10/6/15

Harold Bloom. El canon de la poesía


Harold Bloom.
Poemas y poetas.
El canon de la poesía.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

Hace diez años que apareció la edición original en inglés de este volumen, cuarto de una monumental colección de seis títulos de crítica literaria que está publicando Páginas de Espuma.

Harold Bloom fijó el canon del relato en Cuentos y cuentistas, el del ensayo en Ensayistas y profetas y el de la novela en Novelas y novelistas, que han ido apareciendo regularmente en esta misma editorial.

Pero en ningún ámbito como el de la poesía demuestra Bloom la sagacidad de sus lecturas, su hondura interpretativa y lo afinado de su sensibilidad. Lo había demostrado desde sus primeros libros, en La angustia de la influencia, en El canon occidental o en Genios.

Pero es en este portentoso Poemas y poetas. El canon de la poesía en donde culmina esas lecturas de poesía con las páginas más agudas, inteligentes e intuitivas que ha escrito Bloom en torno a más de medio centenar de poetas que no se limitan a los grandes de la lengua inglesa, de Shakespeare a Ashbery, de John Donne a Walcott pasando por Dickinson, Byron o Heaney.

Porque además de los poetas de lengua inglesa, nombres tan ineludibles en la tradición occidental como Rimbaud y Neruda, Baudelaire o Paz forman parte de esta colección de estudios que tiene además el valor añadido de incorporar una antología de poemas imprescindibles.

Desde una concepción de la poesía como manifestación daimónica y mágica y traducido por Antonio Rivero TaravilloPoemas y poetas se centra fundamentalmente en las tradiciones poéticas angloamericanas en su vertiente lírica y meditativa y en una valoración de la poesía como medio de aprender a soportar la mortalidad, porque la poesía no puede sanar la violencia organizada de la sociedad, pero puede realizar la tarea de sanar al yo.

Con ese planteamiento se suceden los análisis de poemas esenciales en la tradición occidental, traducidos por Rivero Taravillo la mayor parte de ellos: desde la idolatría amorosa de Petrarca o el intrigante soneto 94 a la entonación afinada de Seamus Heaney pasando por tres ensayos imprescindibles sobre Shelley, Keats o Byron, una brillante iluminación de la poesía de Browning, la mirada a Wallace Stevens como un poeta necesario para dar voz a la soledad del hombre o el examen de la grandeza de Anne Carson en su poesía de las pérdidas.

Es verdad que el lector puede echar en falta algunos nombres -la llamativa ausencia de Yeats se explica porque Bloom le dedicó un amplio estudio monográfico-, pero también es verdad que no sobra ninguno de los que aparecen aquí, incluso de los más desconocidos entre nosotros.

Casi setecientas páginas para leer y pensar, como recomendaba su maestro Samuel Johnson.


Santos Domínguez