30/6/09

Onetti. Obras completas III



Juan Carlos Onetti.
Obras completas III.
Cuentos, artículos y miscelánea.

Edición de Hortensia Campanella.
Prólogo de Pablo Rocca.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2009.


Majestades, excelentísimos señores académicos, dignísimas autoridades, señoras y señores:
Yo nunca he sabido hablar ni bien ni regular. La elocuencia, atributo muy hispánico, me ha sido vedada. Hablo mal en privado, por eso hablo poco en las pequeñas reuniones de amigos, y hablo peor en público, por lo cual sería mejor para ustedes que no les dijera nada.

Así comenzaba Juan Carlos Onetti el único discurso que pronunció en su vida (Montevideo, 1909- Madrid, 1994). Lo leyó el 23 de abril de 1981 en Alcalá de Henares en la recepción del Premio Cervantes y es uno de los textos que recoge el tercer tomo de sus Obras Completas en Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

Con estos Cuentos, artículos y miscelánea, en edición de Hortensia Campanella y con un muy interesante prólogo de Pablo Rocca sobre los límites de la representación narrativa de la realidad, culmina la publicación de las obras completas de Juan Carlos Onetti en Galaxia Gutenberg, tras los dos tomos anteriores, que recogían sus novelas y que se publicaron en 2006 y 2007.

Una tarea iniciada hace seis años y que se cierra con este tercer volumen que aparece en la fecha exacta del centenario de Onetti. Ha sido el tomo de elaboración más complicada, porque reúne por primera vez en un volumen decenas de artículos, un ingente material periodístico disperso y misceláneo. A la dificultad de reunir ese material se une la de organizarlo, pero el resultado está lleno de hallazgos y recuperaciones que justifican el arduo trabajo y compensan el esfuerzo de los editores, con Hortensia Campanella a la cabeza.

Poco hay que decir de nuevo de los cuentos de Onetti, uno de los maestros reconocidos del género en lengua española. Por cierto, una de las novedades que incorpora esta edición es El último viernes, un cuento inédito hasta hace unos días. Aparece -con varios relatos inéditos- junto con El infierno tan temido o Bienvenido, Bob, obras maestras de un género en el que Onetti estuvo a la misma altura, por lo menos, de sus mejores novelas.

Como las novelas, sus cuentos viven en la frontera difusa del mundo real y la ficción, entre el discurso y la historia y exploran la realidad a través de unos personajes de perfiles borrosos y comportamientos complejos.

Los artículos periodísticos, que escribió durante toda su vida, desde la época en que firmaba como Periquito el aguador hasta los veinte años españoles, establecen conexiones constantes con los relatos y las novelas, porque definen el marco de referencia de su mundo literario y abren distintas líneas de reflexión sobre su propia escritura.

Esos artículos no sólo fueron su campo de aprendizaje y de práctica de la prosa. En muchos de ellos recoge sus reflexiones de lector, expresa sus admiraciones y traza un mapa literario con nombres fundamentales para entender su escritura: Faulkner, Proust, Celine, Mann, Cortázar o Rulfo.

La tercera sección recopila, bajo el rótulo Miscelánea, un material tan inclasificable como interesante. Rarezas y rescates en formas variadas: prólogos, autorretratos y autoentrevistas, conversaciones, algún que otro poema o la única conferencia que dictó en 1974, Por culpa de Fantomas, excepcional no sólo por única, sino porque está llena de claves que iluminan su narrativa.

Por eso, los cientos de textos reunidos en este espléndido tomo forman un todo coherente en el que se perciben constantemente líneas de conexión entre cuentos, artículos y esos textos misceláneos, entre lectura y escritura, entre creación, método y reflexión.

Completa la edición un abundante aparato de notas sobre la génesis, la difusión, la recepción y el sentido de estos textos magistrales. En uno de ellos, Retórica literaria, un artículo que publicó en Marcha el 28 de julio de 1939, hace ahora setenta años, definía Onetti su proyecto literario, que no había hecho más que comenzar:

Durar frente a la vida, sosteniendo un estado de espíritu que nada tenga que ver con lo vano e inútil, lo fácil, las peñas literarias, los mutuos elogios, la hojarasca de mesa de café.
Durar en una ciega, gozosa y absurda fe en el arte, como en una tarea sin sentido explicable, pero que debe ser aceptada virilmente, porque sí, como se acepta el destino. Todo lo demás es duración física, un poco fatigosa, virtud común a las tortugas, las encinas y los errores.



Santos Domínguez