21/3/09

Spender. Poemas de España



Stephen Spender.
Poemas de España.
Edición y traducción
de Gabriel Insausti.
Pre-Textos. Valencia, 2009.


Como algunos otros de sus compatriotas y amigos, Stephen Spender (1909–1995) estuvo en España durante la guerra civil.

De aquella experiencia, que empezó el 5 de enero de 1937 con la primera de varias visitas, surgieron los poemas que Spender incluyó en The Still Centre. En la edición de 1985 de sus Collected Poems reservó una sección para los Poemas de España, que son los que Pre-Textos acaba de publicar con prólogo y traducción de Gabriel Insausti, que fija en su estudio introductorio la historia textual y recuerda las circunstancias en las que surgieron estos poemas, reelaborados durante casi medio siglo.

Como ocurrió con otros poetas españoles y extranjeros, en Stephen Spender se superponen en aquellos años varios conflictos: a la cuestión estrictamente bélica o política de la guerra de España se unen un desengaño sentimental y una crisis de conciencia, de mala conciencia, que compartió con otros compañeros de generación como Auden.

Llegó a España dispuesto a hacerse matar en combate, para convertirse en un nuevo Byron, pero en Port Bou tiene ya una experiencia real, no literaria, de la guerra y del miedo:

Me digo que esos tiros son sólo un ejercicio
pero no siento más que miedo. Y la ametralladora
da una puntada tras otra en mi intestino
mientras el espasmódico ruido de los fusiles
enhebra un miedo blanco por mi cuerpo.

A aquellos dos ejércitos enfrentados les dedicó Spender su Two Armies:

Hondos como el invierno en su llanura, dos ejércitos
afianzan sus máquinas, prestos a destruirse.

Como le ocurrió a Auden, la experiencia directa de la guerra civil española, aquella guerra de los poetas, se resolvió en un doloroso desengaño político y literario. A partir de entonces, Spender se retrae hacia sí mismo y escribe su autobiografía temprana, Un mundo dentro del mundo; un ensayo crítico, La escritura de un poema, o El centro en calma, un título revelador de ese retraimiento, aunque mantuvo intacta su capacidad de asombro ante el mundo y una práctica de la poesía vinculada a la piedad con el derrotado, con el débil, el pobre o el marginado, como en el espléndido Ultima ratio regum, que termina con estos versos memorables a propósito de un joven acribillado bajo los olivos:

Considera su vida sin valor
en términos de empleos, registros y noticias.
Considera. Una bala entre mil mata a un hombre.
Pregúntate: ¿es sensato ese dispendio
por la muerte de alguien tan joven y tan tonto
que yace -oh, mundo, oh, muerte- debajo del olivo?

Porque, pese a su aparente narratividad, el eje de estos poemas es autobiográfico y su verdadero centro, el propio poeta, que mira hacia fuera confuso y se ve a sí mismo en tierra de nadie:

Mi único par de ojos
contiene el universo que contemplan.
Su reflejada multiplicidad
la contiene un cuerpo vacío
en el que yo reflejo a muchos, en mi uno.

Uno de los poemas más intensos del libro es A un poeta español, dedicado a su amigo Manuel Altolaguirre, una reflexión sobre la ética y la estética de la poesía que comienza con dos versos ambiguos, aplicables al poeta español y a sí mismo:

Tras la ventana contemplabas el vacío
de un mundo en explosión.



Santos Domínguez