes de que Baudelaire lo reivindicara en la dedicatoria de su Spleen de Paris como un precursor del poema en prosa y muchos años más para que André Breton considerara a su autor como un surrealista en el pasado.

Convertidas en un clásico de la poesía romántica francesa, estas Fantasías a la manera de Rembrandt y de Callot fueron la base de una suite para piano de Ravel que está considerada como una de sus obras maestras.

Evasivo y onírico, sonoro e imaginativo, Gaspar de la Noche es uno de esos libros anticipatorios que tienen todas las papeletas para ser ignorados en su época y se convierten medio siglo después en textos de referencia para los escritores de las nuevas generaciones.

Veinticinco años después de la última edición en español, acaba de publicarlo Augur Libros con traducción de Marcos Eymar.

Con actitudes inequívocamente románticas como la tendencia a evadirse del presente para huir a la Edad Media, el satanismo, la ruptura de géneros, el sueño o el misterio, este fue un libro maldito que Bertrand no pudo publicar en vida.

Dedicado a Víctor Hugo y organizado en seis partes, el Gaspar de la Noche rompió normas y fronteras genéricas para integrarlas en nuevas formas como la del poema en prosa. No fue la única integración de aquella propuesta de libertad, que aquí excede los límites de la literatura y afecta también a la música y a la pintura para encomendarse a Rembrandt y a Callot, que representan las dos caras del arte: la meditación y la vitalidad, la que mira hacia dentro y la que mira hacia fuera.

Tópicos románticos como el prestigio de la noche, con sus aquelarres, sus claros de luna y sus ondinas, el misterio y las visiones completan un territorio irracionalista donde el ensueño desdibuja la frontera entre la vigilia y el sueño, la realidad y la imaginación.

Santos Domínguez