7/10/09

Enzensberger en el laberinto


Hans Magnus Enzensberger.
En el laberinto de la inteligencia.
Guía para idiotas.
Traducción de Francesc Rovira.
Anagrama. Barcelona, 2009.


Cuando se cumplen cuarenta años de que Anagrama inaugurara con Detalles de Hans Magnus Enzensberger la colección Argumentos, la serie llega al número 400 con En el laberinto de la inteligencia.

¿Qué es la inteligencia y dónde se encuentra?

Nadie sabe con exactitud qué es exactamente eso: la inteligencia, escribe Enzensberger en este ensayo que lleva como subtítulo Guía para idiotas.

Imposible resumir en una definición precisa un concepto que inventaron los griegos, un concepto al que los romanos le añadieron un contenido más emocional y que los teólogos medievales asumieron como un atributo de la divinidad. Un concepto que no aparece en los diccionarios y enciclopedias alemanas hasta comienzos del XIX.

Más allá de su peripecia histórica, la inteligencia se convirtió en ese siglo en el objeto de estudio de la psicología, pero acoge una enorme variedad de fenómenos y matices y eso se refleja en su riqueza sinonímica, menor por cierto que la de su antónimo, la estupidez.

¿Se puede medir la inteligencia?, es la pregunta central de este ensayo de Enzensberger. La vinculación de la psicología al positivismo y a las ciencias experimentales decimonónicas acabó por asediar la inteligencia, presentarla como realidad medible y provocar un artefacto estadístico, el CI.

El coeficiente de inteligencia (CI), inventado por Stern, ha ido convirtiendo los test en un negocio próspero, se ha puesto al servicio de las ideologías racistas y elitistas y hasta ha generado manuales del tipo Hágalo usted mismo para que el interesado se mida su propia inteligencia.

Ante una realidad como esta, Enzensberger ha optado por dar una buena muestra práctica de irónica lucidez crítica con un ensayo en el que ridiculiza los test de inteligencia y los intentos de hacerla mensurable.

En Enzensberger la inteligencia se convierte en fuente principal de la ironía hacia la modernidad y la interpretación optimista de la historia:

una idea fija de la modernidad, una época que se cree superior a todas las demás, desde la Edad de Piedra hasta la Edad Media. Esa profunda soberbia, que va unida a cierta idea de progreso, va de la mano del convencimiento de que el presente constituye la cima de la historia de la humanidad. Implícita o explícitamente, la modernidad considera a nuestros antepasados más estúpidos que ella misma.

Y antes de cerrar la obra con un irónico Himno a la estupidez, Enzensberger concluye:

Así pues, nuestro pequeño paseo por el laberinto de la inteligencia nos conduce a una sencilla conclusión: no somos lo suficientemente inteligentes para saber qué es la inteligencia.

Luis E. Aldave