1/9/09

Juan Belmonte, matador de toros


Manuel Chaves Nogales.
Juan Belmonte, matador de toros.
Su vida y sus hazañas.
Edición y prólogo de Mª Isabel Cintas.
Ilustraciones de Andrés Martínez y Salvador Bartolozzi.
Biblioteca de la Memoria. Renacimiento. Sevilla, 2009.

Juan Belmonte, matador de toros es una de las mejores biografías que se han escrito en español. Una narración de forma autobiográfica en la que la eficiente ocultación de la voz de Chaves Nogales tras la de Juan Belmonte es su mejor virtud literaria.

Periodista de oficio y dueño de una de las prosas más fluidas y limpias de su época, Chaves Nogales, que había publicado poco antes El maestro Juan Martínez que estaba allí, poseía además un inusual talento narrativo. Por eso intuyó que la superposición del biógrafo y el biografiado en una sola voz sería la clave de su eficacia.

Nunca fue a una corrida de toros. Lo que le interesa a Chaves Nogales en este libro, más que exaltar a una figura del toreo, es retratar al hombre hecho a sí mismo desde la quincallería de la calle Feria y las noches de luna y cerrado en Tablada hasta la plenitud triunfal, anterior y posterior a la muerte de Joselito en Talavera, y coronada por un cortijo con parrales en Utrera.

Juan Belmonte, matador de toros narra en primera persona la forja de un torero que revolucionó el toreo y es la memoria de un tiempo conflictivo y una España problemática escrita en los agitados años finales de la Segunda República.

Pero el libro, además de una incursión en la personalidad y la memoria de Juan Belmonte, además de la memoria de una época, es también una teoría de Sevilla que se inicia con un niño atónito que se asoma a la calle Feria, una calle que es el mundo, una de esas quince o veinte calles del mundo–afirma Chaves Nogales- propicias para la formación de la personalidad:

Los niños que nacen en estas calles se equivocan poco, adquieren pronto un concepto bastante exacto del mundo, valoran bien las cosas, son cautos y audaces. No fracasarán.

A partir de ese momento se inicia un recorrido vital, espacial y temporal por la construcción de un mito viviente que en 1935, cuando se publicó esta biografía, tenía 43 años y seguía en activo, convertido en el espejo en el que se reflejaban el patetismo y los deseos de los demás.

Llevaba por entonces más de veinte años de ejercicio como el presunto y frustrado cadáver próximo que había predicho Rafael Guerra en fallida profecía y había transformado el toreo en un ejercicio espiritual alejado de la disciplina física, en la versión olímpica de un estado de ánimo.

Un estado de ánimo cambiante, asaltado con frecuencia por la duda y el cansancio. No falta en el libro una premonición que anticipa lo que ocurriría treinta años después:

No sé por qué me asaltó aquella monomanía, pero lo cierto es que, a veces, me sorprendía en íntimos coloquios conmigo mismo, incitándome al suicidio. Tenía en la mesilla de noche una pistola, y muchas veces la cogía, jugueteaba con ella y la acariciaba, dando por hecho que de un momento a otro iba a disparármela en la sien.

Este asombroso Juan Belmonte, matador de toros, que acaba de reeditar Renacimiento, es el resultado de muchas horas de conversación del torero y el periodista. Antes que en libro, apareció por entregas en veinticinco capítulos entre junio y diciembre de 1935 en la revista Estampa.

Aquellas entregas semanales iban profusamente ilustradas con 98 fotografías, 98 apuntes de Martínez de León y 20 dibujos de Salvador Bartolozzi que se recuperan en esta edición preparada y prologada por Mª Isabel Cintas.


Santos Domínguez