21/4/10

Las olas


Virginia Woolf.
Las olas.
Traducción de Andrés Bosch.
Lumen. Barcelona, 2010.

Es la novela más experimental y arriesgada de Virginia Woolf y probablemente su cima creativa, su obra más acabada. Las olas, que publicó en 1931, era su séptima novela y en ella alcanzaba su prosa un nivel irrepetible de belleza y perfección.

Su trama es muy sencilla: es la sucesión de monólogos interiores de seis personajes -Bernard, Susan, Rhoda, Neville, Jinny y Louis- que repasan su vida al ritmo de las olas en la playa, en un constante ir y venir por el tiempo y la memoria.

A ellos se suma un séptimo personaje, Percival, probable trasunto de su hermano, al que los lectores no le oyen hablar, pero al que se refieren los otros seis personajes, tras quienes se ha querido ver a T.S. Eliot, Lytton Strachey y otros miembros del grupo de Bloomsbury.

Como hilo conductor, enmarcan los monólogos nueve intermedios escritos en tercera persona que van fijando el paso del tiempo sobre un cambiante paisaje costero a lo largo de un día. Entre el amanecer y el ocaso, ese marco temporal simboliza el tránsito de la infancia a la plenitud juvenil, a la madurez y a la vejez de los personajes.

Este es comienzo de la novela, cuando aún no ha amanecido:

Aún no había salido el sol. El mar no se distinguía del cielo, salvo por unos ligeros pliegues, como un paño arrugado. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, una raya oscura se iba formando en el horizonte dividiendo el cielo y el mar, y en el paño gris se formaban gruesas líneas que avanzaban bajo la superficie, una tras otra, cada una siguiendo a a anterior, persiguiéndose en un movimiento perpetuo.

Más próximos en su tensión lingüística al poema en prosa que a la narrativa, esos interludios y los monólogos interiores desarrollan un flujo de conciencia similar al oleaje en su ritmo ininterrumpido, en una sucesión que construye la imagen de la vida que pasa, de la sangre que fluye, la metáfora del tiempo imparable.

Toda la realidad exterior se filtra a través de la conciencia de los personajes, que hablan de sus sensaciones, expresan sus pensamientos y sus recuerdos, sus percepciones del mundo. A través de uno de ellos, Rhoda, se expresa la propia autora.

En su diario, Virginia Woolf anotó el complejo proceso de escritura de Las olas, sus dudas y su satisfacción final ante un libro que consideró el primero en el que conseguía un estilo propio.

Lumen lo publica ahora en su Biblioteca Virginia Woolf con traducción de Andrés Bosch.

Santos Domínguez