29/11/12

Cimas y abismos de José Luis Parra



José Luis Parra.
Cimas y abismos.
Antología poética.
Selección y prólogo de Antonio Cabrera.
Renacimiento. Sevilla, 2012.

José Luis Parra: Estrago del tiempo y esplendor de la poesía. Con ese título, profético y exacto, resume Antonio Cabrera el sentido de la escritura poética de José Luis Parra (1944-2012) en el prólogo de Cimas y abismos, la antología que apareció en Renacimiento pocos meses antes de la muerte del poeta.

En ese prólogo a su selección de poemas, Antonio Cabrera destaca el proceso de ósmosis entre vida y poesía que alimenta la obra del poeta tardío y el muerto prematuro que fue José Luis Parra.

Porque la poesía no puede nunca con la vida; la vida con la poesía, a veces. Y el tiempo con la palabra, nunca.

Y es que la vida y el tiempo habrán hecho su estrago irreparable, pero no podrán con el esplendor memorable de algunos de los mejores poemas de Parra, con la progresiva intensidad de sus libros sucesivos, sobre todo desde La pérdida del reino. Poemas como este Noviembre, de Tiempo de renuncia:


Tardíamente llegas a mí, país sereno,
otoño dulce, destilada luz.
¿Tardíamente digo? ¿No es, quizás, prematuro,
cuando el clima del corazón aún reverbera
de excesos y nostalgia?
Nada, nada
en mi vida llegó a su hora justa:
muertes anticipadas por el miedo,
impuntuales citas, demoras humillantes
cuando el vigor del cuerpo joven, con más ferocidad,o
precisos cumplimientos reclamaba.
¿No vibra ahora, delicado, el armonioso acorde?
En leve balanceo, en transparente música,
caen las hojas de los plátanos,
salpica la llovizna
tenue de las acacias.
Aunque temo del frío los rigores,
compasiva comienza a ser la carne,
y los labios caídos susurran por el suelo
su mansa aceptación.

La conciencia del tiempo y sus devastaciones, el conocimiento del vértigo y las ruinas son el centro de una poesía caracterizada por la cercanía de su tono y la intensidad de una palabra fluida y sólida que se mueve en el difícil filo que transcurre entre lo narrativo y lo lírico, entre la precisión expresiva y el vuelo de la imagen, a caballo entre la ironía y la emoción.

De poeta a poeta escribe Antonio Cabrera en el prólogo: “estamos ante un poeta para quien la poesía se sobrepone a la vida, ya enumerada por las renuncias y socavada por los descensos.” Un poeta que sabe –añade Cabrera- que “la belleza nunca es modesta, no pierde nunca la sustancia de su brillo. El amor caduco alcanza a regalar todavía instantes grávidos. El sol sigue clavando rayos en el banco de la cocina. El mirlo silba. Hay a veces una luz leonada. Y existe la cerveza.”

Porque en la trama verbal y emocional de todo poeta elegíaco hay un fondo hímnico, ese impulso levanta algunos de los mejores  poemas de José Luis Parra, como este baudeleriano y otoñal Adieu, vive clarté, de su último libro, Inclinándome.

Con él se cierra esta antología, Cimas y abismos, que toma de este texto repleto de antítesis su título, central en la obra de Parra y muy significativo de su desgarro afectivo:

Con qué dulzura expira este verano
de corteses tormentas y turbias claridades,
y qué melancolía
no haber sabido aprovechar su regalada plenitud,
aunque el otoño, con pausada cadencia,
no menos pleno y sosegado se presiente.
En el confín de la orfandad,
cimas y abismos, que tanto me elevaron
y me hundieron,
                              por fin caminan juntos
en una extraña e inquietante calma.
Ah concordia tardía,
la alegría y la desesperación
son ya casi lo mismo.

Santos Domínguez