28/1/13

Faulkner. Ensayos & discursos


William Faulkner.
Ensayos & discursos.
Traducción, introducción y notas 
de David Sánchez Usanos.
Prólogo de James B. Meriwether.
Capitán Swing. Madrid, 2012

Walt Whitman dijo, entre pretenciosas e hipertrofiadas banalidades, que para tener grandes poetas también debe haber grandes audiencias. Si Walt Whitman se dio cuenta de esto debe de resultar universalmente obvio en estos días de radios que nos informan y de las llamadas revistas de alto copete que corrigen nuestra información; por no hablar del toque personal de los programas de lectura. Y aun así, ¿qué han hecho los periódicos y los programas para hacer de nosotros grandes audiencias o grandes escritores?, ¿han cogido estas sibilas al neófito delicadamente de la mano instruyéndole en los fundamentos del gusto? Ni siquiera han intentado inculcarle una reverencia por sus misterios (despojando así a la crítica incluso del valor emocional -¿y de qué otro modo vas a controlar al rebaño si no es mediante sus emociones?, ¿hubo alguna vez alguna multitud lógica?-). De modo que no hay tradición, no hay espíritu de equipo: todo lo que se necesita para ser admitido en las filas de la crítica es una máquina de escribir.

Con ese párrafo abría William Faulkner en 1925 su breve ensayo Sobre la crítica, uno de los ciento doce textos que publica Capitán Swing en el excelente Ensayos & discursos con traducción, introducción y notas de David Sánchez Usanos y prólogo de James B. Meriwether.

Ha pasado casi medio siglo desde la aparición de la edición original de Essays, speeches & public letters, una recopilación póstuma de la obra ensayística de Faulkner que se publicó en 1966, cuatro años después de la muerte del novelista.

A aquel volumen, inédito hasta ahora en español, se añadieron en una segunda edición –la que acaba de traducirse- casi cuarenta textos, en un espléndido y variado conjunto que completa la imagen múltiple y compleja de un autor imprescindible.

Discursos, Ensayos, Prólogos, Reseñas y Cartas públicas son las cinco secciones en las que se organiza cronológicamente un material, señala James B. Meriwether, “revelador de Faulkner, el artista y Faulkner, el hombre. Los textos al mostrarnos algo de lo que este escritor inmensamente dedicado, inmensamente complejo y profundamente hermético eligió revelar públicamente acerca de sí mismo durante las últimas cuatro décadas de su carrera nos permiten comprender, un poco mejor, al hombre y su obra.”

Sobre esa heterogeneidad insiste el traductor, David Sánchez Usanos en su texto introductorio, William Faulkner o cómo ganar una partida de dados:

A pesar de que esta colección presenta cierta diversidad formal (ensayos, discursos, cartas, reseñas literarias, críticas teatrales) y temática, hay algunos aspectos que aparecen de manera recurrente y que invitan a ofrecer algo parecido a un catálogo de los motivos de Faulkner.

Mississippi, El Sur, América, el oficio de escritor y el papel de la literatura son esos ejes temáticos que analiza Sánchez Usanos en una brillante introducción en la que destaca que estos y otros asuntos se encuentran siempre anudados por la experiencia literaria. La literatura se presenta como una estrategia orientada a la comprensión pero también a la supervivencia.

En su diversidad, son sin embargo escritos de madurez, porque la recopilación prescinde de los textos juveniles y recoge sobre todo los de la última fase de Faulkner, la posterior a la concesión del Nobel.

Discursos memorables como el que dirigió Al Consejo del Delta, que resume la actitud sureña ante la vida, o los que pronunció con motivo de la recepción de premios, como el muy conocido de recepción del Nobel en diciembre de 1950, que terminaba así: La voz del poeta no sólo tiene que ser el registro del hombre, puede ser uno de los puntales, de los pilares que le ayuden a resistir y prevalecer.

Junto con otros textos menores o de circunstancias, se recogen en el libro ensayos vertebrales en su obra, como Mississippi, un texto magistral de 1954 que podría ser una inmejorable introducción o un posfacio de sus novelas fundamentales. 

Pero hay más: el ensayo-relato autobiográfico Y ahora qué hacer, las autocríticas de Banderas en el polvo o Una fábula, o Sobre la privacidad -que aborda el sueño americano, un santuario en la tierra para el hombre individual.

Entre los prólogos, los mejores son sin duda los que escribió para sus propios libros -Santuario y El ruido y la furia- y la imprescindible introducción a su Antología de 1954.

La cuarta sección contiene algunas críticas teatrales y reseñas de libros, entre ellas una tan breve como certera de El viejo y el mar.

Cierra el volumen una abundante muestra de las cartas abiertas, a menudo polémicas, que Faulkner publicó en los periódicos sobre asuntos no siempre literarios y con frecuencia tan irónicas como la que dirigió el 8 de septiembre de 1950 al editor del Oxford Eagle, que le había situado entre los partidarios de la legalización de la cerveza. Terminaba con este párrafo:

En realidad, mi esfuerzo en las recientes elecciones sólo estaba relacionado con la cerveza de un modo secundario. Estaba haciendo una protesta. Me opongo a cualquiera que haga declaraciones públicas que cualquier niño de cuarto grado puede refutar con un lápiz y un papel. Me opongo más aún a un cura que insulta tanto la inteligencia de su audiencia como para suponer que puede realizar cualquier afirmación, sin importar su falsedad, y que por respeto a su hábito, ninguno de ellos intentará o se atreverá a comprobarlo. Pero por encima de todo –y esos ministros de sectas que no son autónomos, que tienen sínodos y juntas de obispos, o de otros organismos con autoridad y contro sobre ellos, deberían dedicar algún pensamiento a esto-, me opongo a los ministros de Dios que violan los cánones y la ética de su sagrada y santa vocación al usar, sea abiertamente o bajo cuerda, el peso y el poder de su oficio para influir en unas elecciones civiles.

Las espléndidas páginas de estos Ensayos & discursos confirman la importancia de estos textos en el conjunto de la obra de Faulkner. En ellos aparece el escritor que habla de su oficio y el ciudadano que analiza el racismo, el lector y el conferenciante, el artista que reflexiona sobre la literatura y el hombre que avisa en 1936 en una nota en el periódico local de que no se va a hacer cargo de las deudas, facturas, recibos o cheques de su mujer.

Santos Domínguez