14/4/10

La enmilagrada


Agustín Gómez Arcos.
La enmilagrada.
Introducción de José Jesús de Bustos Tovar.
Traducción de Adoración Elvira Rodríguez.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2010.

Cabaret Voltaire acaba de publicar una nueva novela de Agustín Gómez Arcos (1933-1998), cuya obra viene recuperando en cuidadas ediciones. Inició esta serie de traducciones del original francés El niño pan, al que siguieron El cordero carnívoro y Ana no.

A ellas se suma ahora La enmilagrada, una novela que escribió entre 1979 y 1980. Menos conocida que las anteriores, pero dotada de su misma fuerza narrativa, está escrita con la misma prosa absorbente, con la misma mirada inmisericorde y habitada por unos personajes tan pegados a la corteza de la tierra como los del resto de su narrativa.

Como el de Blanco White, como el de Juan Goytisolo, el de Agustín Gómez Arcos es uno de esos casos de escritores trasterrados en quienes el exilio es mucho más que un mero alejamiento circunstancial del lugar en que nacieron o donde crecieron: una actitud vital, una forma de ser y de estar en el mundo, de habitar el margen de la sociedad.

Nacido en Almería y muerto en París, novelista reconocido en Francia y hasta hace unos años prácticamente inédito en España, él mismo se consideraba un autor fantasma. Empezó como poeta y como dramaturgo al que machacó con insistencia la censura franquista y ya en el exilio en Francia reorientó su carrera literaria: empezó a escribir novelas en francés, a ser un escritor francés que hablaba del sur y la memoria. La memoria viva, dolorosa y encendida de un escritor desarraigado que cambió de país, de género literario y de lengua. Gómez Arcos pasó de ser un dramaturgo español a un novelista francés que hablaba de la realidad y del pasado con triple distancia: la geográfica, la existencial y la lingüística.

Por eso la mirada de Gómez Arcos es a menudo una mirada irónica o sarcástica. Es la memoria hecha literatura; no mero documento, sino narración elaborada que convierte la experiencia personal en testimonio y el texto en materia literaria y de denuncia. Ese sistema de transferencia de lo personal a lo social, de lo biográfico a lo literario caracteriza la obra narrativa de Gómez Arcos, que plantea un difícil equilibrio entre el arraigo de la memoria y la distancia literaria del desarraigo y el uso de una lengua ajena a esa memoria.

Y pese a eso, su prosa, espléndidamente traducida por Adoración Elvira Rodríguez, que tradujo también El cordero carnívoro y Ana no, tiene una enorme fuerza.

Como en sus anteriores novelas, la memoria, el medio rural, las mujeres protagonistas, el fondo de miseria moral, pobreza y autoritarismo de la posguerra, quedan reflejados por una potente voz narrativa emparentada con Valle, con Solana, Buñuel o Goya. Como en otras novelas de Gómez Arcos, en La enmilagrada el espacio y los personajes están tan vinculados que estos serían inverosímiles o inexplicables si no surgieran de ese contexto rural, cerrado y opresivo.

En ese ambiente transcurre esta novela que tiene su eje en una violación y una venganza y en dos personajes femeninos: la autoritaria Soledad Cuervo (hombre-abuela) y Juliana, la niña enmilagrada que acaba rebelándose contra ese mundo de opresión e injusticia con un siniestro coro negro de beatas al fondo. Lo que se plantea en la novela no es el choque de dos sistemas ideológicos, sino un conflicto de valores ancestrales, ligados al mundo agrario, a la religiosidad primaria y a las sociedades matriarcales.

Como en La casa de Bernarda Alba y otras tragedias lorquianas, a las que tanto debe el universo literario de Gómez Arcos, el desarrollo de la acción conflictiva enfrenta la autoridad con la libertad, el sometimiento con la rebeldía, la sociedad con el individuo.

Como en ellas y como en el resto de la obra de este autor, lo que se pone en primer plano es la función moral y la misión histórica del escritor como testigo. Pero eso no implica –lo comprendieron Lorca y Gómez Arcos- que se prescinda de otros niveles de significado del texto, que desde lo local se remonta a lo universal, desde la fuerza de lo concreto se eleva a un plano general y de la situación histórica pasa a una interpretación de la condición humana.

Santos Domínguez