30/6/11

Equipaje de vacaciones. Narrativa

Pierre Bergounioux.
Una habitación en Holanda.
Traducción de David Stacey.
Minúscula. Barcelona, 2011.

Por una vez, el sueño de la razón no produjo monstruos, sino el Discurso del método, que Descartes soñó en Suabia y escribió en Holanda. En un breve e intenso libro, a medio camino entre el ensayo y la narración, Pierre Bergounioux hace un recorrido por los orígenes de la modernidad y por la aceleración histórica que provocaron las obras de Montaigne, Shakespeare o Cervantes, que modificaron el sentido del mundo.

Pero lo que aborda inolvidablemente Una habitación en Holanda, que publica Minúscula, es la peregrinación geográfica e intelectual de Descartes en busca de un territorio propicio para el pensamiento. Lo encontró finalmente en la libertad, la soledad, el silencio y el clima inhóspito de los Países Bajos. Ese exilio voluntario y distanciado le permitió reflexionar, redactar su obra y redibujar el mundo, lejos de la costumbre, lejos de las certezas de los paisajes conocidos.


Clemens Meyer.
La noche, las luces.
Traducción de Ernesto Calabuig.
Menoscuarto. Palencia, 2011.

Quince relatos que llevan al lector al territorio desolado de la desesperanza, la oscuridad y la carencia. Hay más noche que luces en unos textos que transcurren en ambientes urbanos y en interiores sórdidos en los que sobreviven unos personajes que habitan los márgenes de la sociedad alemana posterior a la caída del muro de Berlín.

Clemens Meyer da cuenta en estos relatos de unas vidas sombrías marcadas por el alcohol, el paro o la delincuencia, por las relaciones conflictivas con el mundo y con los demás.

La noche, las luces, el primer libro que se traduce del alemán Clemens Meyer, lo publica Menoscuarto y contiene quince cuentos unidos por la fuerza expresiva del narrador que habla en primera persona de un presente sin futuro. Hemingway en Leipzig.


Oscar Wilde.
La importancia de ser socialista.
Traducción de Óscar Palmer.
Breviarios de Rey Lear. Madrid, 2011.

El Wilde más provocador, ácido e ingenioso, capaz de extraer matices insospechados a cualquier planteamiento ideológico, a cualquier situación social. El dandismo, la paradoja, el cinismo y la mordacidad recorren La importancia de ser socialista, unos textos en los que Oscar Wilde abordó el socialismo como un proceso que debería dar como su mejor fruto el individualismo. Un nuevo individualismo que debería ser también un nuevo helenismo.

Tras La importancia de no hacer nada y La importancia de discutirlo todo, que Rey Lear publicó en esta misma colección, Oscar Wilde escribió en 1891 el ensayo El alma del hombre bajo el socialismo, que se recupera ahora con una nueva traducción y un título que lo conecta con los dos libros anteriores.

Szilárd Rubin.
Breve historia de un amor eterno.
Traducción de Éva Cserháti
y Antonio Manuel Fuentes Gaviño.
BackList. Barcelona, 2011.

Con un título que, por desorientador, es quizá lo peor del libro, BackList publica Breve historia de un amor eterno, una excelente novela del húngaro Szilárd Rubin (1927-2010). La peripecia problemática de Attila y Orsolya y de sus amores imposibles va mucho más allá de la mera relación amorosa o de la sexualidad desatada que acaban desarrollando. Como en todas las novelas verdaderamente importantes, en ella cabe el mundo: la sociedad húngara de la posguerra, las relaciones personales, la felicidad y la crueldad, la destrucción del tiempo, la realidad y los sueños, la sangre y la belleza, el espíritu y la carne en una violenta espiral de contradicciones que se anuncia ya en la paradoja de la breve eternidad del título.

Ángel Zapata.
Las buenas intenciones y otros cuentos.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.

No es frecuente que un libro de relatos se reedite. Una de las felices excepciones es esta recuperación que hace Páginas de Espuma de una de las mejores colecciones de relatos de los últimos diez años, Las buenas intenciones y otros cuentos, de Ángel Zapata. Catorce relatos que conectan con la mejor tradición de la narrativa breve del medio siglo en España, especialmente con el magisterio de Medardo Fraile. Entre la normalidad y la extrañeza, hay en estos relatos personajes que respiran lo normal y se asombran de vez en cuando, mediadores en peleas de perros y un pirómano misterioso, el más allá de un hombre borroso o un niño que pregunta dónde viven los inicuos, unas mollejas de pollo que están duras y provocan una rebelión a bordo tras cruzar el Cabo de Hornos con viento favorable, dos náufragos que recorren una isla de Oceanía para hacer montoncitos de letras huérfanas. Catorce historias variadas en temas, técnicas y tonos, en los que lo excepcional irrumpe en la realidad cotidiana y el humor convive con la rebeldía en un volumen que se completa con un epílogo -Quince apuntes en torno al cuento- en el que Zapata resume resume su poética del cuento: el realismo desvía al cuento de su vocación, porque lo propio del cuento es que no apunta a la realidad.



Karel Capek.
Hordubal.
Traducción y notas de
Patricia Gonzalo de Jesús.
El olivo azul. Córdoba, 2011.

Con Hordubal (1933), El Olivo Azul empieza a publicar la Trilogía Noética de Karel Capek (1890-1938), uno de los autores en lengua checa más importantes del siglo XX. Capek, uno de los fundadores de la ciencia ficción con obras como La krakatita, que se tradujo en esta misma editorial, escribió en Hordubal una novela psicológica y una trama policial sobre la justicia y la culpa, sobre la opacidad de las conductas, sobre la identidad y las motivaciones secretas del comportamiento. La conciencia, la verdad problemática, el amor y el pecado constituyen el fondo narrativo de esta novela basada en un caso real de asesinato a partir de la peripecia de un personaje que vuelve a su casa tras ocho años como emigrante eslovaco en Estados Unidos.


Marcos Giralt Torrente.
El final del amor.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.

Marcos Giralt Torrente reúne en El final del amor (Páginas de Espuma) cuatro relatos -casi cuatro novelas cortas por su ritmo narrativo y por la profundidad de los personajes- sobre amores desarticulados, con protagonistas que viven entre la desorientación y la apatía. Nos rodean palmeras, Cautivos, Joanna y Última gota fría se titulan las cuatro exploraciones en la relación amorosa desde distintas perspectivas narrativas. Cuatro indagaciones en primera persona sobre el fracaso de las relaciones personales. Este libro, que obtuvo el II Premio internacional de narrativa breve Ribera del Duero, confirma a Giralt Torrente como uno de los autores más sólidos e interesantes de las últimas promociones narrativas.



Norah Lange.
Personas en la sala.
Prólogo de Carola Moreno.
Barataria. Humo hacia el sur. Barcelona, 2011.

Durante mucho tiempo Norah Lange (Buenos Aires, 1905-1972) ha visto limitada su presencia en la historia de la literatura argentina a una triple condición extraliteraria: la de ser amiga de Borges, musa de la vanguardia bonaerense y mujer de Oliverio Girondo. A sacarla de esa tiniebla contribuyó no hace mucho la edición de su obra completa. La publicación ahora de Personas en la sala en la colección Humo hacia el sur de Barataria obedece a ese mismo afán de rescate de una obra injustamente postergada. Empezó su actividad como poeta para acometer después la exigente labor de una prosa narrativa dotada de una ambición innovadora que asume lo mejor de la herencia vanguardista sin renunciar a la comunicabilidad. Esta novela de 1950 es una de sus mejores obras, “un juego de exhibicionismo y voyeurismo a partes iguales”, como señala en su excelente prólogo Carola Moreno.


Camilo José Cela.
La rosa.
Austral. Madrid, 2011.

Entre el recuerdo y la ficción, entre la prosa lírica y la capacidad narrativa, entre la descripción y el diálogo, La rosa es el primer volumen de un proyecto de memorias que Cela concibió bajo el título general de La cucaña. Aparecieron en 1959, cuando su autor ya gozaba de un prestigio que el tiempo ha ido mermando. En todo caso, la evocación de la infancia entre 1916 y 1923 en una Galicia rural, la calidad y la eficacia de su prosa, la suma de humor negro y melancolía hacen de este libro que publica Austral por primera vez en formato de bolsillo y con abundantes ilustraciones una de las obras de Cela que mejor han soportado el paso del tiempo.


Santos Domínguez

29/6/11

Equipaje de vacaciones. Poesía


María Victoria Atencia.
El umbral.
Pre-Textos. Valencia, 2011.

El último libro de María Victoria Atencia es un escalón más en el continuo proceso de depuración formal y espiritual de su poesía. Una poesía reflexiva y sensorial que comparte con el pájaro y el árbol su doble vocación de luz y altura, encauza sus imágenes en el ritmo sereno de sus versos y en una honda conciencia de la temporalidad y la belleza del mundo. En El umbral, como en toda su obra, la elegancia, la armonía y la serenidad de su palabra son un ejercicio constante de hondura meditativa, de delicadeza en la contemplación estética y de búsqueda de trascendencia y de fusión con una realidad más alta a través de la mirada sutil a la naturaleza o de la experiencia amorosa: Descansaba yo en paz, alta la tarde, / y estaba el cielo en paz y tú venías.



Javier Reverte.
Poemas africanos.
Versos de Cordelia. Madrid, 2011.

El cielo era un lamento de cuchillos: / así el desierto. Veinte años de poemas se reúnen en estos textos que Javier Reverte escribió en sus viajes por África. Las costas del Sáhara, Zanzíbar, Fez, Tindouff, Ifni, Río Muni o Essauira son los lugares en los que surgieron estos Poemas africanos que completan la imagen del espléndido narrador de viajes que es su autor. Está en ellos el continente del alto Atlas y las interminables costas atlánticas, los desiertos y la vegetación, la cara y la cruz de África: océanos de hambre, / secas tierras sin alma (...) el jugo de la selva empapando la carne / y un canto milenario de tambores /que celebran la vida.


José María Millares Sal.
Krak.
Calambur. Madrid, 2011.

En Las Palmas, en febrero de 2009, fechó José María Millares Sal su último libro, Krak, que dejó preparado unos meses antes de morir. Como Liverpool, como Esa luz que nos quema, como los Cuadernos, este es un libro asombroso, pero aún más radical. Krak es el nombre del intruso que irrumpe como un torbellino en la vida del poeta en 2008 para desordenar el mundo y someterlo a la lógica del caos. Sonriente y diabólico, brutal y corrosivo, Krak -un espíritu sin espíritu- recorre perturbadoramente estos poemas visionarios con una libertad y una potencia que va más aún más allá del resto de los libros de Millares Sal.



Juan Miguel González.
Visión de la piedad.
Prólogo de Ignacio Gómez de Liaño
Libros del Aire. Madrid, 2011.

Libros del Aire publica una nueva entrega de la colección Jardín Cerrado. Visión de la piedad, del malagueño Juan Miguel González, es un libro de fondo dionisiaco que Gómez de Liaño inscribe en su prólogo en una teología poética heredera de Jorge Santayana. Sus tres partes (Visión de la piedad, Espacio de la celebración y En la clara palabra) completan un recorrido existencial y celebratorio en el que conviven los otoños y el mes de marzo, la fugacidad y los paisajes animados, la melancolía y la plenitud, las preguntas en la noche y los jardines, el amor y la muerte, el consuelo de la palabra, la contención del verso, la mirada clara hacia lo oscuro: cuervo del corazón, sangre en la nieve.


Ilse Aichinger.
Consejo gratuito.
Traducción e introducción
de Rosa Marta Gómez Pato.
Linteo. Orense, 2011.

Con un frontispicio de Antonio Gamoneda y edición de Rosa Marta Gómez Pato, Linteo publica Consejo gratuito, de la poeta austríaca Ilse Aichinger (Viena, 1921). Apareció en 1978, cuando su autora tenía 57 años, y es su único libro de poemas. En él proyecta Ilse Aichinger su mirada crítica contra el silencio y la falta de memoria histórica sobre el pasado del nazismo, sobre su secuela de cicatrices y humillaciones. La calidad y la intensidad de sus poemas son una contestación a los automatismos del lenguaje convencional, presentan la realidad conocida desde la perspectiva inédita de la extrañeza. Esa exploración nueva de la realidad que plantean sus textos tiene como base otra exploración de carácter estilístico que da lugar a la subversión verbal de los poemas. De la suma de esa heterodoxia en la reflexión poética y del radical inconformismo de sus enfoques estilísticos, surge este Consejo gratuito, que está considerado como uno de los libros fundamentales de la poesía en alemán de los últimos cincuenta años.


Robert Browning.
La apología del obispo Blougram.
Introducción y traducción de Carlos Pujol.
Pre-Textos. Valencia, 2011

Nos interesa el límite peligroso de las cosas./ El ladrón honesto, el asesino sensible,/ el ateo supersticioso. Con esos versos de la Apología del obispo Blougram, de Robert Browning, abría Orhan Pamuk su novela Nieve. Son tres de los mil versos del soliloquio del obispo católico, que constituyen “uno de los poemas más asombrosos de toda la literatura universal”, como señala Carlos Pujol en el prólogo que ha preparado para su traducción de esta edición bilingüe que publica Pre-Textos. Un texto en el que se concentran monólogo y debate, ironía y controversia a lo largo de un soliloquio ambiguo y desconcertante que sigue planteando preguntas y desconcertando al lector con incertidumbres y paradojas como las de los versos que evocaba Pamuk. Esa ha sido en el fondo una de las misiones de la literatura.



Luis García Montero.
Ropa de calle.
Antología poética (1980-2008).
Edición de José Luis Morante.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2011.

Entre lo íntimo y lo público, entre la poesía urbana y la poesía como conocimiento, rascacielos y aviones, aeropuertos y playas, teléfonos y taxis, cervezas y divorcios son algunos de los escenarios y los decorados materiales y sentimentales en los que transcurre la obra poética de García Montero. Desde los libros de los años ochenta hasta Vista cansada, que coincidía en su publicación con los cincuenta años del poeta, Ropa de calle recoge tres décadas de poesía de Luis García Montero. El volumen, que acaba de aparecer en Cátedra Letras Hispánicas, va presentado por una introducción de José Luis Morante, que se ha ocupado también de la amplia selección de textos. La poesía como necesidad de estarle hablando / a una silla vacía.



Carlos Edmundo de Ory.
Los aerolitos.
Prólogo de Félix Grande.
Calambur 20 años. Madrid, 2011.

En la espléndida colección conmemorativa de sus veinte años, Calambur publica Los aerolitos, de Carlos Edmundo de Ory, una amplia antología de sus textos más característicos. Seleccionados por su autor y prologados por Félix Grande, son chispazos verbales, relámpagos escritos desde el asombro y la inocencia de una mirada inaugural (soy un sabelonada) o desde el desengaño que no se permite el patetismo. Beligerantes o celebratorios, en los aerolitos conviven la risa y el llanto (Mis muletas: el espanto y el humor), el fulgor y la noche, el juego y el fuego, lo admirable y lo preocupante, como señala Félix Grande en su prólogo Aerolitos delfines.

Mi oficio es encender llamas, escribe en uno de ellos Ory. Entre la revelación verbal y el aullido del lobo en la noche, entre el calambur y la metáfora, los aerolitos son fuegos de palabras de quien, mano a mano con la nada, es testigo de la dolorosa felicidad del hombre, de quien hizo del desierto su patria, hablaba de usted a los árboles y pobló con la duda su única certeza.

Porque Ory se veía a sí mismo como un limpiabotas del verbo y veía el mundo como una fábrica de lágrimas, pero sabía también que un poema es la autobiografía del sueño y que la poesía es un vómito de piedras preciosas.


Santos Domínguez

27/6/11

Colette. El fanal azul


Colette.
El fanal azul.
Traducción de Adolfo García Ortega.
BackList. Barcelona, 2011.

Pese a que me había prometido no escribir nada más después de La estrella vespertina, ahora voy y lleno doscientas páginas con algo que no son ni unas memorias ni un diario. Que mi lector se aguante: como un fanal de día y de noche, azul entre dos cortinas rojas, muy pegada a la ventana como una de esas mariposas que se duermen en su interior por la mañana en verano, mi lámpara azul no alumbra acontecimientos del rango de esos que dejan atónitos.

Así justificaba Colette la escritura de El fanal azul, que publica BackList con traducción de Adolfo García Ortega.

La novelista escribió estos textos entre 1946 y 1948, poco antes de su muerte. Para entonces tenía unos setenta y cinco años y era una mujer marcada por el dolor y por la limitación física de una artritis que había hecho de ella una inválida lúcida que no se resigna a renunciar a la vida ni a la escritura y que ilumina sus días y sus noches con una lámpara cuya luz azul ilumina los folios azulados en que escribe. Es el fanal azul al que alude el título, pero es también una metáfora de la memoria y de la mirada de la escritora sobre su mundo:

Quería que este libro fuese un diario. Pero no sé escribir un verdadero diario, es decir, conformar cuenta tras cuenta, día tras día, uno de esos rosarios a los que la precisión del escritor, la consideración que tiene de sí mismo y de su época, bastan para dar valor, como el color de una joya. Escoger, anotar lo que fue notable, quedarse con lo insólito, eliminar lo banal, etcétera, no es lo mío, porque la mayor parte del tiempo suele ser lo cotidiano lo que me llama la atención y me vivifica.

Es un mundo marcado por el paso del tiempo, por la pérdida de los amigos muertos, por lugares como Ginebra, París, Beaujolais o Grasse. Y por un presente doloroso y limitador que se asume como una expresión de la vida, igual que la fugacidad de los días:

Los días pasan idénticos, acuciados por desaparecer, llevando cada uno clavado en su centro, en su ascenso, en su descenso, la punzante petición de vida que es el dolor físico.

Porque estos textos de Colette están atravesados por los pájaros y las flores, por las huertas y los jardines, el cine y la música, por amigos como Jean Marais y Cocteau, por los perros y los niños molestos, por las cartas que recibe, por una emocionada evocación de su amiga, la actriz Marguerite Moreno, por las reuniones que presidía en la Academia Goncourt, por una ilimitada capacidad de asombro y por unos recuerdos que nunca dejan paso al patetismo ni a la autocompasión: Nada va a peor, la que se aleja soy yo, tengamos calma.

Se alejó definitivamente en 1954, cinco años después de la publicación de El fanal azul. Fue lo último que escribió, pero no descartaba seguir escribiendo. Lo anunciaba así al final del libro:

Con humildad, voy a seguir escribiendo. No hay otra elección para mí. Pero ¿cuándo se deja de escribir? ¿Qué avisa de su final? ¿Alguna torpeza de la mano? Antes creía que en la tarea de escribir sucedía como en los demás trabajos; soltada la herramienta, se exclama de alegría: "¡Acabado!", y se sacude uno las manos, de las que llueve el polvillo de una arena que se ha tenido por preciosa... Pero en la figura que describe ese polvillo de arena sólo se lee esta palabra: "Continuará..."

Santos Domínguez

24/6/11

Milosz. Antología poética


Czesław Miłosz.
Tierra inalcanzable.
Antología poética.

Traducción de Xavier Farré Vidal.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2011.

En la esencia de la poesía hay algo indecente:
brotan de nosotros cosas que no intuíamos tener,
así que pestañeamos como si de nosotros saltara un tigre
y estuviera iluminado golpeándose los flancos con la cola.


Es una de las estrofas de ¿Ars poetica?, un poema que Czesław Miłosz escribió en Berkeley en 1968. En aquella universidad fue profesor durante décadas uno de los mejores poetas que dio el siglo XX.

Y ese texto, que es uno de sus poemas centrales, forma parte de Ciudad sin nombre, uno de los quince libros que se recogen en Tierra inalcanzable, la amplia antología poética de Czesław Miłosz que acaba de publicar Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores con traducción, selección y prólogo de Xavier Farré Vidal.

Este libro será uno de los referentes de la celebración del año Milosz con motivo del centenario de su nacimiento en Lituania en 1911. Milosz evocaría aquel país como un territorio de leyendas mitológicas y de poesía, con una naturaleza a la medida del hombre. Y aunque siempre se consideró un poeta polaco -pues esa era la lengua que hablaba y en la que escribía- y no lituano, los paisajes y el espíritu de Lituania nunca lo abandonaron, como recordaba el poeta en su discurso de recepción del Nobel en diciembre de 1980.

Había nacido en Vilna, la ciudad que fue cambiando de nombre con las vicisitudes históricas que hicieron de Lituania una parte del Imperio ruso, una región polaca, una república de la URSS y por fin un país independiente. Es la ciudad sin nombre que da título a uno de los libros más importantes de Milosz, una metáfora del poeta, de su identidad personal, de sus cambios de lugar. Por eso en la memoria arcádica de la infancia y los bosques lituanos buscará Milosz su verdadera patria y algunos de los referentes de su mundo.

También su poesía, unitaria si se la ve como un proceso coherente, muestra una constante evolución. En la obra de Milosz, que para poetas como Joseph Brodsky o Seamus Heaney es una de las cimas de la literatura del siglo XX, conviven la mirada reflexiva sobre la naturaleza con la ambición visionaria y la memoria personal con la convulsa historia política de la Europa contemporánea.

Se recogen en esta antología abundantes muestras de dieciocho libros: desde el irracionalismo de los primeros -Poema sobre el tiempo congelado y Tres inviernos- hasta los póstumos Últimos poemas, pasando por libros cruciales como Salvación o Tierra inalcanzable, del que toma título esta selección que recorre muchos de los poemas memorables de Milosz:

Convertido tan sólo en una mirada, seguiré absorbiendo las proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios, una calle parisina en junio, al alba, toda esta incomprensible abundancia, la incomprensible abundancia de las cosas visibles.

Entre dos formas extremas de concebir la poesía –las que representan Orfeo y Tiresias- sitúa Seamus Heaney una parte fundamental de la obra de Milosz:

Miłosz –escribía Heaney- reconstruye el mundo eterno de un niño a la orilla de un río y, al mismo tiempo, expresa la desesperación de un adulto cuyo nombre “está escrito en el agua”.

En esa mezcla de meditación y revelación, en la integración de la herencia de T. S. Eliot y el salmista, de Virgilio y Cavafis, residen muchas de las claves del mundo poético de un poeta elegiaco y epifánico a un tiempo, como subraya Xavier Farré en el prólogo de esta edición, la más completa en español de un poeta fundamental en la literatura del siglo XX, que cerraba así su ¿Ars poetica?:

Porque un poema se escribe raras veces y con desgana,
bajo una presión inaguantable y sólo con la esperanza
de que buenos y no malos espíritus nos tengan como instrumento.

Santos Domínguez

22/6/11

Jardiel en Hollywood


Enrique Jardiel Poncela.
A 40 kms del Pacífico
y 30 de Charles Chaplin.

Prólogo de Evangelina Jardiel Poncela.
Rey Lear. Madrid, 2011.

En noviembre de 1943 firmaba Enrique Jardiel Poncela el prólogo de un libro misceláneo, Exceso de equipaje, complementario de su anterior Libro del convaleciente. Ese volumen lo abría Mis viajes a Estados Unidos, donde Jardiel recogió los artículos que había publicado en la prensa sobre las impresiones que le produjeron sus dos viajes a Hollywood entre 1932 y 1935 para trabajar allí durante dos temporadas como guionista de la Fox.

Un viaje que comienza en París, pasa por Nueva York para comprobar lo difícil que es pisar el asfalto en Broadway y llega a Los Ángeles para terminar en la mesa revuelta de Hollywood.

Jardiel pasa en los primeros capítulos de la descripción de los compañeros de viaje en tren -en Cheyenne, Wyoming, Estados Unidos, vive cierto señor, llamado Phineas Simpson, que es un animal de bellota-al diario de viaje en barco -Comer; hacer gimnasia; aburrirse elegantemente; fumar sin ganas; leer sin ganas; pasear sin ganas; bailar sin ganas (...) La vida a bordo no es muy alegre. Pero, en cambio, las fiestas son tristísimas-, o al demoledor tratado de gastronomía: Aquí estoy yo, por ejemplo, luchando, ebrio de odio, contra un brawn hindquarters of lamb, que si se lo sirven en la cárcel a Gandhi justifica por entero sus huelgas del hambre.

Un incidente en la oficina de inmigración, los rascacielos de Manhattan, las cataratas de gente que suben y bajan al subway en Broadway, los barrios de Nueva York -la descripción tiene que ser vertiginosa-, el recuerdo de Al Capone –el álgebra al servicio del asesinato- en Chicago-un pueblo cuyo nombre aún da miedo-, los viajes en tren a través de miles de kilómetros -La realidad de los días de viaje es un paisaje de una monotonía que hace llorar. Desiertos, desiertos, desiertos... Campos, campos, campos... Y estaciones de gasolina Richfield, estaciones de gasolina Richfield, estaciones de gasolina Richfield (…)¿Por qué al viajar por Estados Unidos se piensa, ante todo, en que está uno cruzando un solar? –hasta Los Ángeles -a 40 kilómetros del Océano Pacífico y a 30 de Charles Chaplin.

Y ya en Hollywood, los actores, la industria del cine, las fiestas, los restaurantes, el panorama - En el cielo andaluz flotan dirigibles-, una película de la ciudad de las películas, una ciudad en la que se trasnocha como en Madrid y se madruga como en Burgos, con calles tan en cuesta, que son un poco menos verticales que las paredes, los teatros para negros, los «burlescos», los restaurantes, las tiendas de tonterías y las Navidades -Baila uno no sabe con quién; bebe uno no sabe con quién, y se besa uno no sabe con quién. La pechera del smoking queda llena de números de teléfono que han ido escribiendo en ella los hombres y las mujeres con los que, sin enterarnos, hicimos amistad circunstancial a lo largo de la noche- o una noche de estreno en Fox Hills

La reedición de Rey Lear, prologada por su hija Evangelina, incorpora, además de un monólogo que Jardiel escribió para la actriz Catalina Bárcena en 1932 sobre las intimidades de la ciudad del cine, un abundantísimo material gráfico –postales, fotografías, facturas, sellos, la carta de un menú o un posavaso- que ilustra y documenta aquella aventura americana de un Jardiel Poncela que estaba entonces en su plenitud creativa como dramaturgo y como prosista de vanguardia. Su mirada incisiva, asombrada o ingenua, su humor y su ingenio recorren estas páginas que mantienen su frescura por encima del tiempo.

Santos Domínguez

20/6/11

El desguace de la tradición


Javier Aparicio Maydeu.
El desguace de la tradición.
En el taller de la narrativa del siglo XX.
Cátedra. Madrid, 2011.

Si en su anterior Lecturas de ficción contemporánea, que publicó también Cátedra, Javier Aparicio Maydeu trazaba un mapa de la narrativa del siglo XX, en su reciente El desguace de la tradición se convierte en un maestro de taller que escribe un manual de mecánica y nos abre así la puerta de la lectura de la novela contemporánea.

Una puerta que se abre en el mismo lugar que en el libro anterior: en la calle donde está el taller Kafka, de donde arranca la metamorfosis del realismo tradicional, y llega hasta la posmodernidad de DeLillo y la cultura de masas, hasta Italo Calvino, El loro de Flaubert de Julian Barnes y Foster Wallace -un geniecillo encerrado en la botella de la tradición.

En este espléndido manual de instrucciones se dedican capítulos al Ulises de Joyce como una broma infinita, a la pandemia poética de Faulkner en El ruido y la furia, al bosque narrativo de Marcel Proust y su máquina del tiempo, a Nabokov y su Pálido fuego como ejercicio de impostura del narrador o a la técnica y la táctica del realismo mágico a través de Cien años de soledad.

El desguace de la tradición es un excepcional curso de literatura contemporánea en quince capítulos y medio, un ejercicio comparatista y multidisciplinar de integración y transversalidad con la pintura o la música que se cierra con una visita al almacén del taller, con un catálogo de piezas del proceso creativo y de la tradición desguazada y con un enciclopédico dossier de textos de la narrativa del siglo XX, una completísima antología de casi quinientas apretadas páginas en las que están los textos fundamentales de la ficción contemporánea, una vuelta a las fuentes primarias en las mejores traducciones al español.

Pero todo esto no es más que una débil aproximación a este impagable manual lleno de destornilladores y de llaves inglesas que permiten acceder a los mecanismos que explican el funcionamiento de quince novelas representativas del último siglo. Quince novelas que desguazan la tradición de la novela mimético-realista en un proceso creativo visto desde dentro, desde la perspectiva autocrítica del escritor.

El desguace de la tradición es muchos libros a la vez, una caja de herramientas multifuncionales, una biblioteca circular más compleja que la que imaginó Borges, un laberíntico jardín de senderos que se bifurcan y ofrecen múltiples posibilidades al lector que los recorre, una carta de navegación por la renovación oceánica de la novela contemporánea, una casa de citas, unas páginas amarillas que remiten a las mejores librerías del mundo, un libro ilustrado con abundantes imágenes y reproducciones de manuscritos, una antología indispensable de la modernidad, un tratado de narratología, un compendio de ejercicios para un examen final, una lectura que desmonta las claves del proceso creativo para explicar la mecánica de la narración contemporánea, una guía de lecturas y relecturas en un taller de desguace de la novela clásica que es también una planta de reciclado de materiales que se utilizan de otra forma en el nuevo mecanismo de la novela del siglo XX.

Y por encima de todo eso, es un libro que se ha escrito pensando en el lector, un libro interactivo que ofrece hipervínculos y glosarios para que navegue por el libro y por la literatura contemporánea a su antojo hipertextual, una estimulante invitación a la lectura de quien antepone a cualquier otra condición la de lector apasionado que contagia a otros lectores esa enfermedad pegadiza de la literatura de la que habló Cervantes. Como mecánico experto y como lector apasionado, Javier Aparicio no tiene problema para mancharse las manos, para tomar partido y opinar, para hacer participar al lector en una lectura inagotable y agotadora.

Un libro torrencial y festivo, alejado de las prescripciones académicas y de los tópicos canónicos, tan inusual como imprescindible.

Santos Domínguez

17/6/11

Borges. Poesía completa


Jorge Luis Borges.
Poesía completa.
Lumen. Barcelona, 2011.

Ser en la vana noche /el que cuenta las sílabas, dejó escrito en uno de los tankas de El oro de los tigres Jorge Luis Borges, cuya Poesía completa acaba de publicar Lumen en una cuidada edición en tapa dura.

Mi destino es la lengua castellana, decía en uno de sus poemas. Un destino feliz para la lengua y la literatura en español el de esta poesía mayor en la que conviven el pensamiento y la revelación, los espejos y los tigres, los laberintos y las pesadillas, las mitologías escandinavas y la lluvia vespertina en el arrabal de Palermo.

Una poesía poblada por las sombras de la ceguera y las imágenes potentes, por el flujo narrativo del alejandrino o el estremecimiento contenido del soneto. Desde Fervor de Buenos Aires (1923), que contiene entre líneas el germen de su poesía posterior, hasta Los conjurados (1985), con que la culminó asombrosamente, El hacedor, Elogio de la sombra, La moneda de hierro o El oro de los tigres recogen sucesivamente “los diversos o monótonos Borges”- las palabras son del Prólogo que escribió para esta Poesía completa quien murió hace ahora veinticinco años.

Un largo paréntesis de silencio que duró más de treinta años separa sus tres primeros libros de El hacedor, que ya en los años sesenta suponía, más que la recuperación de su poesía el hallazgo de una voz propia y de un tono personal con el que construye un universo poético irrepetible. Una voz poética que en El otro, el mismo siguió creciendo entre la sombra a la que dedicó su siguiente Elogio de la sombra.

Esos libros marcaron en los años sesenta un antes y un después en la poesía en español, no sólo en la trayectoria poética de Borges, que volvió a brillar en El oro de los tigres, en la plenitud de La rosa profunda y en la prodigiosa madurez de La moneda de hierro, Historia de la noche, La cifra y en esa cima absoluta que es Los conjurados, que muchos de los lectores de Borges celebran como su mejor libro.

Un Borges que, por cierto, no hablaba de sus libros, sino de los poemas que lo componían:

Tres suertes – escribía en el prólogo de toda su poesía- puede correr un libro de versos: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.
Si el tercero fuera mi caso, yo querría sobrevivir en el Poema conjetural, en el Poema de los dones, en Everness, en El Golem y en Límites,
uno de sus textos memorables:

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son lo que me ha querido y olvidado;
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.

Santos Domínguez

15/6/11

El perro que comía silencio


Isabel Mellado.
El perro que comía silencio.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.

Del primer cuento – El perro que comía silencio- toma su llamativo título este volumen de relatos de Isabel Mellado que publica Páginas de Espuma. No es la única sorpresa de un libro pródigo en ellas: la presentación de la realidad desde perspectivas inusuales que abordan lo cotidiano con la mirada de los animales o los objetos, la experimentación verbal, el hecho de que sea el primer libro de la autora, violinista y chilena…

El asombro que provocan muchas de las páginas del libro es la consecuencia del asombro previo de la autora de estos relatos organizados en tres partes -Mi primera muerte, La música y el resto y Huesos- de distinta temática y tonalidad, incluso de distinto rango genérico, porque aquí conviven el relato breve con el microrrelato y el aforismo con la greguería en una celebración lúdica del lenguaje que culmina en las páginas de Huesos, la tercera parte del volumen.

Hablaba más arriba de la perspectiva narrativa y del asombro, de una mirada sin prejuicios, por encima de la lógica cotidiana. Pongo ahora unos ejemplos de lo que se puede encontrar el lector de estos cuentos: los recuerdos de un perro zurdo; un espejo furioso que no funciona los domingos; las reflexiones de la Gioconda, que ve el mundo desde la eternidad del cuadro de 77 x 53 en una habitación de doscientos metros cuadrados; un triángulo ateo; diálogos de colores y formas; una mujer que se enamora de un pez y se lo lleva a un hotel para acabar descubriendo que no es virgen; un ombligo políglota y prófugo; el duermevela de un insomne; la nota larga de un violinista minimalista; el domingo de una pianista narrado por su gato; el despertar de un chelo; un hibisco crecido con el arte de la fuga de Bach; un jazzista cornudo…

Argumentos y situaciones inusuales, claro, pero que a través de la literatura y de la capacidad narrativa de su autora sumergen al lector en una realidad que tiene sus propias claves y su lógica autónoma.

Como la música.

Santos Domínguez

13/6/11

Fumaroli. La diplomacia del ingenio


Marc Fumaroli.
La diplomacia del ingenio.
De Montaigne a La Fontaine.

Traducción de Caridad Martínez.
Acantilado. Barcelona, 2011.

Los dieciséis ensayos que Marc Fumaroli reúne en La diplomacia del ingenio, que publica Acantilado con traducción de Caridad Martínez, se centran en la prosa del clasicismo francés del siglo XVII. De Montaigne a La Fontaine, de los últimos Valois a los primeros Borbones, Fumaroli recorre una episodio crucial en la literatura francesa: la configuración de la prosa literaria.

Sus dieciséis capítulos van precedidos de un prefacio que es en realidad otro ensayo que proyecta una visión general sobre el conjunto de la obra, sobre la conexión entre los distintos capítulos y sobre su sentido global, sobre la relevancia social del estilo y su relación con el sentido común y, en definitiva, una panorámica de la construcción de un modelo social basado en la prosa como instrumento de entendimiento entre los franceses.

Escritos a lo largo de más de treinta años, estos ensayos muestran una serie de líneas que convergen en un centro: el proceso de fijación de un canon de modernidad a través de la prosa y de géneros nuevos (ensayos, memorias, correspondencia) en los que esa prosa fija el canon del buen uso de la lengua literaria francesa.

Un canon que perdura en la actualidad y combina la claridad y el refinamiento en una prosa sin afectación que refleja el buen hablar y el sentido común. Frente a la agudeza del barroco español, la prosa clásica francesa asume la claridad del arte de la conversación. Y frente al ingenio elitista y oscuro de la literatura para minorías, esa prosa usa un estilo abierto, transparente y socializador pensado para el intercambio entre personas. La configuración de esa prosa pasó a ser a la vez asunto de estado e instrumento de vínculo social: el tejido conjuntivo de la nación francesa.

Fue Montaigne quien, a la vez que creaba el nuevo género del ensayo, usaba en su prosa el estilo de la libertad, un estilo intermedio entre la altura literaria y el uso corriente. Así empezó a consolidarse un modelo estilístico capaz de combinar la elegancia y la transparencia.

No se trataba, por tanto, de una mera cuestión de estilo, sino de algo más hondo y más transcendente: de la construcción de un modelo cultural y social que sería durante décadas el más representativo de la modernidad literaria en Europa.

Tan representativo, tan vigente, que la lucidez, el rigor y la hondura de Marc Fumaroli tienen su mejor cauce en la excelencia de una prosa como la suya, templada en el espejo de los modelos clásicos que aborda en estos estudios.

Santos Domínguez

10/6/11

Carles Riba. Elegías de Bierville



Carles Riba.
Elegías de Bierville.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de
Marta López Vilar.
Libros del Aire. Jardín Cerrado. Madrid, 2011.

A finales de enero de 1939, Carles Riba (Barcelona, 1893-1959), poeta, catedrático de griego, católico y republicano, atravesaba la frontera de Francia camino del exilio en un penoso viaje compartido con Antonio Machado.

Aquel viaje y aquella frontera que lo reducía a la condición de desterrado marcaban una línea roja, delimitaban un antes y un después en la vida y la poesía de Carles Riba, que rememoraba aquel trauma diez años después, en el prólogo a la segunda edición de sus Elegías de Bierville, uno de los libros más bellos y más intensos de la poesía europea del siglo XX. Fue una experiencia que me sumergió de lleno dentro del sentimiento del exilio. Entré en él como en la muerte.

Y así, en aquel antiguo molino de Bierville, se inicia una aventura espiritual y literaria que le permitirá remontarse desde la nada hacia sí mismo en un viaje de regreso en el que le asisten Ulises y Orfeo, en un viaje interior del juego al fuego, de la superficialidad de la vanguardia a la transcendencia y a la honda comprensión del mundo y de sí mismo. Un viaje, por cierto, similar al que realiza la cultura europea tras las experiencias postraumáticas de las dos guerras mundiales.

Fue en Bierville donde Carles Riba escribió las cinco primeras elegías y donde tuvo la primera revelación de lo que habrían de ser las doce que componen el libro. Maravilla y sorpresa fue para mí el primer verso nacido súbitamente completo y armado de una exigencia de renovación, explicaba admirado el poeta.

Como Rilke recibió a la orilla del mar el regalo del primer verso de las Elegías de Duino, Riba recibió el primer verso de la primera elegía:

Era secret el camí, fabulós de tristeses divines...

Una revelación cuyo ritmo adaptaba al sistema de la métrica silábica y acentual de las lenguas románicas el ritmo cuantitativo de los dísticos griegos de la elegía antigua. Y además de Rilke, resuenan en estos textos, en la coherencia interna de cada uno de ellos y en su sentido global las voces de Hölderlin, Valéry y Eliot, de los clásicos griegos a los que había traducido, de los metafísicos ingleses del XVII y los místicos españoles del XVI.

Pero eso es lo de menos. Lo importante es que entre la revelación de ese primer verso y el silencio que sucedió al último de la última elegía, los doce poemas o el poema único que se desarrolla en doce tiempos, el poeta realiza un viaje de regreso hacia sí mismo, el viaje purificador del hijo del destierro, una iluminación de la realidad y una búsqueda de sentido mediante la palabra.

Un viaje interior que arranca del vacío, de la conciencia de la desposesión y la insuficiencia de la palabra, para transformarse en un recorrido iniciático y órfico que le revela el sentido de la vida y de la muerte.

Cuando Carles Riba comenzó a escribir estas Elegías de Bierville – explica Marta López Vilar en su espléndido prólogo, La palabra en transparencia- supo que regresaba. ¿Dónde? Esa respuesta sólo incumbe a la poesía: ese lugar transparente que está y no se explica, igual que nosotros no podemos explicarnos ante un espejo. Todo poema es una forma de regreso a uno mismo, y eso quedó marcado en la voz poética de Carles Riba.

La voz de un creador que se siente como un desterrado de la patria y del paraíso y evoca la libertad que defendieron los soldados de Salamina, el sueño de una isla verde, el recuerdo de una Grecia lejana que se confunde con la Cataluña perdida o la contemplación de la luz plena de junio.

Son algunas de las estaciones de paso para ese viaje de vuelta al pasado, a la patria perdida, pero sobre todo a su propia identidad. Y así esa experiencia del desposeído va más allá de su propio y limitativo carácter doloroso, bucea en lo más hondo del lamento por la pérdida para emprender el retorno hacia sí mismo y darle un nuevo sentido al presente y a la realidad.

De manera que el libro nace de la pérdida, pero contiene una iluminación en la sombra, es una elegía pero también una oda en la que el exilio es el punto de partida del regreso y lo funeral acaba transformándose en ímpetu creador y en impulso hímnico de salvación con la memoria.

En 1942, un año antes de regresar del exilio, publicaba Carles Riba estas Elegías con un falso pie de imprenta en Buenos Aires. Aunque de manera parcial, veía clandestinamente la luz uno de los libros esenciales de la poesía catalana. Un libro que tuvo su edición definitiva en 1949 en Santiago de Chile, con un pie de imprenta auténtico, con un prefacio a la segunda edición en donde Riba explica el proceso de creación y el sentido último del libro, y con unas notas finales que esclarecen las imágenes y las alusiones sobre las que se vertebra cada poema.

Descatalogada y prácticamente inencontrable la edición bilingüe que publicaron en 1985 Marca Hispánica y la Diputació de Barcelona con la traducción de Alfonso Costafreda del año 56 y con prólogo de José Agustín Goytisolo, esta nueva edición bilingüe que publica Libros del Aire con prólogo y traducción de Marta López Vilar recupera en español la voz de uno de los poetas imprescindibles del siglo XX, que nos dejó versos tan memorables como estos, de la Elegía II:

Súnion! T'evocaré de lluny amb un crit d'alegria,
tu i el teu sol lleial, rei de la mar i del vent:
pel teu record, que em dreça, feliç de sal exaltada,
amb el teu marbre absolut, noble i antic jo com ell.
Temple mutilat, desdenyós de les altres columnes
que en el fons del teu salt, sota l'onada rient,
dormen l'eternitat! Tu vetlles, blanc a l'altura,
pel mariner, que per tu veu ben girat el seu rumb;
per l'embriac del teu nom, que a través de la nua garriga
ve a cercar-te, extrem com la certesa dels déus;
per l'exiliat que entre arbredes fosques t'albira
súbitament, oh precís, oh fantasmal! i coneix
per ta força la força que el salva als cops de fortuna,
ric del que ha donat, i en sa ruïna tan pur.



¡Súnion! Te evocaré de lejos con un grito de alegría,
a ti y a tu sol leal, rey del mar y el viento:
por tu recuerdo que me eleva, feliz de sal exaltada,
con tu mármol absoluto, antiguo y noble yo como él.
¡Templo mutilado, desdeñoso de las otras columnas
que en el fondo de tu salto, bajo la ola sonriente
duermen la eternidad! Tú velas, blanco en la altura,
por el marinero que por ti dirige su rumbo;
por el ebrio de tu nombre, que a través del desnudo carrascal
viene a buscarte, extremo como la certeza de los dioses;
por el exiliado que entre oscuras arboledas
súbitamente te divisa, ¡oh preciso, oh fantasmal! y conoce
por tu fuerza la fuerza que lo salva a golpes de fortuna,
rico de lo que ha dado y en su ruina tan puro.

Santos Domínguez

8/6/11

Di Benedetto. Trilogía de la espera

Antonio Di Benedetto. 
Trilogía de la espera. 
Zama / El silenciero/ Los suicidas. 
Prólogo de Juan José Saer. 
Epílogo de Sergio Chejfec. 
El Aleph Editores. Barcelona, 2011.

En una limpísima edición, enmarcada por un prólogo de Juan José Saer y un epílogo de Sergio Chejfec, El Aleph Editores recupera tres novelas fundamentales de Antonio Di Benedetto (Mendoza, 1922-Buenos Aires, 1986). Aunque no fueron concebidas inicialmente como una trilogía, Zama, El silenciero y Los suicidas tienen una serie de rasgos temáticos y estilísticos comunes que permiten y hasta aconsejan leerlas como un todo (la Trilogía de la espera) que enriquece su sentido. 

 La obra narrativa de Antonio Di Benedetto es, pese a su carácter minoritario, una obra mayor en la literatura hispánica del siglo XX, “uno de los momentos culminantes de la narrativa en lengua castellana”, en palabras de Juan José Saer. La literatura de Di Benedetto es fundamentalmente una narrativa del matiz y de la intensidad. En ella conviven la precisión y la sutileza, la reflexión profunda y el registro coloquial, la potencia descriptiva y el arranque lírico. En esa convivencia están algunas de las claves de un estilo propio e irrepetible que los lectores reconocen incluso visualmente por la configuración de los párrafos. 

Desde el comienzo memorable de Zama, con la imagen del cadáver de un mono llevado y traído por las aguas del muelle, hasta la evocación de Marcela que cierra Los suicidas, las novelas de Di Benedetto funcionan como mecanismos de precisión que van más allá de la mera construcción intelectual e involucran emocionalmente al lector. Son bombas de relojería que contienen un potente material destructivo, porque en ellas se concentran el tiempo y el secreto, y la intensidad de palabra se pone al servicio de una reflexión existencial sin treguas ni concesiones. 

 Los cincuenta capítulos de Zama, una narración ambientada en el Paraguay de finales del XVIII y organizada en tres secuencias temporales (1790, 1794, 1799), construyen una novela del presente, no una novela histórica, ni una evasión, ni una reconstrucción de decorados del pasado. La figura del protagonista que da título a la novela, ese Don Diego de Zama que se pasa la novela en una interminable espera, es la de un contemporáneo. Es una alegoría del hombre que espera, como el Giovanni Drogo de Buzzati en El desierto de los tártaros, como el coronel que no tiene quien le escriba en la novela corta de García Márquez. Y como toda alegoría, está fuera del tiempo, en una intemporalidad compartida por el protagonista con el mono muerto que ve en el muelle movido por unas aguas que lo llevan y lo traen: 

  Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos. Ahí estábamos, por irnos y no. 

 Una imagen que se completa con la leyenda del pez rechazado por las aguas: 

  Dijo que hay un pez, en ese mismo río, que las aguas no quieren y él, el pez, debe pasar la vida, toda la vida, como el mono, en vaivén dentro de ellas; aún de un modo más penoso, porque está vivo y tiene que luchar constantemente con el flujo líquido que quiere arrojarlo a tierra. Dijo Ventura Prieto que estos sufridos peces, tan apegados al elemento que los repele, quizás apegados a pesar de sí mismos, tienen que emplear casi íntegramente sus energías en la conquista de la permanencia y aunque siempre están en peligro de ser arrojados del seno del río, tanto que nunca se les encuentra en la parte central del cauce, sino en los bordes, alcanzan larga vida, mayor que la normal entre los otros peces. Sólo sucumben, dijo también, cuando su empeño les exige demasiado y no pueden procurarse alimento. Yo había seguido con viciada curiosidad esta historia, que no creí. Al considerarla, recelaba de pensar en el pez y en mí a un mismo tiempo. 

 La identificación de Zama con esas dos metáforas protagonizadas por animales es, pues, explícita. La espera inútil del personaje es una alegoría de la vida, de la angustia existencial, de la soledad y la incomunicación, de un desaliento que invade no solo al personaje, sino al ritmo de la novela, a su sintaxis, a unos párrafos y unas frases que van perdiendo extensión a medida que avanza este que Juan José Saer definió como “un libro perfecto.” 

 Tal vez porque era consciente de la altura a la que había llegado con esta novela de 1956, Di Benedetto tuvo la certeza de que todo lo que escribió después de Zama no eran más que variaciones sobre los planteamientos centrales de este libro, la raíz de la que surgen El silenciero (1964) y Los suicidas (1969), que son –en su búsqueda radical del silencio definitivo y en su acercamiento a la autodestrucción del suicida- la consecuencia ética y el desarrollo estético de Zama. 

 La derrota, la soledad, el silencio, la espera, la incomunicación construyen las claves de una lógica del ensimismamiento que provoca la degeneración física y la desintegración psicológica, la pérdida de la identidad y la memoria de los narradores-protagonistas de estas tres novelas. Tres novelas que brillan en la oscuridad, como recuerda Sergio Chejfec en el epílogo que evoca la figura de Antonio Di Benedetto, autor de una escritura “definitiva”, “única” y “extraterritorial”. 

 La recuperación de estas tres novelas en un tomo abre una puerta que permite adentrarse en la literatura brillante y secreta, irrepetible y desolada de uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX.

Santos Domínguez

6/6/11

Luis Cernuda. Años de exilio


Antonio Rivero Taravillo.
Luis Cernuda.
Años de exilio (1938-1963)

Tusquets. Barcelona, 2011.


A comienzos de 1964, poco después de la muerte de Luis Cernuda, José Emilio Pacheco escribía este párrafo en la Revista Mexicana de Literatura:

En guerra contra el mundo, sin otros poderes que los de la poesía, Cernuda demostró algo que jamás aprenderemos: una de las formas de grandeza alcanzables por el escritor es quedar mal con todos, hacer las cosas para que no le gusten a nadie. De este modo, Cernuda vivió en una arisca soledad, cercada de rencor por todas partes: legítima defensa de un ser vulnerable en extremo, de un caído en el infierno que acepta el mal y, al expresarlo, lo conjura.

Esas palabras, que trazaban el retrato elocuente de un poeta que hizo de la arisca soledad su manera de habitar el mundo y de habitarse a sí mismo, se ponen al frente de Luis Cernuda. Años de exilio (1938-1963), el segundo tomo de la biografía de Cernuda que ha escrito Antonio Rivero Taravillo y que publica Tusquets en su colección Tiempo de memoria.

Pero tan significativo como ese párrafo palabras del poeta mexicano es un episodio que evoca el biógrafo. Ocurrió cuando Cernuda estaba ya en Estados Unidos, y daba clases en Mount Holyoke, Nueva Inglaterra: una antigua alumna había visitado el cuarto que tenía en el campus y allí vio sobre la mesilla de noche un marco dorado que no enmarcaba ninguna fotografía. Era una metáfora del vacío y la soledad en que transcurrió gran parte de la vida de Cernuda, que alguna vez previsiblemente pondría allí una foto, por ejemplo la de aquel Salvador de los contemplativos Poemas para un cuerpo.

Esa imagen reveladora, que evoca en el lector los versos de Remordimiento en traje de noche y el cuerpo vacío que los recorre, contiene en cifra la vida y la obra de Luis Cernuda. Es uno de esos momentos en los que se tiene la impresión de haber llegado al centro más hondo de un personaje tan contradictorio y problemático como ese poeta decisivo.

La segunda parte de esta biografía que está llamada a ser la definitiva de Luis Cernuda se abre cuando el poeta llega a París en febrero de 1938 para iniciar un peregrinaje, un viaje a la desolación que le llevaría a Inglaterra, a Estados Unidos y a México, su segunda patria. De esta experiencia traumática e intensa, de sus contradicciones y sus tensiones, de su zozobra y sus privaciones, de su soledad y su aspereza, saldría lo mejor de la obra de uno de los poetas fundamentales de la literatura española contemporánea, que hizo del exilio – de España y de sí mismo- su manera de estar en el mundo.

Una mitad de luz Otra de sombra /No separadas: confundidas, escribió de él Octavio Paz.

Contradictorio y difícil, Luis Cernuda plantea a quien se acerca a su figura las mismas dificultades que planteaba su trato personal. Combinaba de manera desconcertante fragilidad y desprecio, altivez y carencias, delicadeza y exabrupto, exquisitez y grosería, retraimiento y exhibicionismo. No deja de ser sorprendente que quien hizo un programa de vida de la insociabilidad - a veces turbulenta, a veces huidiza- se preocupase de manera tan extremada por su aspecto físico y su indumentaria.

Y con esa dificultad se habrá enfrentado también Rivero Taravillo a la hora de abordar el recorrido minucioso por la vida y por los poemas de Luis Cernuda, el día a día circunstancial de la peripecia personal que se vuelca siempre en su literatura y del que surgieron versos y libros como Vivir sin estar viviendo, Con las horas contadas o Poemas para un cuerpo.

Sólo podemos conocer la poesía a partir del hombre, había escrito Luis Cernuda en un artículo sobre Eluard. Y por eso, tras el primer volumen -Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938)–, los años que aborda Rivero Taravillo en la segunda entrega de la biografía de Cernuda fueron decisivos en el giro que dio la obra del poeta, que encontró su tono de voz más auténtico en la poesía inglesa, tan frecuentada en sus diez años de exilio en Inglaterra, y que no abandonó cuando se trasladó a Estados Unidos para acabar instalándose en México.

En pocos poetas del 27 se unen tan intensamente obra y biografía, de manera que La realidad y el deseo, Ocnos o Variaciones sobre tema mexicano contienen la autobiografía del poeta más que el Historial de un libro o que su voluminosa y dispar correspondencia.

Porque frente a la hipocresía de la pareja Salinas – Guillén (¿Qué tenemos nosotros que ver con este marica? No me es antipático, me repugna), Cernuda era incapaz de simulaciones en su vida y en su obra. Y esa actitud, que en sí misma no le añade valores literarios al texto, permite leer su poesía en clave autobiográfica, y además la mantiene viva, porque sigue circulando por ella la sangre de lo verdadero y su voz nunca parece la de un impostor.

Y, sobre todo, esa verdad radical y esa severa falta de autocomplacencia que recorre su obra justifica una biografía como esta, que se puede leer también como una espléndida antología del mejor Cernuda, uno de los poetas más poderosos y decisivos del siglo XX en España y América.

Porque, más allá de su dolorosa historia personal, libros como Las nubes o Desolación de la quimera acabarían marcando el rumbo de la poesía en español a ambos lados del Atlántico.

Santos Domínguez


3/6/11

Vida y poesía de Juan Bernier


Juan Bernier.
Diario (1918-1947).
Edición de Juan Antonio Bernier.
Pre-Textos. Valencia, 2011.

La vida es una recta monótona que solo cuando se quiebra o se curva merece la pena contarse, escribió Juan Bernier (1911-1989) en el Diario que publica Pre-Textos en una edición preparada y prologada por Juan Antonio Bernier, sobrino nieto del poeta, de aquella “rama desprendida del árbol de Cántico”, como lo llama Ginés Liébana en la plumilla que se ha elegido como imagen de portada del libro.

Y de esas curvas está lleno este texto que aparece íntegro por primera vez, una obra en marcha y en constante reescritura y revisión, aunque su autor lo circunscriba a los años que van de 1918 a 1947.

La primera parte, que llega hasta 1936, no es estrictamente un diario, sino una memoria autobiográfica de la infancia y la juventud de Juan Bernier. El diario propiamente dicho, con anotaciones de fechas concretas –una de ellas tan rara como la titulada Antro nocturno, fechada el 30 de febrero (sic) de 1941-, habla de la experiencia del terror franquista en las calles de Córdoba, de la experiencia de la guerra civil en los frentes de Aragón o de Cataluña, del destierro en Puente Genil, de arte y filosofía, de religión y sexualidad oscura y secreta, de amigos como Ricardo Molina, Pablo García Baena o Julio Aumente con los que fundaría Cántico.

Y sobre todo de la conciencia de la homosexualidad, de los encuentros furtivos y constantes con muchachos, de las exploraciones de la noche por parques, avenidas o arrabales, en busca de adolescentes depravados, pequeños tímidos y muchachos complacientes, de su doble vida, del miedo y de la culpa: Escribo de lo que pesa en mí, anotaba el 13 de junio de 1942.

Esa conciencia culposa de la diferencia, la suma de deseo y tristeza, la difícil relación con los hombres y la incomprensión convierten a Bernier en un marginal ensimismado en el secreto, porque únicamente en mí mismo encuentro comprensión.

Y así el Diario se convierte en una manera clandestina de poner en orden su excepcionalidad, sus ideas y sus instintos, de explicarse a sí mismo en medio de una sociedad tan cerrada como la cordobesa de la posguerra, de asumir su condición y obedecer a la naturaleza, lo que se convertirá en una de las claves de su mundo poético:

No podemos “los excepcionales” levantar la cabeza, sobresalir de la superficie calma de la vida social o religiosa, pero también es legítimo que los perpetuamente callados hablemos algunas veces; aunque no sea más que para dar motivos al desprecio de los demás, hablamos. Por necesidad de jugar un papel. Nuestro papel. El que está dentro del corazón de cada uno.

Esa es la prehistoria literaria de Juan Bernier, que a la vez que cerraba este Diario que contiene el fermento de su mundo literario, iniciaba su trayectoria como poeta con la fundación de Cántico y con la presentación de Aquí en la tierra al premio Adonais.


Juan Bernier.
Poesía completa.
Prólogo y edición de Daniel García Florindo.
Pre-Textos. Valencia, 2011.

A la vez que el Diario, Pre-Textos edita la Poesía completa de Juan Bernier en un volumen que recoge sus cuatro libros de poesía, además de dos decenas de textos sueltos que habían ido apareciendo en revistas.

Entre Aquí en la tierra (1948) y En el pozo del yo (1982), Juan Bernier fue el más expresionista y desgarrado de los poetas de Cántico, el de expresión más atormentada. El epicureísmo hedonista, la exaltación del cuerpo, la añoranza de una mítica Edad de Oro soñada en el paisaje andaluz de Córdoba y Málaga, recorren una poesía atravesada por el vitalismo escéptico y por una mirada escindida en la compasión pagana de Bernier que evoca en su prólogo el responsable de la edición, Daniel García Florindo.

Sus cuatro libros se organizan en dos etapas separadas por un largo paréntesis silencioso de casi veinte años, los que separan Una voz cualquiera (1959) de Poesía en seis tiempos (1977). La sensualidad vital, la concepción panteísta de la naturaleza y el ritmo caudaloso del verso libre dejaron paso a la contención expresiva, a la esencialidad y a la brevedad del verso y del poema.

En la poesía de Bernier conviven el humanismo y la heterodoxia, lo sensorial y lo ético, el sur y el deseo, la belleza y la muerte, la corporalidad y el grito de protesta contra la opresión de una sociedad que aniquila al individuo.

Y entre el hedonismo y la compasión, entre la oración y el deseo, escribió versos como estos:

Permitid, Señor, un poco de lujuria en este mundo.
Permitid que el roce de los labios sea caliente levadura,
permitid que las pupilas de luto del deseo se hundan en el pozo de otros ojos,
permitid que la mano del osado amante palpe la sangre ajena estremecida.

Dejad hervir la entraña de los machos sobre la piel desnuda,
dejad el juego de los adolescentes labios bucear en los senos de los lirios,
dejad las vírgenes con su secreto fuego ardiendo en piras escondidas,
dejad los muslos de los verdes tallos mezclarse en llamas
de tacto, en apretadas lianas de caricias.

Que el rubor se desnude enteramente y la escultura
surja de tactos y torrentes,
que los zumos de ojos exprimidos y de brazos
manen de fuentes secretas y de labios.
Permitidlo, Señor, que ya sufrieron sus penas los humanos,
que ya, bastante, la carga duró sobre los hombros.


Santos Domínguez

1/6/11

Zurbarán. El pintor del misticismo


Cees Nooteboom.
Zurbarán.
El pintor del misticismo.

Traducción de María Condor.
Siruela. La Biblioteca Azul / Serie mayor.
Madrid, 2011.

The Sacred Made Real se titulaba la exposición de pintura española del Siglo de Oro que está en el origen de este Zurbarán. El pintor del misticismo, de Cees Nooteboom.

Aquella muestra se expuso en la National Gallery, en pleno centro de Londres. Pero –recuerda Nooteboom- quien entraba en las salas se olvidaba del tráfago de Trafalgar Square y se sumergía en el silencio de un tiempo sin tiempo, en un lugar profundo habitado por rostros, cuerpos y objetos de los que emanaba un silencio que, como los rostros de estos cuadros, no es de este mundo.

Noteboom, un escritor de talento y sensibilidad inusuales, conecta la pintura de Zurbarán con la mística española de los siglos XVI y XVII. Porque Zurbarán nació en 1598, cuando moría Felipe II y aquella España imperial en decadencia se encerraba cada vez más en sí misma, en la renuncia y en la espiritualidad.

Es lo sagrado hecho realidad (The Sacred Made Real), una de las claves fundamentales del pensamiento barroco y la actitud desengañada del discreto, y el motor de muchas de sus manifestaciones artísticas, desde el teatro y la imaginería a la poesía o la pintura.

Fue un tiempo complejo y contradictorio, lleno de claroscuros tenebristas, de pliegues y matices cromáticos como los de los hábitos de los frailes de Zurbarán, un tiempo resumido en la profundidad tridimensional de sus naturalezas muertas o sus crucificados.

Zurbarán se había formado como pintor en Sevilla, la capital del barroco español, y allí, como Velázquez o Murillo, desarrolló buena parte de su carrera artística. Su mundo plástico, recogido en las cincuenta espléndidas reproducciones que ha seleccionado Cees Nooteboom para esta honda e intensa aproximación a la pintura de Zurbarán que publica Siruela, es el del contraste barroco.

Un barroco que combinaba teatralidad y recogimiento, el mundo superior y el terrenal, lo cotidiano y lo sagrado, la espiritualidad y los humildes cacharros de barro.

La biografía de Zurbarán es la de un hombre discreto y silencioso. Ese mismo silencio es el que emana de sus cuadros mudos. Y es que si Velázquez pintó el aire, Zurbarán pintó el silencio suspendido de los cuerpos o de las cosas, iluminados siempre por una luz que viene de arriba.

Solamente un hombre modesto y meditativo, como indudablemente fue Zurbarán, pudo pintar así el silencio inabordable que emana de las cosas en sí, escribe Cees Nooteboom.

Zurbarán es, en palabras de Nooteboom, el pintor de lo indescriptible. Por eso de la contemplación de su pintura parece surgir un enigma y quizá, como reconoce el ensayista, no es posible acercarse más a un enigma.

Santos Domínguez