9/5/14

Antonio Colinas. Canciones para una música silente


Antonio Colinas.
Canciones para una música silente.
Siruela. Madrid, 2014.

¿Y si fuese la música el silencio?
Dejad hablar a la silente música.

Esos dos versos, de la sección que cierra el último libro de Antonio Colinas, resumen un proceso poético que encuentra ahí su meta y su sentido, en esa música callada que es la que oyeron también San Juan o María Zambrano.

Canciones para una música silente, que acaba de publicar Siruela, es un libro de búsquedas y preguntas, un viaje a la semilla, a lo esencial, el reflejo de un proceso de depuración espiritual y formal, el mapa de un camino poético hacia el centro y el conocimiento.

¿Qué es la verdad?, ¿qué es lo verdadero? ¿La verdad es el sentir o la verdad es el pensar? ¿No será, quizá, la verdad el revelar?, se preguntaba Antonio Colinas en El sentido primero de la palabra poética, en donde la mística, el Romanticismo o María Zambrano aparecían como ejemplos de la aspiración de absoluto y de conocimiento que está en el impulso de la poesía, de su soledad sonora, de su viaje hacia dentro.

Tras una primera etapa marcada por un culturalismo vivido y una intensa sentimentalidad neorromántica, por un lirismo telúrico y una pureza formal que tienen su eje en Sepulcro en Tarquinia, la escritura de Antonio Colinas crece en su impulso órfico en la etapa ibicenca que se desarrolla entre Astrolabio y Jardín de Orfeo. Una fase que tiene su centro en Noche más allá de la noche, donde el equilibrio entre el sentir y el pensar, la emoción y la reflexión da lugar a un largo poema en el que la poesía de Colinas alcanza una de sus cimas de profundidad y de transcendencia de la palabra inspirada.

La culminación de ese largo viaje hacia la armonía y la luz, hacia la desnudez expresiva y la depuración de un lenguaje esencial, hacia el conocimiento a través de la razón poética se produce en una tercera etapa a la que pertenecen obras esenciales como el Libro de la mansedumbre, Desiertos de la luz o Tiempo y abismo, libros en los que se resuelve en síntesis poética la armonía de sentimiento y pensamiento, de tradición oriental y humanismo, de filosofía y mística a través de un diálogo cada vez más resuelto con lo sagrado a través de la depuración formal y de la intensidad y con ese alto voltaje emocional que Pound le exigía a la palabra poética.

Ese es un viaje orientado hacia un centro y atravesado por una concepción unitaria en la que la poesía –suma de intensidad emocional, de hondo conocimiento y elaboración verbal- es un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o transcendente.

En esa línea coherente que culmina su trayectoria poética hay que situar estas Canciones para una música silente, un amplio conjunto de poemas organizados en ocho partes, con distintos temas y con enfoques que van del irracionalismo de las Semblanzas sonámbulas al realismo de los Siete poemas civiles pasando por una intensa elaboración simbólica, resueltos en distintas tonalidades de voz y con músicas diversas que van desde la solemnidad endecasilábica al verso de arte menor más propio de la canción. 

Y es que desde la primera parte, El laberinto invisible, que ya apareció parcialmente en la edición de su obra poética completa hace tres años en esta misma editorial, hasta la última, de la que toma título el volumen, las ocho secciones del libro describen un itinerario poético hacia dentro y hacia el silencio, lo que se refleja también en el trazado de los textos, que van abreviando no solo su tamaño, sino su ritmo con una presencia cada vez más fuerte del arte menor. 

Pero en su buscada diversidad este es un libro unitario, recorrido por una serie de temas que cifran el mundo poético de Antonio Colinas: el viaje, el arte, la música, la búsqueda de la plenitud, de la luz, el amor y la armonía construyen su esqueleto y sus articulaciones en una constante y creativa lucha de contrarios de la que surge la propuesta de una vida más alta.

Escritura y vida, emoción y conocimiento, música y mirada, misterio y armonía se funden en unos textos que aspiran a la revelación –sentir y pensar a un tiempo- de una realidad superior a la que solo puede llegarse con el impulso órfico que ha inspirado la mejor poesía, la que transciende la realidad y la ilumina.

Es la palabra poética como vía de acceso a un conocimiento más alto, a una realidad más honda y más plena. No es por eso una casualidad que la última sección del libro se titule significativamente Llamas en la morada, en alusión a la lírica nocturna sanjuanista y a la mística teresiana. 

El poema que cierra esa sección y el libro es casi una declaración poética que resume el sentido de toda la trayectoria literaria de Antonio Colinas:

Solo quisiera
escribir mis palabras con silencios: 
escribir el poema sin palabras.

Solo quisiera 
musitar el poema
como plegaria de silencio
en el silencio.

Santos Domínguez