15/10/14

Kenneth Rexroth. Cita con los clásicos


Kenneth Rexroth.
Cita con los clásicos.
Traducción de Federico Corriente.
Pepitas de calabaza. Logroño, 2014.

En una esmerada edición, con  traducción de Federico Corriente, Pepitas de calabaza acaba de publicar Cita con los clásicos, un libro esencial de Kenneth Rexroth, de quien ya había aparecido en esta misma editorial Desconexión y otros ensayos.

Rexroth, quizá más conocido como poeta y como antólogo de poesía japonesa y china, es también un poderoso ensayista, del que Ken Knabb decía: “Es uno de mis poetas favoritos, pero como ensayista, considero que su talento es inigualable. No conozco a otros tan vivos, tonificantes y contundentes, y a la vez con un espíritu tan abierto y sano.”

Algo que salta a la vista en esta Cita con los clásicos, que propone un recorrido por esos “ejes de referencia” a los que se refirió Ezra Pound en El ABC de la lectura, como recuerda Bradford Morrow en el epílogo de esta edición.

Lo que más llama la atención en este volumen es la amplitud de perspectivas genéricas y espaciales con que Rexroth aborda el panorama de los clásicos, integrando las literaturas orientales y la tradición occidental que arranca de Homero en un periplo a través de todos los géneros: de la narrativa a la lírica y del ensayo al teatro, del libro de viajes a la literatura memorialística pasando por la historiografía.

Esa mirada comprensiva y abarcadora permite que un lector privilegiado como Rexroth descubra en estos textos la red de relaciones que establecen los distintos clásicos en un diálogo enriquecedor que ilumina el conjunto y conecta a unos clásicos con otros.

Rexroth advierte en la introducción de que hay clásicos serenos e idílicos pero los clásicos más representativos son tragedias porque la vida es trágica. No hay ningún clásico optimista que nos diga que todo sucede para bien en el mejor de los mundos posibles y que todo va ir cada vez mejor.

Desde el mesopotámico Poema de Gilgamesh, la primera narración que se conserva y “el primer ego consciente”, hasta el teatro de Chéjov; desde la potencia meditativa del Libro de Job a la ambigüedad de La tempestad; desde La Orestiada y su aprendizaje del sufrimiento hasta el sentimiento trágico de la vida en las novelas de Dostoievski; desde la perfección de Edipo rey hasta la ironía compasiva de Flaubert; desde la grandeza de espíritu de Lucrecio a la excelencia poética de Du Fu; del talento en estado puro de Casanova a Stendhal como maestro del bonapartismo narrativo; de Baudelaire y la poesía como sacerdocio visionario a la contemplación como actividad moral en Whitman, de la autoconciencia de Don Quijote a la construcción de la persona en Shakespeare, se habla en estas páginas memorables de la virtud disolvente de los héroes y su destino trágico, de la poesía como critica simbólica de los valores establecidos, de la intensidad de la vida que reflejan los clásicos desde el difícil equilibrio entre lo intelectual y lo sentimental que hay en todos ellos.

Clásicos de los que se podría decir lo que escribe Rexroth a propósito de los poemas homéricos: Obras de arte unitarias que abordan la experiencia universal con una profundidad, una amplitud de miras y una intensidad insuperables.

Santos Domínguez