3/2/12

Rafael Pérez Estrada. Jardín del Unicornio


Rafael Pérez Estrada.
Jardín del Unicornio.
Prólogo de Antonio Soler.
Calambur 20 años. Madrid, 2011.

Como “un talento en continuo proceso de depuración” define Antonio Soler a alguien tan indefinible como Rafael Pérez Estrada en el prólogo –Rafael- que ha escrito para presentar Jardín del Unicornio, el título con el que Calambur culmina la cuidada colección conmemorativa de su vigésimo aniversario.

Pérez Estrada publicó este libro en 1989 en una edición malagueña de tirada reducida y escasa difusión. Por su fecha de aparición ninguno de sus textos quedó recogido en la espléndida antología que se cerraba en 1988 y formaba parte de la colección Ciudad del Paraíso del ayuntamiento de Málaga.

Esta recuperación en Calambur ofrece una nueva oportunidad de entrar en el deslumbrante mundo poético de aquel heterodoxo inclasificable que hizo del riesgo el centro de su escritura y de la imaginación el motor poderoso de su creatividad.

Pérez Estrada llegó a la literatura desde la pintura. Y ese origen estético influye de manera determinante en su producción literaria, en su predilección por la imagen y en la plasticidad de su estilo.

Transgresor en su visión del mundo y en su práctica literaria, la alta calidad de su prosa visionaria, barroca y superrealista se levanta como alternativa a una realidad plana en un ejercicio de irracionalismo e imaginación que lo conectan con William Blake y un culturalismo que recuerda al Lezama Lima de Paradiso.

Pérez Estrada fue un creador total cuya producción no acepta más cauce que su sostenida voluntad de estilo y una creatividad que le hace huir de los límites de los géneros literarios. En este Jardín del Unicornio se concentra gran parte de un mundo literario que proyecta su fuerza imaginativa sobre el mundo real para metamorfosearlo con distanciamiento y para fundar una nueva realidad con su palabra creadora y su mirada alucinada.

Rafael Pérez Estrada fundó universos paralelos y amplió los horizontes de la realidad con un despliegue imaginativo y verbal que aquí aborda -con un tono que está entre el tratado apócrifo y la leyenda mitológica, con una mirada que confunde la realidad y el sueño- la fisiología amatoria del Unicornio, su naturaleza, su pasión y su muerte para culminar en el Retablo del Unicornio, la sección que lo cierra simétricamente y recoge los temas y las tonalidades que recorren el libro desde el primer texto ( El Unicornio es un enloquecido del amor, un transverberado, un místico de la inmediatez erótica, y un enardecido impotente, fiel hasta el final al resplandor vítreo del espejo) hasta el último ( En el Museo de Cluny, una dama muestra su seno de ónix a un espejo ovalado, mientras una nube deshace su blancura en el atardecer)

Las piedras preciosas y los espejos, las iluminaciones de las metáforas, las nubes y la sombra del ángel son algunas de las claves con las que se construye este libro especular y cambiante en el que el mito se hace autobiografía cifrada y la escritura se convierte en vuelo y liberación.

Su estética y su ética vital están más cerca de lo dionisíaco que de lo apolíneo. Y si la sorpresa le une a la vanguardia, su imaginación es barroca. Por eso en el fondo de sus textos están siempre el desengaño, la temporalidad, la escenografía. Porque todo eso también es el Barroco.

En Jardín del Unicornio, como en buena parte de la obra de Pérez Estrada, lo invisible se convierte en objeto del saber y la imaginación se reivindica como una forma superior de conocimiento.

Y, como en buena parte de su obra, también al fondo de este jardín están el dolor y la melancolía, depurados por la palabra, suavizados por la analogía del reflejo y contenidos por la conciencia artística del poeta, por su ímpetu visionario y por la potencia natural con la que brota y fluye su prosa, ese otro espejo en el que se difuminan las aristas del dolor.

Santos Domínguez