16/5/14

Sánchez Rosillo. Hilo de oro


Eloy Sánchez Rosillo.
Hilo de oro.
(Antología poética 1974-2011).
Edición de  José Luis Morante.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2014.

No hay lugares vacíos 
si se posan en ellos unos ojos;
los puebla la mirada
con las propias historias de quien mira.

Esos versos, de La pared, un poema del último libro de Eloy Sánchez Rosillo, forman parte también de la amplia antología poética que acaba de publicar Cátedra Letras Hispánicas con edición de  José Luis Morante.

Y aunque el subtítulo delimita el periodo antologado entre 1974 y 2011, fecha de publicación del penúltimo libro de Sánchez Rosillo, habría que matizar que tales fechas son las de escritura, no las de los libros recogidos, porque esta muestra se cierra con una nutrida selección de poemas de Antes del nombre (2013), donde figura un significativo poema del que toma título esta antología. Así termina ese Hilo de oro:

Formo parte del mundo y estoy vivo.
Soy uno más, por suerte, 
en la gran cofradía de la luz.

Esos versos resumen la segunda etapa poética de un autor que desde La certeza sustituyó la tonalidad elegiaca por una actitud si no abiertamente celebratoria sí marcada por la aceptación de la temporalidad y por un esfuerzo sostenido por mantener viva la luz de la memoria desde la luz del presente, de un ahora continuo e inextinguible que persiste en la existencia cotidiana de alguien con su tristeza y su alegría, / su sol, su lluvia, su ansia, sus papeles.

Para el poeta, lo dice en esa magnífica introducción a su obra que es Garabatos de poética, la poesía es una manera de ser y de estar en el mundo, una manera de mirar la realidad, con un enfoque a menudo elegiaco, con un agudo sentido del tiempo, pero sin melancolía, un mundo de fragilidad indestructible, para decirlo con sus propias palabras. Y es que junto a la elegía está siempre en la poesía de Eloy Sánchez Rosillo la celebración de la vida, esa luz que nunca se extingue.

Porque –explica en ese texto- escribir poesía es para mí una manera de entender y de considerar la vida, de acercarme a ella y de confundirme con su sustancia; un ser y un estar. Y un destino hermoso como pocos, del que hay que hacerse digno asumiéndolo hasta sus últimas consecuencias. Percibo las cosas del mundo a través de la poesía, que no es en modo alguno el reino de lo subjetivo, de lo neblinoso e indeterminado, de lo arbitrario, sino la posibilidad de aprehensión de la realidad más rigurosa, lúcida y comprensiva que conozco. No escribo para explicarme el misterio del mundo —los misterios no tienen explicación—, sino para participar de él, para formar parte del corazón de ese misterio.

Con la infancia, el tiempo y el sueño como alguno de sus temas centrales, Sánchez Rosillo explora el misterio absoluto que es la vida. Y en la edad de las pérdidas, los recuentos y las despedidas hay también un espacio y un tiempo para la celebración del momento irrepetible, para recuperar el pasado en el recuerdo o el sueño. Celebración de lo que huye, con el gozo de disfrutar lo irrepetible, la alegría y el dolor, la luz del atardecer de otoño o la plenitud de una mañana de verano:

Qué extraña la belleza. Cuántas veces
a un tiempo nos alegra y nos aflige;
su luz te da en los ojos y te salva,
pero en el pecho canta la elegía.

A pesar de esa evolución desde la unidad elegiaca de los primeros libros –desde Maneras de estar solo hasta La vida- a la conformidad con un presente integrador que une los libros de la segunda etapa del poeta, hay una serie de líneas de fuerza que recorren  toda su obra: la suma de emoción y meditación, de memoria y presente, el intimismo y la confesionalidad autobiográfica -que también ha evolucionado de la preferencia por una segunda persona especular a una declaración explícita de la primera persona- o el diálogo constante del sujeto y el tiempo que tiende a ser en los últimos libros diálogo entre el sujeto y el mundo.       

Y, lo que es aún más importante como elemento vertebrador de la poesía de Rosillo, el rasgo que fija José Luis Morante al final de su estudio introductorio: “su palabra unifica existencia y escritura, ese hilo de luz que ilumina la vida.”

Santos Domínguez