29/9/14

Luis Landero. El balcón en invierno


Luis Landero.
El balcón en invierno.
Colección Andanzas. Tusquets. Barcelona, 2014.  


En una obra tan atravesada por la autobiografía como la de Luis Landero, El balcón en invierno, que acaba de publicar Tusquets en su colección Andanzas, es la más abiertamente confesional, la que más explícitamente se nutre de la memoria personal, la más intensa y seguramente también la más sincera y emocionada de cuantas ha escrito el autor de Juegos de la edad tardía y El guitarrista, novelas que de manera más indirecta integraban memoria personal y ficción narrativa.

Un Landero maduro y eficaz,  directo y emocionante, porque parte de estas historias las contó de modo más o menos elíptico en sus novelas o en Entre líneas, donde el autor aún se escondía tras la figura de su alter ego Manuel Pérez Aguado. Pero El balcón en invierno no es una novela: es la memoria de la infancia campesina y la juventud confusa de quien no era aún un artista adolescente en una familia de emigrantes que habían pasado del campo extremeño a la vida periférica en el barrio de Prosperidad, donde acababa Madrid en los años sesenta.

Sobre ese carácter indisimuladamente autobiográfico del libro aporta una pista pretextual la imagen que se ha elegido para la portada, con un Landero adolescente junto a su abuela Francisca, una de las presencias fundamentales de estas memorias que arrancan de una crisis creativa desde la que el novelista se asoma al balcón de los recuerdos:

Llevo escribiendo desde la adolescencia y ahora soy casi viejo, ya pueden verse las primeras sombras del crepúsculo al fondo del camino. Pronto empezarás a oler a viejo, pensé. Estás en una edad en la que las balas pasan cerca y, con suerte, podrás escribir aún dos, tres, cuatro libros quizá. Y siempre aquí, junto al balcón, junto a la acacia, y al fondo la estampa inalterable del inmueble vecino. Por si fuese poco, a veces caigo en la tentación de pensar que a mí en realidad no me gusta escribir, que a mí lo que me hubiese gustado es una vida de acción, y que todo esto de la escritura es el fruto de un espejismo, de un malentendido vocacional que se originó allá en la adolescencia, y que por tanto he equivocado mi vida y, a fin de cuentas, la he desperdiciado. La literatura me ha llevado además a estudiar filología y a ser profesor de literatura, a casarme con una filóloga, también profesora de literatura, a tener amigos filólogos abarrotar la casa de libros literarios, a rodearme de un modo casi enfermizo de plumas, de lápices, de sacapuntas, de cuadernos de todos los estilos y tamaños, de ingentes cantidades de papel. De adolescente soñaba con haber sido pistolero en el Lejano Oeste. Ahora cambio los cartuchos de tinta de la estilográfica con la misma rapidez y destreza que si recargara el revólver en una refriega contra los comancheros. Esto es lo que pienso en algunos momentos, mientras me quedo con los ojos suspensos en el aire.

Con esa alternancia natural de la primera y la segunda persona autorreferencial, El balcón en invierno es un texto atravesado por una dulce melancolía, porque este balcón se asoma más al tiempo que al espacio y se sitúa en un terreno de nadie, en un espacio intermedio que comunica el interior con el exterior, sí, pero sobre todo el pasado con el presente. 

Hay mucho en este libro de mirada elegiaca sobre el fracaso de los sueños, sobre los años perdidos y las historias olvidadas que ya no tendrán un narrador que las ponga por escrito para perpetuarlas; pero El balcón en invierno es también un canto emocionado a la existencia y una celebración de la literatura de un yo discreto y tímido que se asoma al balcón de la memoria un día de desengaño literario para ver pasar la vida, porque no sabes vivir sin escribir. No sabes. ¿Algo de tu vida, quizá de cómo la fantasía y el lenguaje fueron arraigando en tu alma hasta que, casi sin darte cuenta, te convertiste en poeta allá en la adolescencia? Pero eso, ¿será más fuerte y auténtico que la pura ficción? Vamos, vamos, ¿desde cuándo lo vivido, en literatura, es garantía de la verdad? ¿Y hasta qué punto el carácter imaginario de la memoria, y tu afición a la inventiva y al embuste, no te llevarán fatalmente hacia el derrotero de las patrañas novelescas? Con razón, ya de pequeño, todos decían de ti: Pero ¡qué mentiroso es este niño!

Y el recuerdo se remonta a un anochecer de septiembre de 1964, hace justo medio siglo: Salí al balcón, a ese espacio intermedio entre la calle y el hogar, la escritura y la vida, lo público y lo privado, lo que no está fuera ni dentro, ni a la intemperie ni a resguardo, y entonces me acordé de un anochecer de finales de verano de 1964.

Porque a veces el pasado no acaba nunca de pasar, el centro del libro es la muerte del padre, el episodio central de mi vida y el manantial de donde brota ciego e incontenible mi destino, /.../ porque ya no me dirigía a la calle sino hacia el futuro, era allí donde comenzaba mi verdadero futuro, el que con el correr de los años me traería hasta esta mañana en que escribo estas líneas, deudoras, como casi todo lo que he escrito en mi vida, de aquella tarde incesante de mayo.

Entre una infancia en el centro del mundo y una juventud de mentiroso casi profesional, entre el pasado y el presente, la figura del padre muerto –demasiado padre para mí- es el eje de este texto por el que también transitan la madre, las hermanas o el primo Paco, guitarrista y torero en ciernes, los oficios y los afanes del protagonista o el desdén de la rubia máxima del barrio y las consabidas catástrofes espirituales de los amores nuevos que te invitaban al suicidio o al arte.

Vidas oscuras y siluetas que se recortan en la memoria sobre el telón de fondo de unos tiempos sombríos, tiempos brutos, de infamia y de ignorancia, pero tiempos irrepetibles y mágicos para quienes no tuvieron otros que vivir.

Porque, pese a su título, este es un libro que mira más hacia dentro que hacia fuera, que habla de la niñez sin libros, del paso de la cultura oral a la literatura, de la emigración a la ciudad, de una infancia campesina y un barrio de casas bajas y pobres en el extrarradio, de los cambiantes oficios –repartidor, mecánico, oficinista, guitarrista- de aquel joven desorientado que fue canonizado en 1969 por un profesor decisivo que lo llevó del caos de sus lecturas al canon literario y que cincuenta años después se asoma desde el balcón al tiempo pasado más que al espacio exterior.

Un pasado que el recuerdo asocia a los coloquios familiares y a la magia de un mundo misterioso, a los miedos ancestrales y a las narraciones fantásticas de la abuela Francisca. Heredero de esa estirpe de narradores orales y del gusto por contar y fabular, Landero ha construido una vez más un texto que se desenvuelve con admirable fluidez narrativa, una virtud que tiene mucho que ver con la tonalidad oral de este texto escrito entre la nostalgia del pasado y la alegría del presente de quien explica: nunca tuve claro si yo pertenecía al colegio o al taller, a la ciudad o al pueblo, al mundo moderno o al mundo antiguo, a la clase media o a las clases humildes, o si era una mezcla, un híbrido de dos modos de vida inconciliables, y destinado por tanto a la extinción o la impostura.

Ese balcón que no está ni dentro ni fuera acaba convirtiéndose en un símbolo de la existencia del autor: ese ha sido siempre el signo de mi vida, la ambigüedad, el desarraigo, el merodeo, la vaguedad de los contornos, la indefinición de las tareas.

Y a ese balcón se asoma también el lector para comprobar con asombro y gozo que lo que en principio se planteaba como una crisis creativa se resuelve finalmente en uno de los mejores libros de Luis Landero, que vuelve a dar muestra de una prodigiosa capacidad narrativa para evocar un mundo que se mueve entre lo trivial y lo misterioso, entre un grano de alegría y un mar de olvido.

Santos Domínguez

26/9/14

Atxaga. El paraíso y los gatos


Bernardo Atxaga.
El paraíso y los gatos.
Libro y CD con la voz del poeta.
Círculo de Bellas Artes. Madrid, 2012.

¿Dónde está el paraíso? 

Esa es la pregunta que sirve como hilo conductor del relato que utilizó Bernardo Atxaga en su lectura en el Círculo de Bellas Artes en marzo de 2012, una charla acompañada por los contrapuntos musicales de Jabier Muguruza.

El texto escrito para la ocasión y el CD que recoge su testimonio sonoro los edita el Circulo en su colección de poesía en el volumen El paraíso y los gatos. Porque la primera pregunta, tan trascendental, tan seria, la matiza y la adelgaza humorísticamente Atxaga con esta otra: ¿Qué será el paraíso para los gatos? 

Se lo pregunta directamente a un gato rubio en Arantzazu:

Gato, gato -le dije-, escucha gato, mish, mosh,
escucha y dime, ¿qué es para ti el paraíso?
¿Eres feliz en este muro de piedra? ¿Eres feliz 
con tu sol y tus pedazos de merluza?
¿Necesitarías algo más, mish, mosh, gato,
para sentirte en el paraíso, gato, mish, mosh, rubio?
Miau mi ma mo mo, dijo el gato levantando la cabeza.
"Lo entiendo", dije. Miau mi ma mo mo. Pero, en concreto, 
¿qué más necesitarías para sentir que estás en el paraíso?
Sex, -exclamó, maulló él. Wild sex! ¡Sexo animal!
Saltó del muro y escapó hacia un bosque, mi, ma, miau, sex, mo!

Aquella lectura formó parte de un homenaje a la lengua vasca y por eso el volumen incorpora un Epílogo con dos poemas y dos lenguas en el que se recogen en edición bilingüe dos textos, Un día finlandés y Written in USA, un espléndido poema -relacionado con el mundo y el tono de su reciente Días de Nevada- en el que Atxaga pasea por América del Norte y evoca a Virgilio como un profeta fracasado de la alegría.

Cierra el volumen un texto sobre el valor y el lugar de la utopía, con el que se completa esta reflexión sobre la búsqueda de la felicidad, sobre un paraíso elemental en el que se aspira a estar al menos seis horas, que son las que dicen que estuvo el mismísimo Adán antes de lo de la manzana.

Paraíso ahora, paraíso aquí, como en la contestación del cura que deja de piedra a las estatuas de la basílica y que suscribiría el gato sin dudarlo:

- ¿Que dónde está el paraíso? Pues aquí mismo, Margarita. ¿Para qué ir más lejos?


Santos Domínguez

24/9/14

Leopardi. Poesías


Giacomo Leopardi.
Poesías.
Traducción de Miguel Romero Martínez. 
Introducción de Gabriele Morelli.
Renacimiento. Sevilla, 2013.

Una famosa foto del primer invierno de la guerra civil muestra a Luis Cernuda leyendo a Leopardi bajo la luz madrileña mientras al fondo sonaban las bombas que caían sobre la Ciudad Universitaria.

La traducción que leía Cernuda es la que Miguel Romero Martínez había publicado en 1928 con veinticinco de los cuarenta y un poemas que forman la poesía completa de Leopardi.

Esa vrsión es la que recupera Renacimiento precedida de una Introducción en la que Gabriele Morelli repasa las traducciones y la recepción de Leopardi en España y explora su influencia en el Cernuda de Las nubes.

Como Schubert en música, Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta (Dolce e chiara è la notte e senza vento...), La vida solitaria, A Silvia o Los recuerdos (Passo gli anni, abbandonato, occulto).

En esos Cantos que escribió en Recanati y en Florencia entre 1819 y 1831 Leopardi fundió sentimiento y pensamiento en una armonía dolorosa, unió la contemplación y el recuerdo en una mirada reflexiva con la que la emoción se proyecta en la naturaleza y el paisaje se convierte en espacio de meditación.

En la cima de un monte al que se apartaba en sus días desolados o cuando la vista cansada no le dejaba leer, concibió en septiembre de 1819 esa otra cima poética que es El infinito, que culmina en la plena fusión en la nada de los últimos versos, llenos de contención y fuerza:

Cosí tra questa 
inmensità s’annega il pensier mio:
e il naufragar m’è dolce in questo mare.

Esa es la parte central de su obra. Los últimos años, que también se reflejan en los cantos finales, escritos ya en Nápoles, fueron tiempos autodestructivos y feroces, años de ruina física y desorden vital, en los que se impuso la desesperación sobre la serenidad y la extravagancia pudo más que la reflexión.

Fueron años que dieron lugar a una poesía distinta, la que culmina en el espléndido contracanto que tituló La retama o La flor del desierto, al pie del Vesubio, uno de sus poemas más portentosos, una desolada y extensa composición sobre la ruina y la fugacidad simbolizada en esa retama que brota en la ceniza volcánica para acabar muriendo en un destino que comparte con el poeta (Soccomberai del sotterraneo foco).

El de Leopardi es el Romanticismo más profundo y por eso mismo el menos efímero, el que hace de él un clásico y por tanto un contemporáneo, un poeta en  quien el pesimismo y la angustia encuentran un doble consuelo en la serenidad contemplativa y en la armonía de su palabra poética, que inauguró la modernidad poética en la literatura europea.

Santos Domínguez


22/9/14

Madame Bovary


Gustave Flaubert.
Madame Bovary.
Prólogo de Mario Vargas Llosa.
Edición, traducción y notas de Mauro Armiño.
Siruela. Madrid, 2014.

Con Madame Bovary, una de las novelas imprescindibles del realismo europeo, Flaubert cambió su forma de escribir y construyó durante más de cinco años, de 1851 a 1856, una de las piezas fundacionales de la narrativa de la segunda mitad del XIX.

No se trataba solamente de abordar el mundo con una nueva mirada, no era una mera aproximación temática a la realidad diaria y trivial, a esas “costumbres de provincia” que Flaubert resalta en el subtítulo. Era sobre todo una cuestión de estilo y, más aún, de tono. 

Flaubert hacía en Madame Bovary y con su protagonista –“Madame Bovary soy yo”- su propia transición de la subjetividad lírica a la objetividad narrativa, su mutación autocrítica de la exaltación romántica a la distanciada contención del realismo.  

Como en toda la novelística del realismo, lo que se cuenta aquí es el choque entre el personaje y el ambiente, el conflicto entre la realidad y el deseo, entre la voluntad y el mundo. Como en toda la novelística del realismo, solamente hay dos salidas para esa lucha desigual: o la integración del personaje o su marginación, la cara o la cruz de una misma derrota del individuo frente a la sociedad.

Ese planteamiento, que estaba ya en Cervantes, es el motor de la novela moderna y tiene una de sus piedras angulares en Madame Bovary, que publica Siruela en su colección Tiempo de Clásicos con una magnífica traducción anotada de Mauro Armiño y prólogo de Mario Vargas Llosa, autor de La orgía perpetua, el mejor ensayo que se ha escrito en español sobre Flaubert y Madame Bovary, que además de una creación esencial que inaugura un nuevo tipo de novela es una obra que cambió la vida del Nobel peruano y le abrió múltiples caminos narrativos.

Antes de publicarla en 1857 en formato de libro, Flaubert fue dándola a conocer en entregas quincenales en la Revue de Paris entre octubre y diciembre de 1856. Y aunque la autocensura había aconsejado eliminar algunos pasajes, el autor y los editores de la revista tuvieron que comparecer ante los tribunales del Segundo Imperio a principios del año siguiente acusados de ofensa a la moral religiosa y ultraje a las buenas costumbres, aunque finalmente serían absueltos.

No fueron motivos morales, sino de carácter literario los que indujeron a Maxime du Camp, codirector de la Revue de Paris y amigo de Flaubert, a sugerir la supresión de tres fragmentos -Conversación durante el baile, Una discusión sobre libros y El juguete de los niños Homais- por redundantes o porque interrumpían el ritmo narrativo de la obra o distraían al lector de lo esencial.

Esos tres fragmentos, rescatados por Gallimard el año pasado en la publicación  de las obras completas de Flaubert para La Pleïade, son la novedad más llamativa de esta edición en la que aparecen en apéndice y con una indicación del lugar exacto que ocupaban en la novela según los manuscritos de Flaubert, que siguió descartándolos en la edición definitiva de 1873.

Santos Domínguez

19/9/14

Wisława Szymborska. Hasta aquí


Wisława Szymborska.
Hasta aquí.
Traducción de Abel Murcia y
Gerardo Beltrán.
Bartleby Editores. Madrid, 2014.


Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf
o Winnie the Pooh.

Ese poema, La mano, es uno de los trece que forman parte de Hasta aquí, el póstumo de Wisława Szymborska (1923-2012) que apareció en Polonia el mismo año de su muerte. 

En España acaba de publicarlo Bartleby en edición bilingüe con traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán. Precisamente una entrevista a los traductores cierra el volumen como un epílogo donde se explican las claves de la poesía de Wisława Szymborska y se abordan las dificultades de su traducción.

Hace cinco años, en esta misma editorial y de la mano de los mismos traductores, se publicaba Aquí, una composición de lugar escrita en el tono bajo que caracteriza a los poetas polacos que desde la segunda mitad del siglo XX renuncian al énfasis y aspiran a la precisión.

El poeta y el mundo tituló su discurso de recepción del Nobel. Allí expresó su asombro ante la realidad, su afirmación de la vida, y como en el resto de su obra. Una obra relativamente corta y muy homogénea en sus temas y su tonalidad.

En mi poesía busco ese efecto que en pintura se llama claroscuro – explicaba Wislawa Szymborska en 1975-. Quisiera que en mis poemas se encontraran e incluso se fundieran cosas magníficas y triviales, tristes y cómicas.

Tal vez por eso, la expresión directa y el tono coloquial son compatibles en esta poesía con la profundidad reflexiva acerca de la condición humana y con una honda conciencia existencial: su poesía interrogativa es una reflexión sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. Una reflexión que se concreta en cada poema en una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, el tiempo y el espacio, la memoria y la poesía.

Hasta aquí es un libro escrito desde la noción del límite, desde la conciencia del tiempo que se acaba, una conciencia que está presente ya en el título de este libro. Como en el resto de su obra, en sus poemas coexisten la reflexión y la sorpresa, el asombro y el desengaño, la ironía y la seriedad, la memoria y el presente.

La homogeneidad de tono y de temas de toda su obra se corresponde con el mismo nivel de exigencia de una poesía en la que, como explican Abel Murcia y Gerardo Beltrán, no hay nada casual, las palabras ocupan el lugar que ocupan porque otras palabras ocuparán a su alrededor también un lugar preciso, pero el lector nunca será plenamente consciente de ello, la lectura resultará “ligera” y, sin embargo, la preparación de esa sencillez lingüística tiene que haber significado un gran esfuerzo.

Un ejemplo, este espléndido poema, para mi gusto el mejor del libro:

A todos alguna vez se les muere alguien cercano,
entre ser y no ser
obligado a escoger lo segundo.

Nos cuesta reconocer que es un acto banal,
unido al transcurso de los hechos,
de acuerdo con los procedimientos;

antes o después a la orden del día,
de la tarde, de la noche o del pálido amanecer;

y evidente como un dato en un registro,
como un apartado en un código,
como una fecha cualquiera
en el calendario.

Pero así son las leyes y delitos naturales.
Así, al azar, su presagio y su naufragio.
Así su evidencia y su omnipresencia.

Y solo en ocasiones,
cierta amabilidad de su parte:
a nuestros muertos cercanos
nos los pone en los sueños.

Santos Domínguez

18/9/14

Julio Cortázar y Cris



Cristina Peri Rossi.
Julio Cortázar y Cris.
Cálamo. Palencia, 2014.

Cálamo se suma a las conmemoraciones del centenario del autor de Rayuela con la edición de Julio Cortázar y Cris, un libro en el que Cristina Peri Rossi rememora su relación con el gran cronopio que da título a la primera de las dos partes en las que se organizan los quince capítulos de este volumen.

Quince capítulos que no sólo reconstruyen la memoria de aquella relación incompleta e intensa, sino que exploran a una nueva luz interior su dimensión literaria, que se concretó en conversaciones que se evocan aquí, en las cartas que se transcriben y sobre todo en los Quince poemas de amor a Cris que formaron parte del póstumo  Salvo el crepúsculo. Un amor imposible del que escribió Cortázar: En realidad poco me importa / que tus senos se duerman / en la azul simetría de otros senos. / Yo los hubiera hollado / con la cosquilla de mi roce / y te hubieras reído justamente / cuando lo necesario y esperable / era que sollozaras.

Si la frase No fui al entierro de Julio Cortázar abre el libro, una emocionada Carta a Julio treinta años después, fechada en mayo de 2014, lo cierra con este colofón: cualquier día, en cualquier momento, nos volvemos a encontrar, porque yo me sé la fórmula de Einstein y vos sos inmortal como siempre dijiste.

Santos Domínguez

16/9/14

Octavio Paz. Itinerario poético


Octavio Paz. 
Itinerario poético.
Prólogo de Alberto Ruy Sánchez.
Atalanta. Gerona, 2014.

Estas lecturas retrospectivas han provocado en mí emociones y sentimientos contradictorios: simpatía y repulsión por el que yo fui, aprobación y disgusto por lo que escribí. El asentimiento y la negación conviven y batallan en mi interior. Así, no puedo ni siquiera juzgarme. No me condeno ni tampoco me absuelvo. Me limito a verme y, para decir la verdad, a soportarme. No obstante, en la medida que puedo ser objetivo, que es muy pequeña, advierto que cambio y continuidad son dos notas constantes en mis trabajos poéticos: dos polos, dos extremos contrarios que me han atraído desde que comencé a escribir.

Con esas palabras iniciaba Octavio Paz el martes, 18 de marzo de 1975, la quinta conferencia de un ciclo de seis que impartió en el Colegio Nacional de México y en las que resumió su itinerario poético, su evolución ideológica y su trayectoria vital uno de los autores imprescindibles de la poesía en español en el siglo XX.

Estas seis conferencias permanecían inéditas y acaban de aparecer en Atalanta, en una cuidada edición prologada por Alberto Ruy Sánchez, que explica en su prólogo –El incierto regreso del tiempo- que aunque se anunciaron como conferencias y se llevaron a cabo como lecturas de poemas comentados, los seis actos públicos que Octavio Paz decidió hacer en 1975 fueron mucho más que eso. […] El ciclo entero se convirtió para el poeta en una especie de ritual público del "fuego nuevo", que él describiría como "la ceremonia de los aztecas donde el tiempo que acaba es el tiempo que comienza. […] Si su obra de creación y su reflexión son "dos alas del mismo pájaro" que vuela alto y veloz hacia el fuego del sol, estas conferencias son la columna vertebral de ese vuelo.

A aquellas alturas, con cuarenta años de escritura a sus espaldas, Paz había escrito ya la parte fundamental de su obra, lo que convierte estas conferencias en una antología comentada que recorre sus poemas esenciales, en una elucidación de sus claves, en una confluencia de poesía, vida y pensamiento.

Entre el barroquismo y la vanguardia, entre el compromiso y la meditación, de los tanteos de Raíz del hombre, su primer libro, a Ladera este, de Libertad bajo palabra a Salamandra, Paz explica en estas charlas las diversas estaciones de su viaje poético y vital, expresa el reconocimiento por los autores que marcaron su evolución estética e ideológica y revela el sentido de algunos de sus poemas fundamentales: Elegía interrumpida, Himno entre ruinas, Piedra de sol, Blanco, Viento entero, Vuelta o Nocturno de San Ildefonso.

Entre 1935 y 1996, Paz desarrolló una de las aventuras literarias más ambiciosas y duraderas de la literatura contemporánea en español. Poesía y ensayo, intuición y reflexión, conocimiento y sensaciones, ambición expresiva y hondura indagatoria se unen en una obra que se mueve siempre entre la tradición y la modernidad, entre lo clásico y la vanguardia, en un debate que comparte con el grupo del 27 porque Octavio Paz forma parte de la misma cultura, de la misma lengua y casi del mismo momento histórico.

Desde la tensión entre escritura e historia de la poesía comprometida a un enfoque más abstracto y conceptual, entre el testimonio y la revelación, entre la ética y la estética, Paz construyó un mundo poético potente e inconfundible, un universo literario inaugurado con un primer ciclo que se resume en Libertad bajo palabra, al que luego seguirían otras direcciones y tentativas, como él mismo las llama.

Octavio Paz es autor de una poesía cambiante en la metamorfosis del clavel y la roca y atravesada siempre por la profunda conciencia autocrítica del creador que se expresa en estas conferencias como dueño de su mundo poético y que ejerce una influencia decisiva en la poesía en español. Entre lo fugaz y lo perpetuo se alza, como señaló Saúl Yurkievich, la verticalidad de su palabra contra el tiempo horizontal, una integración ejemplar de espíritu y forma, de memoria y presente, de lo intelectual y lo sensorial, de lo racional y lo onírico, del ritmo interior y la imagen externa.

En su evolución de la soledad a la comunión con el mundo y con el otro, en su paso de lo personal a lo universal, la poesía de Paz, mutante y autorreflexiva, sometida a un movimiento de rotaciones y traslaciones, obedece al acorde de la conciencia de un creador que proyecta constantemente su reflexión crítica -la escritura sobre la escritura- sobre una poesía como la suya, que indaga en el vínculo esencial que define cualquier obra: el que se establece entre el poeta, la palabra y el mundo. 

Instalada en la tradición de la ruptura propia de la poesía contemporánea, la poesía de Paz es una integración de tradiciones (occidental, azteca, oriental, la poesía contemporánea, sobre todo del superrealismo), de lo mágico y lo conceptual, del lenguaje y el conocimiento, del tiempo histórico y el tiempo sin tiempo del mito.

De la soledad a la trascendencia, en una suma de conciencia e inspiración, la reflexión sobre el lenguaje y su nexo entre lo tangible exterior y lo inefable interior se expresa en poemas cortos, elípticos y sincopados, o en poemas largos de vocación narrativa, discursivos o abstractos como Blanco, quizá la cima de su segunda etapa y de toda su poesía, que instalada en un presente perpetuo, en su tiempo circular, es una honda exploración incansable en la identidad y en la realidad, en la naturaleza y en la temporalidad, en la palabra y el silencio, en los límites de la escritura y el conocimiento, a través de un proceso de abstracción que culmina en Salamandra y que en Ladera este se resuelve en un cambio de actitud intelectual y sensorial ante la palabra y el mundo, que suma la contemplación y la reflexión.

Una aportación imprescindible al centenario de Octavio Paz, que afirma en uno de estos textos:

Una de las heterodoxias del mundo moderno, desde hace dos siglos, ha sido la poesía. La poesía y el arte sucesivamente expulsados y, después, hipócritamente consagrados por los poderes sociales.

Santos Domínguez

15/9/14

Gulliver ilustrado



Jonathan Swift.
Los viajes de Gulliver.
Ilustraciones de Javier Sáez Castán.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Sexto Piso. Madrid, 2014.



En 1726, cinco años después de la edición de las Cartas persas de Montesquieu, un modelo que imitó aquí Cadalso casi setenta años después en las Cartas marruecas, se publicaba un libro anónimo que compartía con esa obra el esquema del viaje y la mirada extranjera. Una mirada cuya extrañeza pone al descubierto el carácter absurdo de algunas costumbres, la arbitrariedad de ciertas instituciones o la injusticia de determinadas normas.

Porque eso son también los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, una construcción satírica, una crítica de las costumbres y del sistema político, además de un relato de aventuras, una parodia de la literatura de viajes y una denuncia de las leyes injustas y del colonialismo.

Una obra construida alrededor de los cuatro viajes narrados en primera persona por Lemuel Gulliver, cirujano y viajero, ajeno a los mundos extraños a los que le conduce el azar: gigante en el país de los enanos y enano en el país de los gigantes, favorito en la corte de Liliput y protegido de la reina de Brobdingnag, que en su tercer viaje llega a la isla flotante de Laputa, donde conoce la incapacidad práctica de la ciencia o habla con los fantasmas de hombres célebres en la isla de Glubbdubdrib, para acabar conociendo a los yahoos en el país de los Houyhnhnms antes de dejar su afición por los viajes para apartarse definitivamente del mundo y acabar siendo el hombre que hablaba a los caballos.

Sexto Piso recupera la traducción que hizo Antonio Rivero Taravillo para Pre-Textos en esta nueva edición ilustrada por Javier Sáez Castán del libro de un ilustrado, de una de las novelas fundamentales de la Ilustración.

Santos Domínguez





12/9/14

La Real Academia Española. Vida e historia



Víctor García de la Concha.
La Real Academia Española.
Vida e historia.
Espasa Calpe. Madrid, 2014.

Para conmemorar el III Centenario de la fundación de la Academia de la Lengua, Espasa publica La Real Academia Española. Vida e historia, escrita por quien fue su director durante doce años, Víctor García de la Concha, que lo resume en la Presentación como un relato secuencial, que, al discurrir del tiempo y en estrecha relación con el acontecer político, social y cultural, muestre qué hacía la Academia en cada momento, cómo ha reaccionado a las demandas de cada época: en una palabra, cómo ha servido al honor de la Nación, sirviendo a la lengua que ayer vertebraba España y hoy vertebra a veinte naciones en la Comunidad Iberoamericana y aún fuera de ella. Con el Diccionario, la Gramática y la Ortografía que engarzan la unidad. Porque la vida e historia de la Real Academia reflejan la historia y vida de España.

Organizadas en siete capítulos distribuidos cronológicamente, el medio millar de páginas de este volumen narran la historia de la Academia desde el momento fundacional en que la presidió el marqués de Villena hasta la dirección de Fernando Lázaro Carreter, que finalizó en 1998.

La última etapa, la de la presidencia de García de la Concha, se aborda como una crónica -La construcción de una política panhispánica- que culmina este volumen del que dice su autor: Tengo que confesar que me atrapó la historia. En cada recodo de los libros de actas me asaltaron figuras deslumbrantes, episodios para mí desconocidos que son parte de ese reflejo de que hablo o que iluminan tramos de la historia de España. He preferido ceder la voz a los protagonistas y a la propia Academia en su fe de vida.
Santos Domínguez

11/9/14

Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás




John Julius Reel.
¿Qué pinto yo aquí?
Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás.
Confluencias Editorial. Almería, 2014.

Si pinto algo en esta tierra es como observador, no participante, escribe John Julius Reel para responder a la pregunta que plantea este libro que acaba de publicar Confluencias Editorial con ilustraciones de Daniel Rosell.

Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás es el subtítulo de este volumen en el que refleja su experiencia de guiri asombrado en Sevilla, una experiencia de la que empezó a dar cuenta en los artículos que publicó en el Diario de Sevilla en 2009 y 2010.

En torno a los cinco sentidos, porque Sevilla es una ciudad para entenderla con la irracionalidad de lo sensorial, se organiza este divertidísimo volumen en el que el neoyorquino afincado en Sevilla con su mujer sevillana y sus hijos oye ese “no ni ná” tan sevillano, que él no entiende, ve una bulla espléndida, huele la variada sinfonía olfativa que ofrece una ciudad que tiene un sabor elemental a borrón y cuenta nueva y a la que le toma el pulso en estas páginas.

Los sentimientos encontrados ante la feria, las costumbres gastronómicas, el trato diario, los toros, el cristianismo sevillano, los cursis y los cutres son algunos de los aspectos de quien escribe sobre lo que soy, un guiri ocupándome de mis asuntos como padre, marido, yerno, vecino, ciudadano, consumidor, contribuyente en mi ciudad adoptiva, Sevilla.

                                                                                                                             Santos Domínguez

10/9/14

Juan Belmonte, matador de toros


Manuel Chaves Nogales.
Juan Belmonte, matador de toros.
Su vida y sus hazañas.
Prólogo de Alberto González Troyano.
Ilustraciones de Martínez de León y Salvador Bartolozzi.
Biblioteca de la Memoria. Renacimiento. Sevilla, 2013.

Juan Belmonte, matador de toros es una de las mejores biografías que se han escrito en español. Una narración de forma autobiográfica en la que la eficiente ocultación de la voz de Chaves Nogales tras la de Juan Belmonte se convierte en su mejor virtud literaria.

Periodista de oficio y dueño de una de las prosas más fluidas y limpias de su época, Chaves Nogales, que poseía además un inusual talento narrativo que demostraría en A sangre y fuego, intuyó que la superposición del biógrafo y el biografiado en una sola voz sería la clave de su eficacia.

Chaves Nogales nunca fue a una corrida de toros. Lo que le interesaba en este libro, más que exaltar a una figura del toreo, era retratar al hombre hecho a sí mismo desde la quincallería de la calle Feria y las noches de luna y cerrado en Tablada hasta la plenitud triunfal, anterior y posterior a la muerte de Joselito en Talavera, coronada por un cortijo con parrales en Utrera.

Este asombroso Juan Belmonte, matador de toros, que acaba de reeditar Renacimiento en su Biblioteca de la Memoria, es el resultado de muchas horas de conversación del torero y el periodista. Antes que en libro, apareció por entregas en veinticinco capítulos entre junio y diciembre de 1935 en la revista Estampa, profusamente ilustrados con 98 fotografías, 98 apuntes de Martínez de León y 20 dibujos de Salvador Bartolozzi que se reproducen en esta espléndida edición.

Santos Domínguez

9/9/14

Piglia. El último lector


Ricardo Piglia.
El último lector.
Debolsillo. Barcelona, 2014.

Un espléndido relato metafórico con ecos de Borges y Cortázar abre El último lector, un conjunto de ensayos breves en los que Ricardo Piglia hace una interpretación de la figura del lector.

Enmarcados entre ese prólogo y el epílogo, seis capítulos integran el ensayo en un tono narrativo para abordar la función del lector dentro del libro, el cambiante papel que de él refleja la literatura. Y muestran a un Kafka que en las cartas a Felice busca una lectora más que una amante, a un Borges que concibe la ficción como teoría de la lectura, o hablan del papel del lector en la novela negra, de Robinson y  la lectura como salvación, de la lectura creativa como fuente de sentido y como impulso de la vida activa en el Quijote o como expresión de la interioridad en Hamlet.

Como ellos, los lectores imaginarios, Che Guevara, Anna Karenina y su linterna, Cortázar o el Ulysses proponen respuestas diferentes a la pregunta esencial del libro: ¿Qué es un lector? Esa pregunta es el motor de estas reflexiones y el título de su primer capítulo, pero es también y sobre todo la pregunta fundamental de la literatura, la que en su respuesta contiene el sentido de la escritura. Esta es la que propone Piglia:  Un lector sería entonces  el que encuentra sentido en un libro y preserva un resto de la tradición en un espacio donde impera otra serie (el terror, la locura, el canibalismo) y otro modo de leer los signos.

Junto con Crítica y ficción y Formas breves, recuperados también ahora por DebolsilloEl último lector forma una suerte de trilogía  reflexiva de Piglia. Como en esos libros, también aquí el autor establece una estrecha relación entre la lectura y la vida que le lleva a cerrar así el epílogo: Este libro es acaso el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito.

Santos Domínguez

8/9/14

Lo que el arte nos impide ver



Darian Leader.
El robo de la Mona Lisa.
Lo que el arte nos impide ver.
Traducción de Elisa Corona Aguilar.
Sexto Piso. Madrid, 2014.

El lunes 21 de agosto de 1911 Vicenzo Perugia, pintor de brocha gorda, robaba del Louvre el retrato de la Gioconda, la obra más reproducida de la historia de la pintura.

En los días posteriores se formaron largas colas para contemplar el hueco que había dejado en la pared del museo el cuadro robado. Kafka y Max Brod estaban entre aquel gentío que acudía a contemplar no la obra de arte, sino su ausencia. Algunos de ellos no habían visto el cuadro antes de aquel suceso que otorgó a la Gioconda un valor icónico añadido a su valor artístico.

¿Qué buscaban aquellas personas –sería impropio llamarlos espectadores- que esperaban pacientemente para ver el vacío? Esa es la pregunta inicial que se plantea Darian Leader en este ensayo de interpretación psicoanalítica del arte que sigue el camino abierto por Freud y desbrozado por Lacan. Y luego van surgiendo otros interrogantes: ¿Por qué miramos un cuadro?, ¿qué esperamos encontrar en la contemplación de una obra de arte?,  preguntas que plantean la relación entre el espectador y el cuadro, entre el sujeto y el objeto, entre el hombre y el mundo, entre la mirada propia y la mirada del otro, esa mirada de la que Perugia quiso preservar a la Mona Lisa durante los dos años y medio que la tuvo escondida en su casa.

Santos Domínguez

7/9/14

El general Ople y Lady Camper


George Meredith.
El general Ople y Lady Camper.
Traducción de Pepa Linares.
Posfacio de Virginia Woolf.
Ardicia Editorial. Madrid, 2014.

Como "un caos iluminado por destellos de relámpago" definió Oscar Wilde el estilo de George Meredith (1828-1909), el autor inglés al que elogiaron Stevenson y Kipling, que dijo de él que era “un novelista brillante, ingenioso, intérprete de la mujer y defensor de la personalidad femenina.”

El general Ople y Lady Camper, una de sus novelas más conocidas, es el relato bienhumorado, irónico y divertido del encuentro entre un viejo general retirado y la mujer solitaria que se convierte en su vecina y a la que precede una bien ganada fama de excentricidades.

Un hombre sencillo y una aristócrata complicada que terminan uniéndose "después de la más curiosa de las controversias" en este relato de “un escritor de vena humorística”, como lo define Virginia Woolf en el posfacio -La sobrina de un conde- que cierra esta edición, con la que culmina Ardicia brillantemente su primera temporada editorial.

Santos Domínguez

6/9/14

El piloto y el Principito


Peter Sís.
El piloto y el Principito.
La vida de Antoine Saint-Exupéry.
Traducción de Raquel Vicedo.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2014.

En El piloto y el Principito Peter Sís hace una bellísima biografía ilustrada de Saint-Exupéry. Cielos estrellados, montañas y océanos son los ámbitos del paisaje animado por el que discurren los vuelos de quien fue no sólo el autor de El principito sino uno de los pilotos más famosos de la época heroica de la aviación.

Un espléndido homenaje a Saint-Exupéry cuando acaban de cumplirse setenta años de su desaparición en una misión aérea el 31 de julio de 1944.

Con traducción de Raquel Vicedo, lo publica Sexto Piso Ilustrado, que ya editó hace dos años el espectacular El coloquio de los pájaros, del mismo autor.

Santos Domínguez

5/9/14

La tumba del sublime nadador


Claude Lanzmann.
La tumba del sublime nadador.
Traducción de Gabriel García Santos 
y José Miguel Parra.
Confluencias Editorial. Almería, 2014.

Antes de ser el cineasta reconocido desde 1985 por esa cumbre del género documental que es Shoah, una película de casi diez horas sobre el holocausto, el francés Claude Lanzmann (1925) fue un periodista con oficio que abordó la realidad desde múltiples ópticas, denunció los restos del colaboracionismo y la represión contra los argelinos o analizó el fenómeno de las bandas marginales de jóvenes que sembraron el terror en París.

A mediados de los cincuenta, Sartre lo incorporó a la redacción de Les Temps Modernes, de la que acabaría siendo director, pero su firma fue habitual en cabeceras tan distintas como Le Monde, Libération Elle, donde publicó artícuilos en los que brillaron por igual su prosa y su independencia.

Hace dos años, Gallimard publicó una amplia selección, hecha por él mismo, de sus textos periodísticos que ahora edita en español Confluencias con traducción de Gabriel García Santos y José Miguel Parra: crónicas y relatos, análisis críticos y polémicos, textos en torno a Shoah, homenajes y necrológicas y sobre todo una espléndida sección de retratos que Lanzmann publicó en Elle y que trazan un panorama completo de la cultura francesa de los decisivos sesenta.

En  el espléndido Prefacio que escribió para esta muestra de lo que él mismo llama sus artículos alimenticios, Lanzmann habla del bellísimo monumento funerario griego del siglo V a.C. cuyo techo representa a alguien que salta en el vacío. En esa imagen, que sugiere la del nadador que da nombre al monumento y al libro, ve Lanzmann la metáfora exacta de su vida y su escritura.

Santos Domínguez

4/9/14

Filosofía para desencantados



Leonardo da Jandra.
Filosofía para desencantados.
Prólogo de Guillermo Fadanelli.
Atalanta. Gerona, 2014.

Las preguntas que se hace la Filosofía son lenguaje, pero las respuestas sólo las puede dar la experiencia. La medida de la verdad la da la experiencia, no la lógica, escribe Leonardo da Jandra (México, 1951) en Filosofía para desencantados, un breve pero intenso volumen que publica Atalanta con prólogo de Guillermo Fadanelli, que destaca la resistencia de este autor para no ceder a las tentaciones de la decepción contemporánea.

Tras fijar su objetivo en el capítulo preliminar, Cuestiones de método, al que pertenecen las frases transcritas, Da Jandra analiza tres momentos en la evolución de la conciencia y los comportamientos: desde la animalidad pura de la conciencia egocéntrica al sociocentrismo, que plantea la sociabilidad como una consecuencia de la imposibilidad del individuo para sobrevivir aislado en su desencanto: Lo último que nos queda cuando ya no creemos en nada es el falso consuelo de la razón desilusionada, de la fría y desolada intemperie del escepticismo.

Y finalmente, la conciencia cosmocéntrica, la apertura a una perspectiva integradora  en un futuro en que se superarán dualismos como los que confrontan espíritu y materia o cultura y naturaleza.

Santos Domínguez