29/12/17

Manuel Padorno. Obras Completas. Tomo II


Manuel Padorno.
Obras Completas.
Tomo II (1991-2007).
Palabras preliminares de Miguel Casado.
Edición de Alejandro González Segura.
Pre-Textos. Valencia, 2017. 

Este es el sitio de la luz, historia 
a la sombra del mar desde aquel día 
en que el incendio azul de la memoria
todo arrasó; su transparencia ardía 

a la orilla del mar, la giratoria 
fronda de luz, el árbol que crecía 
encima de las aguas, dulce gloria 
hasta los cielos altos extasía. 

Este es el sitio de la luz, el mío 
construcción personal, oculto a todo;
el árbol de la luz donde se fragua 

explosión celestial, aquel desvío 
de la rutina inmensa, nuevo modo 
de ver la claridad subir del agua,

escribía Manuel Padorno en Historia personal de la luz, uno de los poemas de la primera parte de Efigie canaria. 

Epifanía de la luz se titula esa primera parte, una expresión que podría resumir el mundo poético potente y luminoso de Manuel Padorno, el poeta canario del que acaba de aparecer el segundo tomo de sus Obras Completas, que publica Pre-Textos en una cuidada edición de Alejandro González Segura con palabras preliminares de Miguel Casado.

Este segundo volumen, entre Égloga del agua y títulos culminantes como los póstumos y casi hermanos Canción atlántica y Edenia, reúne los libros de poesía que escribió Manuel Padorno desde 1991 hasta su muerte en 2002, libros en los que se muestra en sazón su voz madura, que fue abandonando en esta etapa creativa la narratividad de su poesía anterior para sustituirla por un tono lírico más intenso, por la ambición imaginativa y el impulso plástico que une en su escritura la poesía, la palabra y la pintura.

Precedidos de sendas introducciones específicas que son microensayos en los que Alejandro González Segura sitúa cada uno de los libros en el contexto general de la creación padorniana, se recogen en este amplio volumen de casi mil páginas títulos como Égloga del agua, seguida del largo comentario –‘El contenido vacío’- que el propio poeta hizo de su libro para darle al lector las claves formales y de sentido de su lectura; las sextinas de Éxtasis, instructivas o descriptivas, recurrentes y circulares; los sonetos visionarios de Efigie canaria que evocan el árbol de la luz, el pájaro invisible o el mar y la poesía como marco de un territorio poético propio con el telón de fondo del paisaje canario; Desvío hacia el otro silencio, que en la brevedad de sus nueve poemas aborda un tema central en la poesía de Padorno, quien explicó su importancia en el prólogo que  puso al frente del libro, del que forma parte esta Vuelta del desvío:

Entrar allá, después de haber vivido, 
de haber sentido que desconocía, 
en la playa solar, el puerto arriba, 
el árbol de la luz, de la mañana, 
el vaso luminoso, la gaviota 
incendiada; después de entrar allá, 
después del agua, luego del incendio, 
de la llama invisible, del silencio 
de la gaviota de la luz, entonces 
volver atrás, mirar qué fue del viento, 
la bombilla encendida de mi casa, 
la larga mesa azul, la silla mía. 
Entonces al volver a visitarme 
en mi cama dormido, solitario.

Y tras la aventura poética de las décimas octosilábicas y consonantes de El pasajero bastante y su itinerario marítimo hacia la palabra para “llegar a donde el lenguaje”, el acceso a otra dimensión de la realidad mediante la experiencia poética, la obra central de Padorno, Canción atlántica, su cima poética, un póstumo que agrupa cuatro libros que representan la construcción definitiva de su mundo literario, un viaje al otro lado inefable -Hacia otra realidad se titula uno de sus cuatro libros- en el que la lógica y la lengua se muestran insuficientes.

Ya está definitivamente construido en Canción atlántica el inconfundible universo poético de Manuel Padorno, la luminosa insularidad y la tonalidad propia del poeta de la luz, del aire y del agua, de la vegetación frutal y el pájaro luminoso.

No en el otro lado, sino en su proximidad están los poemas de Edenia, el lugar de la imaginación paradisíaca que el poeta fundó a la vez que escribía Canción atlántica, la culminación de una aventura estética atlántica e insular caracterizada por la búsqueda de lo invisible, por el afán de revelación de la realidad y por el proceso de relectura del mundo a través de la poesía.

"Si para Borges la obra de Quevedo suponía toda una historia de la literatura, la de Manuel Padorno (1933-2002) llegará a representar, en forma parecida, a todo lo mejor de nuestra lírica en el siglo pasado porque, si siguiésemos paso por paso las estaciones en que se va gestando su palabra poética, identificaríamos sin dificultad buena parte de los hilos principales con que se tejió la rica e intrincada malla de la poesía española durante el siglo XX.", escribe Alejandro González Segura en su prólogo 'La estirpe de las metáforas’.

Tras este segundo volumen de las Obras completas de Manuel Padorno habrá un tercer tomo que recogerá una selección de sus libros inéditos y ofrecerá textos de distintos géneros y procedencias.

Santos Domínguez

27/12/17

Juan Rulfo. Obra


Juan Rulfo.
Obra.
Fundación Juan Rulfo. Editorial RM.
Barcelona, 2017.

Para cerrar el año del centenario del nacimiento de Juan Rulfo, uno de los narradores imprescindibles del siglo XX en español, una edición única recoge la totalidad de su obra narrativa en un volumen cuidado por la Fundación Juan Rulfo, que ha fijado los textos definitivos, espléndidamente editados por la Editorial RM

Están aquí los diecisiete cuentos intensos e imprescindibles de El Llano en llamas, que inauguraron un territorio literario inconfundible y un nuevo tono narrativo, intermedio en su estilización entre lo coloquial y lo poético, para elevar lo regional al nivel de la tragedia griega. 

Un territorio inhóspito que dos años después, en 1955, daría cabida a su novela Pedro Páramo, habitada por un coro de voces y sombras que sirven de fondo a la bajada a los infiernos de Juan Preciado, el narrador que habla en el comienzo memorable: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.” 

Todo desmiente en esta novela la fama de creador intuitivo que injustamente le atribuyó a Rulfo una parte de la crítica. Todo está medido en ella: desde la estructura caleidoscópica -aparentemente anárquica- que traba la novela y sostiene su construcción en una meticulosa organización circular, hasta el nombre del pueblo –que evoca el de la sartén sobre las brasas- o los nombres simbólicos de los personajes, habitantes de un territorio intermedio entre la vida y la muerte, de un espacio vacío y calcinado en un tiempo que es el de la ucronía, el no-tiempo del mito.

Y finalmente, el guión de El gallo de oro, que con el trasfondo del mundo de las peleas de gallos, las ferias y los palenques, las apuestas y las mesas de juego, explora un mundo emparentado con el universo de Rulfo: un mundo en el que están presentes la venganza y el poder, el destino trágico y la autodestrucción, y en el que la figura femenina protagonista recuerda en su inaccesibilidad a Susana San Juan. 

Decía el crítico Chris Powell que “se puede leer la breve pero densa obra de Rulfo en un par de días, aunque eso sólo significa dar el primer paso dentro de un territorio todavía por conocer. Su exploración es uno de los viajes más extraordinarios de la literatura.” 

Lo advirtió el propio Rulfo cuando decía que hasta después de tres o cuatro lecturas no se entendía Pedro Páramo, una novela inagotable cuya brevedad engañosa es otro de los espejismos de la obra.

Santos Domínguez

25/12/17

T. S. Eliot. Cuatro cuartetos

T. S. Eliot.
Cuatro cuartetos.
Aproximación y edición 
José Emilio Pacheco.
Prólogo de Luis García Montero.
Alianza editorial. Libros singulares. Madrid, 2017.

“Como el mes de abril en La tierra baldía, el jardín de Burt Norton mezcla memoria y deseo. Es un jardín secreto lleno de ecos y espectros, flores vivas y pétalos muertos sobre los que se acumula el polvo. Allí el pasado se hace presente y el presente lleva consigo el recuerdo futuro de lo que está sucediendo” escribe José Emilio Pacheco en una de las espléndidas notas que incorpora la nueva edición de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot en Libros singulares de Alianza Editorial.

Con prólogo de Luis García Montero, es la última versión de la traducción que José Emilio Pacheco había publicado en el Fondo de Cultura Económica en 1989 -de la que decía Octavio Paz que era la mejor versión de los Cuatro cuartetos en cualquier idioma, no sólo en español-, aunque sin las anotaciones ni la cronología que se incorporan ahora por vez primera. 

José Emilio Pacheco, que mantuvo con Eliot una relación conflictiva en la que se mezclaban la admiración poética y la distancia ideológica, hizo de esta traducción un ejercicio de escritura, como señala en su prólogo Luis García Montero, que destaca que el poeta mexicano  “trabajó sus traducciones como si se tratase de un poema propio.” 

Cuando Eliot publicaba en 1936 Burnt Norton, tras largos años de silencio poético desde La tierra baldía, no sabía aún que ese poema sería el primero de un ciclo: el de los Cuatro cuartetos en los que alcanzaría su mayor perfección formal y su mayor hondura meditativa. 

Esa obra inesperada de madurez era el resultado de una profunda crisis personal y de un proceso de transformación espiritual que le había llevado a convertirse al catolicismo y a adoptar la nacionalidad británica a finales de los años veinte. 

Hizo falta un hecho casual, el encargo de dos piezas teatrales para la iglesia, La roca y Asesinato en la catedral, para que Eliot encontrase un nuevo tono de voz, porque en los coros de La roca (1934) se prefigura ya la tonalidad musical de los Cuatro cuartetos. 

Al año siguiente escribió Asesinato en la catedral, un drama religioso sobre Tomás Becket. De uno de los descartes de esa obra salió el comienzo de Burnt Norton, que concibió en principio como un poema aislado y que acabará convirtiéndose en la obertura del conjunto de los Cuatro cuartetos: 

El tiempo presente y el tiempo pasado 
Acaso estén presentes en el tiempo futuro. 
Tal vez a ese futuro lo contenga el pasado. 

En ese estilo dramático, a medio camino entre la reflexión en voz alta y la apelación al lector, se moduló la nueva tonalidad poética de Eliot en un estilo marcado por la influencia bíblica de los libros sapienciales y de Dante. Era un estilo más conversacional, más cercano al lector, más discursivo e inteligible que el de La tierra baldía.

Se inauguraba así un nuevo ciclo poético que sería el resultado de la reinvención personal y literaria de Eliot y de la sacudida de la guerra, que sobrevuela trágicamente desde 1939 los otros tres poemas del ciclo: East Coker, The Dry Salvages y Little Gidding. 

Cada uno de los Cuatro cuartetos remite a lugares vinculados a la biografía de Eliot, a su experiencia vital y a una significación religiosa o filosófica asociada a cada uno de los cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. 

En conjunto, un ciclo poético en el que el poeta establece un diálogo intelectual con la tradición, reconstruye el sentido del mundo desde una perspectiva transcendente y hace una relectura de la realidad a través de lo sagrado.

Con una arquitectura musical muy meditada en cada uno de sus cinco movimientos internos, los Cuatro cuartetos exploran el ascetismo de la vía purgativa, reúnen la meditación y la descripción, lo confesional y la capacidad metafórica. 

Con su tonalidad sentenciosa y persuasiva, la voz de estos poemas incorpora distintas tradiciones en busca de la divinidad y la transcendencia. Eliot convoca en ellos el espacio y el recuerdo en una mirada al interior de sí mismo, en busca del orden y del sentido, del lugar de intersección de lo temporal y lo intemporal, del luego y el antes, en Inglaterra y en ningún sitio, en un tiempo primordial (“Siempre y jamás”) anterior a los nombres y en una estructura compositiva que va desarrollando temas y variaciones. 

Por eso el tema central abre el segundo cuarteto, East Coker, con la frase “En mi principio está mi fin” y lo clausura: “En mi fin está mi principio” y va recorriendo los textos del libro hasta el último poema del ciclo, Little Gidding, que se cierra con un movimiento que remite otra vez al tema central, presente desde el comienzo de los Cuatro cuartetos: 

Lo que llamamos el principio es a menudo el fin 
Y llegar al final es llegar al principio. 
El fin es el lugar del que partimos. 


22/12/17

Navidades de libro


REGALO


Atlas de literatura universal.
Ilustración y diseño 
de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.
Coordinación de Pedro García Martín.
Nórdica. Madrid, 2017.

“Tras recorrer una treintena larga de títulos, dibujamos una suerte de Imago Mundi de la literatura universal. Un fresco histórico en cuyo espacio podemos leer el tiempo. Un mosaico donde las teselas librescas son hijas de su época. Aun a riesgo de la sentencia bíblica sobre el daño para la salud que produce escribir y estudiar. A sabiendas de que elegir un manojo de títulos es cosa de nunca acabar”, escribe Pedro García Martín en el prólogo del Atlas de literatura universal, el volumen que ha coordinado para su edición en Nórdica con ilustración y diseño de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.

Una vuelta al mundo en 35 obras abordadas por 35 escritores, traductores, críticos o profesores que proyectan su mirada sobre las obras en textos breves de una o dos páginas: Julio Llamazares sobre el Quijote, Carlos García Gual sobre La Odisea, Luis Alberto de Cuenca sobre La Eneida y Sherlock Holmes, José María Conget sobre Hamlet o Alberto Manguel, que escribe sobre Las mil y una noches, La metamorfosis de Kafka o El Aleph de Borges.

Son algunos de los colaboradores de un libro que no propone una panorámica, sino una representación significativa de la literatura universal, una cartografía que abarca desde el Poema de Gilgamesh y La Biblia hasta Ladera Este, de Octavio Paz, y La hija de Burger, de Nadine Gordimer, a través de dos tipos de mapas: los mapas simples, que sitúan las obras en su contexto espaciotemporal, y los mapas conceptuales, que presentan en infografías el mundo propio de cada obra: desde la ruta de Ulises en La Odisea a los libros analizados en el donoso escrutinio del comienzo del Quijote, los espacios parisinos de 1913 en A la busca del tiempo perdido, el Dublín del Ulysses en 1922 o las siete generaciones de los Buendía en Macondo.

Como los atlas tradicionales, este Atlas de literatura universal puede hojearse al azar para merodear por sus páginas con la seguridad de que en cualquiera de ellas hay una ventana abierta al mundo y a la imaginación. 


Palabra de Lorca. 
Declaraciones y entrevistas completas.
Edición de Rafael Inglada 
con la colaboración de Víctor Fernández. 
Prólogo de Christopher Maurer.
Malpaso. Barcelona, 2017.

‘Lorca de viva voz’ titula Christopher Maurer el prólogo que ha escrito para presentar el espléndido volumen Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas, que publica Malpaso con edición de Rafael Inglada, que ha contado con la colaboración de Víctor Fernández.

Entre la cuartilla que recoge su intervención en el homenaje colectivo a Granada en 1922 y el prólogo a la edición de El público en el que Rafael Martínez Nadal evocaba en 1978 el último día de García Lorca en Madrid, ciento treinta y tres textos organizados en cuatro secciones cronólogicas que incluyen también las entrevistas y declaraciones publicadas póstumamente, entre 1937 y 1978.

Una colección que, como señalan Rafael Inglada y Víctor Fernández en ‘El poeta al que no le gustaban las entrevistas’, el texto preliminar en el que explican el contenido del libro y el sentido de esta edición, contiene “salvo sorpresas de última hora, la totalidad de las entrevistas concedidas por Federico García Lorca a la prensa de la época, desde 1922 (...) hasta la que concedió a Otero Seco pocas semanas antes de ser asesinado en agosto de 1936.”

O como la que le hizo Luis Bagaría para El Sol del 10 de junio de 1936, en donde decía:
- Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.
Hay una serie de líneas temáticas que recorren estas declaraciones recogidas durante los quince años de mayor creatividad de Lorca: las noticias y reflexiones sobre sus libros de poesía y sus estrenos teatrales, la dirección de La Barraca, sus viajes a América del Norte y Cuba, su gira por Argentina y Uruguay como dramaturgo y conferenciante, sus opiniones sobre la poesía de su tiempo, sus dudas y sus exageraciones, su evolución como persona y como escritor, la configuración progresiva de su mundo literario y sus proyectos, su compromiso social y cultural, su fama creciente, favorecida por el desarrollo del formato periodístico de la entrevista literaria que le sirvió de escaparate, como recuerda Christopher Maurer en su prólogo.

Y en todas estas entrevistas y declaraciones, una expresividad torrencial que suele reflejar una mezcla de simpleza inocente y de intuiciones profundas, como en la entrevista que apareció en Buenos Aires el 15 de octubre de 1933, en la que declaraba:
-En arte no hay que quedarse nunca quieto ni satisfecho... Hay que tener el coraje de romperse la cabeza contra las cosas y contra la vida... El cabezazo... Después veremos qué pasa... Ya veremos dónde está el camino... Algo que también es primordial es respetar los propios instintos... El día en que deja uno de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir...

Traducidas algunas del catalán, inglés, italiano y francés, “las abundantes entrevistas, declaraciones y documentos inéditos que recogen ahora Rafael Inglada y Víctor Fernández incitan a nuevas lecturas y abren nuevos caminos en la investigación. Las espléndidas fotos, muchas de ellas desconocidas hasta ahora, ofrecidas en su momento como garantía de autenticidad de la entrevista, nos deslumbran como en aquel entonces: con el “estallido súbito del magnesio”. Junto con el epistolario y con las ya mencionadas declaraciones políticas ofrecen una valiosísima serie de retratos, autorretratos y caricaturas verbales.”

Además de las abundantes ilustraciones que reproducen imágenes del poeta y páginas de las publicaciones donde aparecieron las entrevistas, un útil índice onomástico permite la consulta rápida de personas, personajes y lugares aludidos en ellas.





Juan Rulfo.
Obra.
Fundación Juan Rulfo. Editorial RM.
Barcelona, 2017.

Para cerrar el año del centenario del nacimiento de Juan Rulfo, uno de los narradores imprescindibles del siglo XX en español, una edición única recoge la totalidad de su obra narrativa en un volumen cuidado por la Fundación Juan Rulfo, que ha fijado los textos definitivos, espléndidamente editados por la Editorial RM

Están aquí los diecisiete cuentos intensos e imprescindibles de El Llano en llamas, que inauguraron un territorio literario inconfundible y un nuevo tono narrativo, intermedio en su estilización entre lo coloquial y lo poético, para elevar lo regional al nivel de la tragedia griega. 

Un territorio inhóspito que dos años después, en 1955, daría cabida a su novela Pedro Páramo, habitada por un coro de voces y sombras que sirven de fondo a la bajada a los infiernos de Juan Preciado, el narrador que habla en el comienzo memorable: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.” 

Todo desmiente en esta novela la fama de creador intuitivo que injustamente le atribuyó a Rulfo una parte de la crítica. Todo está medido en ella: desde la estructura caleidoscópica -aparentemente anárquica- que traba la novela y sostiene su construcción en una meticulosa organización circular, hasta el nombre del pueblo –que evoca el de la sartén sobre las brasas- o los nombres simbólicos de los personajes, habitantes de un territorio intermedio entre la vida y la muerte, de un espacio vacío y calcinado en un tiempo que es el de la ucronía, el no-tiempo del mito.

Y finalmente, el guión de El gallo de oro, que con el trasfondo del mundo de las peleas de gallos, las ferias y los palenques, las apuestas y las mesas de juego, explora un mundo emparentado con el universo de Rulfo: un mundo en el que están presentes la venganza y el poder, el destino trágico y la autodestrucción, y en el que la figura femenina protagonista recuerda en su inaccesibilidad a Susana San Juan. 

Decía el crítico Chris Powell que “se puede leer la breve pero densa obra de Rulfo en un par de días, aunque eso sólo significa dar el primer paso dentro de un territorio todavía por conocer. Su exploración es uno de los viajes más extraordinarios de la literatura.” 

Lo advirtió el propio Rulfo cuando decía que hasta después de tres o cuatro lecturas no se entendía Pedro Páramo, una novela inagotable cuya brevedad engañosa es otro de los espejismos de la obra.



Rafael Sánchez Ferlosio.
Páginas escogidas.
Selección de Ignacio Echevarría.
Literatura Random House. Barcelona, 2017.

Como “un recorrido que se quiere a la vez representativo e incitante, capaz tanto de procurar una idea aproximada de la amplitud y de la diversidad de la obra de Ferlosio como de despertar el deseo de adentrarse más a fondo en ella” define Ignacio Echevarría la selección de Páginas escogidas de Rafael Sánchez Ferlosio que ha preparado para el volumen que publica Literatura Random House.

Un recorrido amplio y abarcador por los textos más significativos de Ferlosio a través de catorce apartados ordenados cronológicamente y encabezados por sendas secciones de Pecios que dan paso a textos narrativos, ensayos y artículos de las distintas etapas de la prosa ferlosiana. 

Sermones y homilías, relatos breves de El escudo de Jotán, capítulos de Alfanhuí o un fragmento de El testamento de Yarfoz configuran una selección que  responde a un criterio múltiple y panorámico porque, como explica el compilador, “pretende abarcar los diferentes géneros y los principales registros en que se ha desarrollado la obra de Ferlosio.” 

Dientes, pólvora, febrero, Personas y animales en una fiesta de bautizo, Los babuinos mendicantes, Homilía del ratón, Las azoteas de Damasco El deporte y el Estado, son algunos de los textos que ofrece esta impecable selección que refleja la escritura rigurosa y poliédrica de Ferlosio, de la que pueden dar una muestra representativa dos fragmentos.

 El primero (De los ásperos y grandes lances de la montaña) es de Alfanhuí:

Por la tierra de secano hacia la montaña, canta la pájara antigua. Sobre las tapias de pizarra, junto a la blanca carretera, grazna, mece su cola. Al carretero le roba el pan y le despinta el carro. Grita a los cereales cuando les llega el madurar. Con su voz, seca los campos para la siega. Las otras aves se van, pero las urracas se quedan siempre, antiguas pájaras de la meseta. Ellas delatan crímenes nefastos y piden venganza para las violadas. Reconocen a los hombres y saben mucho de geografía. Saben cuanto pasa en los pueblos y los caminos. Dicen los nombres de los muertos y los recuerdan sin pena. Unas a otras se narran las historias de los muertos. Camino del camposanto los ven pasar y se quedan sobre una piedra, narrándose cuanto vieron. Viven los hombres y envejecen; las urracas hablan y miran. Las urracas sin pena no creen en la esperanza; ellas narran tan sólo, y repiten los nombres de los muertos. Los muertos van a lo largo del camino de la montaña. Van, como nublados sin lluvia, a trasponer las oscuras cimas. En la voz de las pájaras sus nombres quedan.
La montaña es silenciosa y resonante. Como el vientre de la loba es su vientre, arisco y maternal. Esconde sus manantiales en los bosques, como la loba sus tetas entre pelo. La montaña está tendida mansamente, amamantando a la llanura. Sólo a veces se levanta dura y esquiva y rasga los labios de los campos.

El otro es el comienzo de Carácter y destino, el discurso que leyó en abril de 2005 en la ceremonia de recepción del Premio Cervantes:

Una mañana de verano del 59, paseando mi hija y yo por el Retiro, al cruzar por el trecho que separaba el quiosco de la música del antiguo escati de baldosines, oí de pronto unas voces que venían de entre los árboles, en las que reconocí el falsete característico de los actores de guiñol.
En mis tiempos era muy difícil encontrar un padre joven, medianamente instruido, que, en el trato con sus hijos, no se creyese un pedagogo consumado. Ella no había cumplido los tres años y medio, y no podía haber reconocido aquellas voces, porque nunca había asistido a un espectáculo de guiñol ni a ningún espectáculo en absoluto (y, por supuesto, a aquel padre pedagogo le habría resultado hasta ofensiva la pregunta de si había dado entrada a la televisión en casa). Así que su ignorancia me dio tiempo de dudar: ¿la llevo o no la llevo?
Y aquí no es necesario recordar hasta qué punto la cuestión de la conveniencia o inconveniencia pedagógica, social y hasta política de los espectáculos públicos en general ha sido en Occidente un asunto moral que se remonta cuando menos a Platón.



Pablo Neruda.
Confieso que he vivido.
Edición, prólogo y notas de Darío Osés.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta”, escribía Pablo Neruda en el texto introductorio a Confieso que he vivido, las memorias que publica Seix Barral en una edición ampliada con diecinueve textos inéditos que estaban depositados en la Fundación Pablo Neruda, 

 La edición incorpora además tres conferencias inéditas, un álbum fotográfico de casi cincuenta fotografías y varias reproducciones facsimilares de mecanoscritos y apuntes manuscritos relacionados con la elaboración de estas memorias, que Neruda pensaba publicar en 1974 para celebrar los 70 años que no llegó a cumplir.

Su muerte el 23 de septiembre de 1973 frustró la redacción definitiva de las memorias, definitivamente interrumpidas. Fueron su viuda, Matilde Urrutia, y Miguel Otero Silva quienes ordenaron el material para la primera edición, que apareció en 1974. 

Entre los textos agregados, que se han editado con un tipo de letra distinto al del resto del libro para que el lector pueda identificarlos fácilmente, se incorpora un capítulo sobre la homosexualidad de García Lorca que Neruda prefirió no incluir en su plan de edición de las memorias porque podía perjudicar el prestigio de su amigo poeta.

El origen de Confieso que he vivido está en las cinco conferencias que Neruda pronunció en 1954 en la Escuela de verano de la Universidad de Chile para celebrar sus 50 años. De ellas forman parte las tres que permanecían inéditas y aparecen ahora en el apéndice de esta edición preparada y anotada por Darío Osés, que en su prólogo –‘La persistencia autobiográfica’- destaca su elaboración prolongada en el tiempo y su carácter singular y explica que “la obra poética de Neruda alimenta también a sus memorias.”

Por eso se puede seguir en Confieso que he vivido no sólo la peripecia biográfica del poeta, sino también la intrahistoria circunstancial de la que surgieron algunos de los libros  de Neruda. 

Con el amor y el paisaje, el compromiso político y la amistad como ejes vertebrales de las memorias, “los nuevos materiales de valioso contenido autobiográfico agregados a esta edición permiten hoy –explica Darío Osés en el prólogo- proponer nuevas lecturas de sus memorias, y de esa forma prolongar y enriquecer el persistente relato de las vidas del poeta.”




Breve antología de la Enciclopedia.
Selección y traducción de Gonzalo Torné.
Prólogo de Fernando Savater.
Debate. Barcelona, 2017.

“Un autor que resulta frío porque se expresa con un exceso de viveza puede llegar a corregirse atemperando la imaginación. En cambio, un autor que es frío porque no tiene alma no puede corregirse a sí mismo. Podemos moderar el uso del fuego, pero quien no sabe cómo encenderlo nunca podrá usarlo”, escribía Voltaire al final del artículo Frío, una de sus contribuciones a la Enciclopedia que dirigieron en circunstancias muy adversas Diderot y D'Alembert, que abandonó el proyecto a la mitad, asustado por la reacción del poder

Es uno de los artículos de la Breve antología de las entradas más significativas de la Enciclopedia que ha seleccionado y traducido Gonzalo Torné para un espléndido volumen que publica Debate con prólogo de Fernando Savater, que destaca que “la Enciclopedia fue un símbolo, el estandarte de una forma de pensar distinta a la tradicional, la leva de la veda para desacreditar los dogmas más acrisolados, el final del respeto. Su simple presencia transmitía un mensaje intelectual y también político.”

Al cabo de veinte años de trabajo, fueron 72000 los artículos que tuvo la Enciclopedia. De ahí la necesidad de una antología como esta, que reúne en trescientas páginas una selección de los artículos más representativos y como señala Gonzalo Torné responde al criterio de “seleccionar las mejores entradas escritas por los nombres más relevantes que aparecen de las cuatro decenas de autores acreditados.”

Voltaire (Elegancia, Fantasía, Felicidad o Historia), Diderot (Adulterio, Cerveza, Chocolate, Melancolía) D'Alembert (Astrología, Corrupción, Optimismo) o Rousseau (Economía política, Música o Temperamento) son algunos de los nombres y los variados temas que recoge esta antología que se abre con el amplio Discurso preliminar de D'Alembert sobre la doble condición de la obra: como Enciclopedia debe hacer una exposición de los diversos conocimientos humanos y como Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios,debe establecer los principios en los que se basan esas actividades.

Desde esa doble perspectiva de la mirada ilustrada se desarrolló la Enciclopedia, de cuyos autores dice Fernando Savater en el prólogo: “los enciclopedistas no se proponen derrocar el orden vigente ni deponer la monarquía, sino refundarlo todo basándose en principios racionales, no de linaje o de fortuna familiar. La tradición, él ‘siempre se ha hecho así’ y las leyendas fundacionales deben dejar paso al ‘espíritu geométrico’, a los méritos del estudio y a la competencia profesional.” 

Cierra el volumen el prefacio de Diderot al último tomo de la Enciclopedia. “El mundo madura pero no cambia, escribe cuando ve culminada ya la realización del proyecto, “quizá -añade- el más ambicioso que nunca se ha emprendido en el marco de la literatura.”




Cees Nooteboom.
Tumbas de poetas y pensadores
Fotografías de Simone Sassen.
Traducción de María Condor.
Siruela. Madrid, 2017. 

¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. 
 (...)
Los poetas cuyas tumbas he visitado sabían todo esto. Yo no revelo aquí ningún secreto. Las he visitado porque forman parte de mi vida. Porque han acompañado dicha vida de las maneras más diversas y en los momentos más variados. Unas veces eran lisa y llanamente poetas, poetas en sentido amplio: versificadores y pensadores, escritores y filósofos, es decir, junto a Celan y Dante estaban también Descartes y Wittgenstein, Mann y Kafka; y otras, como en el caso de Borges o Joyce, una combinación de ambos. Para mí son voces vivas. Ni siquiera entre miles de lápidas funerarias he tenido jamás la sensación de haber ido a visitar a un muerto. La relación es siempre personal, incluso cuando se trata de poetas que murieron hace tanto tiempo como Virgilio, Hölderlin o Leopardi. 

Esas líneas pertenecen a Tumbas de poetas y pensadores, el libro de Cees Nooteboom que publica Siruela con traducción de María Condor.

Ilustrado con las espléndidas fotografías en blanco y negro que hizo Simone Sassen, es un libro espectacular que propone no sólo un itinerario por decenas de tumbas de escritores. Es también y sobre todo un diálogo con esos autores y una lúcida aproximación a sus obras, porque cada visita a la tumba de un poeta es una conversación en la cual la respuesta ya está ahí mucho antes que todo lo que nosotros mismos pudiéramos decir.

Las tumbas de Proust, Vallejo y Wilde en el cementerio Père Lachaise de París; el Monte Vaea de Samoa donde está enterrado Stevenson en medio de un silencio vivo sobre la selva virgen; la lápida de Yeats en la niebla de la costa irlandesa; las tumbas nevadas de Canetti, Thomas Mann y Joyce cerca de Zúrich; la de Valéry en su cementerio marino y la de Chateaubriand entre las rocas de St. Malo contra un fondo de olas en la abrupta costa de Bretaña; las tumbas de Keats y Shelley en el Cementerio Acattolico de Roma; las de Beckett, Cortázar y Baudelaire en Montparnasse; la de Borges en Ginebra bajo una inscripción en anglosajón –Y nada temas- tan lejana de la de Bioy Casares en La Recoleta bonaerense; las tumbas vienesas de Bernhard y Auden, a la sombra de una pequeña iglesia blanca; la de Italo Calvino en la Toscana y la de René Char en la Provenza; la de T. S. Eliot en East Coker -in my beginning is my end / in my end  is my beginning- las de Goethe y Schiller, vecinos en su cripta de Weimar; las tumbas costeras de Robert Graves en Deià y de Neruda en Isla Negra; las de Hölderlin en Tubinga y Leopardi en Nápoles; la de Machado en Collioure; las tumbas venecianas de Pound y Brodsky...

Una viva evocación de los autores y de sus obras, porque visitamos a unos muertos a los que conocemos mejor que a la mayoría de los vivos.

Y porque en gran medida la literatura es una conversación con los muertos, Cees Nooteboom visitó durante años decenas de tumbas de poetas y pensadores. De esa experiencia surgió este libro, un viaje inducido por la lectura y que invita a la relectura, porque el que visita la tumba de un poeta emprende una peregrinación a sus obras completas.



T. S. Eliot. 
El libro de los gatos sensatos 
de la Vieja Zarigüeya.
Traducción de Juan Bonilla.
Ilustraciones de Edward Gorey.
Nórdica. Madrid, 2017.

Ponerle nombre a un gato, no te asombres
es cosa complicada y no banal.
Seguro que piensas que estoy muy mal,
pero es que un gato ha de tener tres nombres.

Así comienza El nombre de los gatos, el primero de los quince poemas que T. S. Eliot publicó en 1939 en El libro de los gatos sensatos con el seudónimo “Old Possum” (la Vieja Zarigüella) y que sirvieron de base al libreto del musical Cats.

Nórdica publica El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüella en edición bilingüe con versión rimada de Juan Bonilla y con las abundantes ilustraciones de Edward Gorey para la edición norteamericana de Harcourt Brace Jovanovich en 1982.

Quince poemas infantiles que Eliot escribió para sus ahijados, en los años 30 y que entre el juego y el propósito didáctico se dedican a Jenny, la gata chiclosa, al último episodio del Tigre Fiero o al viejo durmiente Deuteronomio.

En estas páginas suena la canción de los gatos melifluos, pasea en silencio el gato misterioso y  recuerda su época de gloria el gato teatral; luce sus polainas blancas el gato de etiqueta y hace su turno el gato del tren.

El caprichoso Rum Tum Tugger, Mungojerrie y Rumpelteazer, dos gatos vagabundos, o el gran gato Jaleo, que interviene en la pelea entre pequineses y pollicles, Mistoffles el mago, maestro del conjuro, piratas, ilusionistas, artistas o acróbatas maúllan o dormitan, corren y hacen trastadas en estos versos divertidos y juguetones que completan la imagen poética de T. S. Eliot.


Aleksandr Pushkin.
El Zar Saltán
y otros cuentos populares rusos.
Ilustraciones de Iván Bilibin.
Traducción de José Fernández Bueno.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

Tres hermanas que hilan en una rueca, un cisne prodigioso a la orilla del mar, un sorprendente gallo de oro que vigila las fronteras, un pescador que captura un pececillo de oro, una princesa muerta y siete caballeros... Esos son algunos de los habitantes de los seis cuentos tradicionales rusos que recopiló Aleksandr Pushkin en la primera mitad del siglo XIX. 

Los publica Reino de Cordelia en una edición ilustrada por Iván Bilibin, como la de los Cuentos populares rusos recogidos por Afanásiev, que publicó hace tres años esta misma editorial.

Pushkin convirtió los relatos folclóricos que había oído en su niñez en poemas narrativos que José Fernández Bueno ha traducido en prosa, en cuentos que desprenden la magia ancestral de los cuentos folclóricos y contienen el alma tradicional de la vieja Rusia de los zares.

El despliegue escenográfico de las espléndidas ilustraciones de Iván Bilibin completa una edición espectacular. Son telones de ópera, como señala el editor en su prólogo. De hecho el cuento que da título al volumen inspiró una ópera homónima de Rimski-Kórsakov.


Rachel Ignotofsky. 
Mujeres de ciencia.
Traducción de Pedro Pacheco.
Nórdica cómic. Capitán Swing. Madrid, 2017.

“Nada presagia más problemas que una mujer en pantalones. Esa era la actitud predominante en la década de 1930. Tanto era así que el hecho de que Barbara McClintock llevara pantalones de vestir en la Universidad de Missouri era considerado escandaloso. Pero era aún peor, además de escandalosa, era luchadora, directa, increíblemente inteligente y el doble de ingeniosa que cualquiera de sus compañeros masculinos. Hacía las cosas a su manera para obtener los mejores resultados, aunque eso implicara trabajar hasta muy tarde con sus estudiantes, lo cual iba contra los horarios establecidos.”

Así comienza la Introducción que Rachel Ignotofsky ha escrito para presentar su Mujeres de ciencia, un libro que ella misma ha ilustrado y que recoge la biografía de 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo, como indica el subtítulo de este volumen que publican Nórdica cómic Capitán Swing. 

Desde la matemática y filósofa Hipatia de Alejandría, que murió a principios del siglo V, hasta la también matemática iraní Myriam Mirzajani (1977-2017), pasando por Wang Zhenyi, astrónoma y poeta china del siglo XVIII, Marie Curie, Rita Levi-Montalcini o Valentina Tereshkova, “a lo largo de la historia, muchas mujeres lo han arriesgado todo en nombre de la ciencia. Este libro cuenta la historia de algunas de estas científicas, desde la antigua Grecia hasta hoy en día, que cuando se topaban con un no respondían: ‘Intenta detenerme.’ 

Una historia de la lucha de las mujeres contra la discriminación y las restricciones, porque “mucha gente pensaba que no eran tan inteligentes como los hombres. Las mujeres que aparecen en este libro tuvieron que luchar contra los estereotipos para poder desarrollar las carreras que deseaban. Rompieron reglas, publicaron bajo seudónimos y trabajaron por el afán de aprender sin ninguna ayuda. Cuando otros dudaban de sus habilidades, ellas tenían que creer en sí mismas.” 


Agenda literaria 2018.
Vladimir Nabokov.
Anagrama. Barcelona, 2017.

Anagrama celebra la obra de Vladimir Nabokov con una espectacular Agenda literaria 2018 que incorpora dos textos inéditos traducidos por Jesús Zulaika: una aguda reflexión sobre La metamorfosis y una meditación sobre el boxeo, la vida y el arte en Breitensträter-Paolino.

Con abundantes fotografías del escritor y sus libros, con dibujos de mariposas hechos por el  novelista entomólogo, con citas de sus libros, fragmentos de ensayos sobre su obra y reproduccioness de manuscritos y mecanoscritos, esta agenda es un complemento de la imprescindible Biblioteca Nabokov que publica Anagrama en sus colecciones Compactos y Panorama de narrativas.

Una invitación a pasar un año con Nabokov, a leerlo o a releerlo. Un libro para disfrutarlo todo el año.


NARRATIVA


Henry James.
Cuentos completos.
Volumen I
[1864-1878].
Edición de Eduardo Berti.
Editorial Páginas de Espuma. Madrid, 2017.

Terminada la edición de los Cuentos completos de Chéjov, Balzac o Marcel Schwob, Páginas de Espuma comienza otro ambicioso proyecto con la publicación de los Cuentos completos de Henry James, uno de los padres de la literatura contemporánea, un escritor que cumple el papel de bisagra entre la narrativa del siglo XIX y la del XX.

Se ha encargado de la edición Eduardo Berti, que señala en el prólogo que “era hora de ofrecer en castellano una versión cronológica y global de los numerosos relatos de James, que muchos consideran una de las cumbres de su producción personal e incluso una de las cumbres de la ficción escrita en Estados Unidos."

Acaba de aparecer el primero de los tres volúmenes que se ajustan a las tres etapas que se suelen distinguir en el desarrollo de su obra. Tres volúmenes que a lo largo de tres años reunirán en ediciones anotadas la totalidad de los relatos de James, casi cien cuentos -algunos inéditos en español- ordenados cronológicamente, lo que permite seguir la evolución de una narrativa en la que superficialmente no pasa nada, aunque bajo su superficie corre una caudalosa corriente subterránea.

En este primer tomo se reúnen los relatos de sus años de iniciación y formación, escritos entre 1864 y 1878 y publicados en revistas. Veintisiete cuentos que, entre “Una tragedia del error” y “El casamiento de Longstaff”, de alguna manera son una obertura en la que empiezan a perfilarse sus temas y la intensidad de su talento, que brilló especialmente en la distancia corta.

Está aquí en ciernes el mejor James, el escritor magistral que superó el realismo y se adentró en los abismos psicológicos de lo subjetivo con su capacidad analítica, proyectada en la asombrosa variedad de enfoques y matices que recorre su obra.

La relación entre vida y arte, entre ficción y realidad, la profundidad psicológica y la complejidad de los comportamientos humanos, la importancia del punto de vista frente a la ficción de la objetividad realista, la lentitud sin sorpresas ni efectismos, la incertidumbre, la importancia del matiz, la sutileza del análisis psicológico del personaje, la importancia del detalle, temas como el arte y el secreto, el fracaso o la pérdida de la inocencia, la ambigüedad, la frase larga, la hondura y el misterio, el flujo de conciencia y esa expresión ambigua a la que alude Eduardo Berti en un prólogo que contiene espléndidas introducciones a cada uno de los relatos, son algunas de las claves de estos cuentos que James escribió entre los 21 y los 35 años.

Aparecen en ellos comportamientos ilógicos y narradores engañosos o equivocados, diálogos intensos como los de 'Un día perfecto', pintores como el de 'La historia de una obra maestra' y espectros como los de 'La leyenda de ciertas ropas antiguas', su primer cuento de fantasmas, o 'El alquiler fantasmal', la inocencia perdida en 'Un hombre ligero', el conflicto entre lo europeo y lo americano en 'Benvolio', el uso magistral de la elipsis en 'Cuatro encuentros'.

Son los relatos de un Henry James cada vez más sutil y ambiguo, camino de convertirse en el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana; el escritor que ahonda en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa. Un libro imprescindible.



El lector decadente.
Selección y prefacios 
Jaime Rosal y Jacobo Siruela .
Atalanta. Vilaür, 2017. 

“Me gusta la palabra ‘decadencia’ [...] Me sugiere pensamientos sutiles de extrema civilización, alta cultura literaria, un arma capaz de intensas voluptuosidades” escribía Paul Verlaine en 1888.

Lo recuerda Jacobo Siruela en el segundo de los prefacios -el dedicado a Inglaterra- de la espléndida antología de narrativa decadentista que publica Atalanta con el título El lector decadente y selección y prefacios del propio Jacobo Siruela y de Jaime Rosal, que explica que “el decadentista era un escritor de vuelta de todo, caracterizado por una enfermiza sofisticación en lo artístico, el equivalente al dandi en lo social, uno de cuyos modelos era Oscar Wilde.” 

El Decadentismo fue un fenómeno que se desarrolló en los años finales del siglo XIX y a principios del XX. Surgió en un mundo finisecular que se desmoronaba y en una sociedad en crisis y dejó en España su huella más significativa en la primera época de Valle-Inclán. 

Caracterizado por el refinamiento enfermizo, la artificiosidad y el exotismo orientalizante, por la tendencia autodestructiva de sus autores lúcidos y perversos, atraídos por los distintos abismos del alcohol y las drogas, el Decadentismo tuvo mucho de actitud, de postura y hasta de impostura. 

“El Decadentismo no puede definirse como un movimiento literario propiamente dicho, sino más bien como una forma de sentir”, explica Jaime Rosal. En sus actitudes convivieron la incertidumbre y la crueldad, la transgresión y el esteticismo diletante, la provocación y el irracionalismo sentimental, el hastío y el desprecio de la sociedad burguesa, lo morboso y lo canalla, el satanismo y la exquisitez. 

El lector decadente ofrece una amplia selección con catorce autores franceses –de Baudelaire a Lautréamont, de Barbey d'Aurevilly a Schwob, de Villiers de L'Isle-Adam a Mallarmé o a Mirbeau- y seis ingleses, entre ellos Oscar Wilde o Aubrey Beardsley, que firma también un buen número de las abundantes ilustraciones de este volumen, como las que preparó para la Salomé de Wilde o para su propia Historia de Venus y Tannhäuser. 

Fragmentos de El jardín de los suplicios de Mirbeau, varios de los póstumos Poemas en prosa de Baudelaire, una de las semillas de las que brotó la poesía contemporánea; uno de los Cantos de Maldoror de un Lautréamont visionario y provocador que explora el territorio del mal con pasión imaginativa y potencia verbal; la pasión autodestructiva de Pierre Louÿs; un Schwob imaginativo y extemporáneo, inventor de voces y de vidas y erudito evasivo; tres de las Divagaciones de un Mallarmé oblicuo y secreto; uno de los Cuentos crueles de De Villiers; un Barbey ambiguo y antimoderno; varios capítulos de A contrapelo, la novela de Huysmans que acabará convirtiéndose en manifiesto decadentista; una amplia muestra del mejor Wilde y su visión de la vida como obra de arte o un Crowley satánico y exhibicionista son algunos de los contenidos de este volumen, que ofrece una muy significativa muestra del que, en palabras de Jacobo Siruela, fue “uno de los primeros movimientos artísticos genuinamente modernos que reflejó en el espejo de la literatura el otro rostro (siempre variopinto) de la modernidad, tal como había empezado a hacer Baudelaire a mediados del siglo XIX.



Ramón del Valle-Inclán.
El ruedo ibérico.
Edición de Diego Martínez Torrón.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2017.

El reinado isabelino fue un albur de espadas: Espadas de sargentos y espadas de generales. Bazas fulleras de sotas y ases.

Con esa viñeta comienza Aires nacionales, el primero de los diez libros que componen La corte de los milagros, la primera entrega de El ruedo ibérico. Esas mismas líneas volverán a repetirse al final del capítulo, lo que completa un diseño circular acorde con el título de la serie y con la meditada estructura que diseñó Valle para todo el ciclo.

Cátedra Letras Hispánicas publica El ruedo ibérico en edición anotada de Diego Martínez Torrón, que en su estudio introductorio lo define como “la obra cumbre de la narrativa universal del siglo XX. Una obra maestra que parece escrita para un lector lector/a de otro siglo posterior.”

Un ciclo que –añade- se caracteriza por “una perfecta técnica narrativa”, “un estilo inigualable” y “un retrato de la época que abarca desde las clases altas de la corte a las clases bajas de la sociedad.”

Fue el más ambicioso de los proyectos literarios de Valle-Inclán, el más sostenido en el tiempo y, a pesar de que el plan quedó inconcluso, a la escritura del ciclo novelístico El ruedo ibérico le dedicó una constancia poco frecuente en él. 

En 1923 ya había empezado a hablar de una serie narrativa sobre el siglo XIX y pocos días antes de su muerte el 5 de enero de 1936 seguía trabajando en el ciclo que había proyectado en nueve novelas organizadas en tres series ternarias que iban a abarcar desde las vísperas revolucionarias de 1868 a la muerte de Alfonso XII -Los amenes de un reinado, Aleluyas de la Gloriosa y La Restauración borbónica-, aunque el ciclo se interrumpiría en agosto de 1868, antes de la Revolución de septiembre, la Gloriosa

Con una historia textual laberintica, pues la publicación de fragmentos en periódicos anticipaban o seleccionaban fragmentos, en 1927 apareció en libro la primera novela –La corte de los milagros- y el año siguiente Viva mi dueño. El proyecto se truncó en la tercera novela –Baza de espadas-, de la que Valle dejó terminado sólo el primer libro -Vísperas setembrinas-, que no se publicó hasta 1958. 

Organizadas en libros formados por breves estampas, viñetas o cromos expresionistas, las novelas de El ruedo ibérico son una muestra depurada de la técnica del esperpentismo: la perspectiva cenital, la ironía, la degradación de los personajes, héroes o villanos reflejados en espejos cóncavos y rebajados a la condición de peleles o animales, la mirada distanciada, la visión crítica de la realidad y sobre todo la potencia de su elaboración estilística se imponen a un dudoso afán cronístico o documental:

Los héroes marciales de la revolución española no mudaron de grito hasta los últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perplejidades con los tropos de la oratoria demagógica. Aquellos milites gloriosos alumbraban en secreto una devota candelilla por la Señora. Ante la retórica de los motines populares, los espadones de la ronca revolucionaria nunca excusaron sus filos para acuchillar descamisados. El Ejército Español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse heroico con la turba descalza y pelona que corre tras la charanga.

Y esa perspectiva astral propia del esperpento permite componer un mosaico narrativo de multitud de personajes grotescos en escenarios descoyuntados, como en esta viñeta de Cartel de ferias, la parte central de Viva mi dueño:

En la llanura fulgurante, el villaje ancho y decrépito. Fuera de bardas, el gitano aduar. Sobre un cerro de retamares la mina del castillo. Triscan las cabras, y el pastor remontado en la sombra de la ruina, hace calceta.—En Solana del Maestre, como por todo aquel ruedo, las ferias aparejan siempre prematuros calores, y prosperan las alegrías del jarro. Por aquellos días, nunca faltaba el Trueno Madrileño en Los Carvajales. El Marqués de Torre-Mellada —parasol de alpaca, uniforme con espadín, sombrero apuntado—, entre un juez y un alcalde, los murguistas detrás, las vaquillas de la capea por delante, presidía, año tras año, la Ceremonia de los Verdes.


Ramón del Valle-Inclán.
Sonatas.
Ilustraciones de Víctor López-Rúa.
Edición de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

“Las Sonatas de Valle-Inclán son la mejor, y acaso la única, muestra de literatura plena y profundamente décadente de las letras hispanas. Atrevidas y audaces, nos hacen discurrir por un universo trazado a la medida de un personaje, el Marqués de Bradomín, escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo de la espléndida edición ilustrada por Víctor López-Rúa de las Sonatas de Valle-Inclán.

Las publica Reino de Cordelia con el texto fijado por Luis Alberto de Cuenca a partir de  la última versión corregida por Valle, la edición de 1933 en Rivadeneyra, para ofrecer al lector –señala en el prólogo-  “un texto limpio, nítido, claro, listo para acoger tanto al entusiasta de las Sonatas como a quien todavía no las conozca. Un texto que dirige su flecha ecdótica del siglo XXI al corazón de uno de los libros más hermosos de la literatura universal, coincidiendo con el octogésimo primer aniversario de la muerte de su autor.”

Se reúnen así en un volumen muy cuidado las cuatro Sonatas –Primavera, Estío, Otoño e Invierno- que Valle publicó entre 1902 y 1905 y que contienen las memorias amorosas del Marques de Bradomín, un irrepetible don Juan “feo, católico y sentimental.”

Desde la doble distancia que le dan a Bradomín el exilio y la edad, la Nota que Valle colocó al frente de las Sonatas explica que "estas páginas son un fragmento de las Memorias Amables que, ya muy viejo, empezó a escribir en la emigración el Marqués de Bradomín. Un Don Juan admirable. ¡El más admirable tal vez!
Era feo, católico y sentimental…"

Los jardines italianos de la Sonata de Primavera, la caliente tierra mexicana de la Sonata de Estío, los brumosos pazos gallegos de la Sonata de Otoño y la Navarra de la guerra carlista en la Sonata de Invierno sirven de telón de fondo a las memorias amables y escandalosas de Bradomín, a sus recuerdos de la novicia María Rosario en los ambientes vaticanos, de la Niña Chole en las llanuras de Tierra Caliente, de una Concha a punto de morir en el palacio de Brandeso o de María Antonieta en la corte estellesa.

Cuatro estaciones, cuatro edades del marqués, cuatro paisajes, cuatro mujeres sobre un fondo estilizado de jardines y conventos, palacios y salones, obras de arte y armonías musicales que crecen en la prosa rítmica de las Sonatas, cima del Modernismo, y en la sensorialidad de su lengua exuberante y su erotismo refinado:

“Anochecía, cuando la silla de posta traspuso la Puerta Salaria y comenzamos a cruzar la campiña llena de misterio y de rumores lejanos. Era la campiña clásica de las vides y de los olivos, con sus acueductos ruinosos, y sus colinas que tienen la graciosa ondulación de los senos femeninos. La silla de posta caminaba por una vieja calzada: las mulas del tiro sacudían pesadamente las colleras, y el golpe alegre y desigual de los cascabeles despertaba un eco en los floridos olivares. Antiguos sepulcros orillaban el camino y mustios cipreses dejaban caer sobre ellos su sombra venerable.
La silla de posta seguía siempre la vieja calzada, y mis ojos fatigados de mirar en la noche, se cerraban con sueño. Al fin, quedeme dormido y no desperté hasta cerca del amanecer, cuando la luna, ya muy pálida, se desvanecía en el cielo. Poco después, todavía entumecido por la quietud y el frío de la noche, comencé a oír el canto de madrugueros gallos, y el murmullo bullente de un arroyo que parecía despertarse con el sol. A lo lejos, almenados muros se destacaban negros y sombríos sobre celajes de frío azul. Era la vieja, la noble, la piadosa ciudad de Ligura.”

Así empieza la Sonata de Primavera, la primera de cuatro obras  maestras. “No puede acumularse en ellas –escribe Luis Alberto de Cuenca- una brizna más de belleza, no cabe más encanto ni más capacidad de seducción auditiva en sus páginas, no puede soportarse tanta perfección (...) Y es que en la literatura española de los últimos ciento cincuenta años no hay nada comparable a las Sonatas de don Ramón del Valle-Inclán.”



Augusto Roa Bastos.
Yo el Supremo
Real Academia Española 
y Asociación de Academias de la Lengua Española.
Alfaguara. Madrid, 2017.

Para celebrar el centenario del nacimiento de Augusto Roa Bastos la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española patrocinan la publicación en Alfaguara de la edición conmemorativa de la que es sin duda la novela más importante del autor paraguayo, Yo el Supremo, una obra fundamental también de la novelística latinoamericana.

Casi simultánea, aunque un poco anterior a El recurso del método y a El otoño del patriarca, con Yo el Supremo la novela de dictador alcanza su valor literario más alto.

Inspirada en la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, autoproclamado Supremo dictador perpetuo de la República del Paraguay entre 1816 y 1840, Yo el Supremo es una reflexión sobre el poder absoluto, una novela que integra materiales narrativos y ensayísticos, históricos y mitológicos, porque aquí el tiempo mítico se superpone al tiempo histórico.

Imaginación y documentación conviven, como el castellano y el guaraní, en las páginas de esta novela brillante y exigente, en la que una enorme potencia verbal se pone al servicio de la disección del poder absoluto, cuyo objetivo es instaurar el discurso único del dictador y eliminar la disidencia.

Sobre ese proyecto y sobre su fracaso gira toda la novela: frente al pasquín subversivo  del comienzo, la circular perpetua; y frente a la monodia, la polifonía de narradores, el despliegue de voces que articulan el sentido de la novela y vertebran su estructura.

Además de una reflexión sobre el poder absoluto, Yo el Supremo es también una indagación sobre la escritura y sus límites,  sobre la libertad y la realidad a través de la búsqueda del autor del pasquín y de la escritura alucinada del propio dictador que dicta a su secretario-escriba, Policarpo Patiño.

Como en el resto de los títulos de la colección, enmarcan la edición del texto un conjunto de estudios monográficos y ensayos breves con distintas aproximaciones críticas a la narrativa de Roa Bastos y a Yo el Supremo: un análisis de sus aspectos formales, su trama y sus características genéricas, sus voces narrativas y su punto de vista, su concepto del tiempo o su complejo andamiaje novelistico. 

Completan el volumen, además de una breve cronología de hechos históricos citados en la obra, un útil glosario y un índice onomástico.



Arturo Úslar Pietri.
Oficio de difuntos.
Prólogo de Moisés Naím.
Drácena. Madrid, 2017.

Drácena recupera uno de los títulos esenciales de Arturo Úslar Pietri, Oficio de difuntos, una obra de madurez que publicó en 1976.

Úslar Pietri fue el primero que utilizó la expresión ‘realismo mágico’ para referirse a la narrativa hispanoamericana que estaban escribiendo Asturias, Carpentier y él mismo en los años treinta y cuarenta.

No fue esa la única relación entre los tres novelistas: los tres, aunque en fechas distintas, escribirían una novela de dictador: El señor presidente, El recurso del método y esta espléndida Oficio de difuntos, que es -en palabras de Moisés Naim en el prólogo de esta edición- “quizás la menos conocida de la serie de grandes novelas hispanoamericanas en este subgénero de dictadores (...) que han buscado explicar el mundo y la psicología de los caudillos y de sus víctimas, los pueblos que subyugan.”

Centrada en la figura de Juan Vicente Gómez, el sátrapa que gobernó Venezuela durante casi treinta años, entre 1908 y 1935, Oficio de difuntos es una sátira política, una meditación sobre el poder y la ambición y sobre el papel del intelectual.

La distancia irónica con que la escribió Úslar Pietri le evitó caer en la simplificación y en la caricatura para abordar la psicología del dictador y los mecanismos del poder a través de un personaje fundamental, el padre Solana, que puso su talento envilecido y temeroso al servicio del caudillo.

Es él quien abre y cierra la novela, el hilo conductor de un relato construido a partir del momento de la muerte del dictador -que aparece en la novela como el general Aparicio Peláez-, cuando Solana se ve obligado a redactar la oración fúnebre que tendrá que pronunciar en el oficio de difuntos ante el cuerpo muerto del general:

En la noche lo llamaron desde Tacarigua para darle la noticia. Demasiado breve, demasiado simple para comprenderla en toda su significación. “El general acaba de morir”. Fue una noche de callado pavor, de andar por la casa sin rumbo, de hablar solo, de rezar rosarios sin término, de despertar al fámulo para que lo acompañara, de pensar en los más diversos y disparatados medios de desaparecer y de huir. Disfrazarse, esconderse, refugiarse en una embajada, salir al extranjero. Temprano, en la mañana, después de aquella larga noche, vino la otra llamada. De parte del general encargado del poder ejecutivo, le participaban que había sido designado para decir la oración fúnebre en la misa de difuntos de cuerpo presente que se iba a celebrar al día siguiente, allá en Tacarigua, antes del entierro.

Y a partir de ahí se suceden los recuerdos, se superponen el presente y el pasado para reconstruir el proceso por el que llega al poder el dictador y las circunstancias que formaron su personalidad.

Ante el poder absoluto que representa el general Peláez, dos personajes, el padre Solana y el general rebelde Damián Dugarte, reaccionan de dos maneras distintas: con sumisión o con rebeldía y articulan la reflexión sobre la realidad política y social de la dictadura y sobre los mecanismos del poder.

Pero Oficio de difuntos, habitado por personajes que representan la cobardía y la corrupción, la crueldad y el valor, la astucia y la injusticia, funde lo personal y lo colectivo y va más allá del ámbito venezolano para trazar un poderoso mural de la realidad hispanoamericana.


Paul Metcalf.
Génova. 
Una historia de las maravillas.
Traducción de José Luis Piquero.
Hermida Editores. Madrid, 2017.

Algo más de medio siglo después de su primera edición en 1965, Hermida Editores publica Génova, que seguramente es la mejor novela del norteamericano Paul Metcalf (1917-1999).

Original y renovadora, Génova es una novela inclasificable y sorprendente, narrada por Michael Mills, un médico que no ejerce y trabaja en Indianápolis en la General Motors. La relación con su hermano Carl, ejecutado en una cámara de gas en Missouri por el asesinato de un niño, es uno de los motores de la novela, escrita para atender, afrontar, examinar, quizá, algunas de las otras obligaciones, como

Nota: Post mortem: comprrender a mi hermano Carl
y
Nota: para los vivos, yo mismo y otros, descubrir lo que hay que curar, y por qué, como médico, no lo haré.

Con el relato se mezclan citas de obras y cartas de Herman Melville –bisabuelo de Metcalf-  y de los diarios de Colón, fragmentos que convierten la novela en un collage de citas y referencias, en un palimpsesto de la memoria y en una indagación sobre la monstruosidad el viaje y el sentido de la vida.

Viajes y viajeros reales y ficticios articulan en contrapunto la estructura de una novela deslumbrante en la que se funden la imaginación y la realidad, el espacio y el tiempo, la narración y el documento, el relato clásico y la ficción posmoderna para trazar una geografía del tiempo desde la metaficción de un narrador-protagonista en busca de explicaciones.




César González-Ruano.
Memorias.
Mi medio siglo se confiesa a medias
Prólogo de Manuel Alcántara 
Editorial Renacimiento. Sevilla, 2017.

En su Biblioteca de la memoria, Renacimiento reedita Mi medio siglo se confiesa a medias, las memorias que César González-Ruano escribió entre el 1 de julio y la noche del 31 de diciembre de 1950. 

Seiscientas apretadas páginas que redactó con rapidez pasmosa si se tiene en cuenta que no era su única dedicación y que sólo las escribía por las tardes. Lo explicaba así en el prólogo de la primera edición: Escribiré de prisa, no porque tenga prisa, sino miedo a aburrirme, y no corregiré –casi nunca lo hice– ni he de volver sobre el original por otro miedo: el de que no me guste y lo rompa. Creo que éste es un tipo de libro, aunque pueda parecer lo contrario, de inspiración y de cogerlo y no dejarlo hasta el final, casi casi como un trance o como la rápida reconstrucción de un sueño.

Como en una labor de reciclaje, González-Ruano aprovechó diversos materiales previos (artículos, relatos, crónicas...) para componer un mosaico en el que conviven la calidad de su prosa y ese silencio interesado -y no sólo sobre asuntos amorosos- que se anuncia desde el título.  

Un silencio que acaba convirtiéndose en una especie de cínica renuncia a la sinceridad que es muy característica del personaje que fue Ruano. Personaje, sí, porque en estas páginas la autobiografía se convierte en novela y la memoria se transforma en autoficción, en creación de una máscara alejada de la persona y cercana al personaje: 

En suma, no basta con ser un tipo moral, ni siquiera físico, si los demás se empeñan en ver otro. Si se tiene una fuerte personalidad, a lo más que se puede llegar es a defender un cincuenta por ciento de ella, a circular por la vida y el mapa como un medio ser logrado por uno mismo y otro medio ser inventado por la gente.
Esta ficción impuesta de lo que los demás han querido que uno sea, esta farsa en la que uno representa el papel que nos han dado nuestros autores, como un cómico que necesita vivir, a veces es tan insistente, o tan atractiva, o nos proporciona tal éxito inmerecido, o nos acarrea tanta desgracia, que acaba por afectarnos, y, con frecuencia, nos la incorporamos al medio ser auténtico, y entonces, uno mismo, se hace un lío tremendo, y ya no sabe hasta dónde se es de verdad y desde dónde se es –por mucho que seamos– de mentira.

"Amanuense de sí mismo" lo llama en su prólogo –César- Manuel Alcántara, que destaca la centralidad de esta obra en el amplio conjunto de la producción de González Ruano: “Está claro que el César preferible es el articulista que hizo época además de llenarla y el autor de Mi medio siglo se confiesa a medias. (...) Si tuviera que explicarle a alguien quién era, quién sigue siendo, y nadie menor de treinta años tiene una idea muy clara de él, le diría que leyera este libro y una recopilación de crónicas. Ahí está lo mejor de su desparramada y febril creación de pura raza de las letras, de escritor de cuerpo entero. Su bibliografía tiene más de ochenta títulos, pero sus credenciales de supervivencia literaria están aquí y en sus artículos. Es casi como haberle conocido. Casi como haber sido amigo suyo. Casi.”


ENSAYO


Jaime Gil de Biedma.
El pie de la letra.
Ensayos completos. 
Edición de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2017.

“La prosa de un poeta” titula Andreu Jaume el prólogo a su edición de El pie de la letra, los ensayos completos de Jaime Gil de Biedma que publica Lumen en una versión ampliada en la que se añaden dos textos rigurosamente inéditos -“Dos buenos libros de poesía: José Agustín Goytisolo y Claudio Rodríguez” y “Presentación de La muchacha de las bragas de oro”- y otros dos que pese a estar publicados no se habían recogido en libro hasta ahora: “Aire: nada” y “Genio y figura: lord Byron”, además de la carta que T.S. Eliot envió en 1956 a Gil de Biedma para agradecerle el envío de un ejemplar de su traducción de Función de la poesía y función de la crítica, que iba presentado por un prólogo que abre precisamente la primera de las cuatro partes en la que se organiza El pie de la letra.

Esas cuatro secciones de alguna manera marcan también cuatro momentos en la evolución poética y crítica de Jaime Gil de Biedma: además del mencionado prólogo a la traducción de Función de la poesía y función de la crítica, un estudio sobre el Cántico de Guillén, una tercera sección miscelánea titulada significativamente Variedades, de la que forma parte el imprescindible “Revista de bares”, y un cuarto apartado con seis ensayos entre los que están dos textos fundamentales para entender a Gil de Biedma. Dos ensayos finales: “Como en sí mismo al fin”, sobre Luis Cernuda, y un espléndido estudio sobre los Cuatro cuartetos de Eliot. 

Ese es el núcleo de El pie de la letra, al que se añade un conjunto de Textos dispersos que completan la reflexión de Gil de Biedma sobre la poesía y sobre la crítica, su mirada personal y su pasión contagiosa, el diálogo con la tradición poética inglesa, con Eliot y Auden, con Baudelaire y Cernuda, con Guillén y Espronceda.

Porque como en Auden y en Eliot, sus referencias más constantes, en Gil de Biedma se unen la conciencia crítica y el impulso lírico para vertebrar una obra coherente en la que se compaginan la lucidez reflexiva y la creación poética en la determinación de la clave esencial que subyace a la aparente sencillez de sus versos: la compleja voz que habla en el poema, por qué y en nombre de quién habla y a quién se dirige.

Esa certeza es la que le lleva en 1981 a escribir esta descalificación de Juan Ramón Jiménez en “J.R.J: notas a un centenario”: “la voz que habla en sus poemas está siempre a favor de las propias emociones, y esa es la marca indeleble del poeta menor.”

En sentido contrario, “Como en sí mismo al fin”, que es una lectura de Cernuda, podría figurar como prólogo o epílogo de cualquier edición de su poesía. Allí se pueden leer estas líneas:

“Un poema moderno no consiste en una imitación de la realidad o de un sistema de ideas acerca de la realidad –lo que los clásicos llamaban una imitación de la naturaleza-, sino en el simulacro de una experiencia real.”

Textos que perfilan una “autobiografía crítica”, en palabras de Andreu Jaume, porque al hilo del análisis de la poesía ajena Gil de Biedma hace una reflexión sobre su propia obra. Es el camino de la poética a la poesía de un poeta consciente de su escritura.




Juan Arnau.
La fuga de Dios.
Atalanta. Gerona, 2017.

“La fuga de Dios tiene tres voces cuidadosamente entretejidas. Ante la magia musical de la creación, la sabiduría pretende seguirlas y darle a cada uno lo que le pertenece: al intelecto, la abstracción; al cuerpo, la sensación, y al alma, la imaginación. ¿Qué es el alma sino una alforja de visiones? Esas tres voces suenan al unísono, vertebradas por el contrapunto del aquí y el ahora, un contrapunto que entrelaza intelecto, visión y sensibilidad”, escribe Juan Arnau en el Preludio de La fuga de Dios, que publica Atalanta en su colección Memoria mundi.

Las ciencias y otras narraciones es el subtítulo de este volumen que se organiza en tres partes - Mundo sensible, Mundo inteligible y Mundo imaginal- rematadas por un epílogo -Cultura mental- que cierra un recorrido por la ciencia y la filosofía como formas de conocimiento, por la relación compleja entre conciencia y materia y los límites de la ciencia mecanicista y sus dogmas. 

Entre la sensorialidad y la abstracción, entre la conciencia y la existencia, el tiempo y el espacio, la plenitud y la creatividad Juan Arnau propone en estas páginas un recorrido por la historia de las actitudes filosóficas y científicas a través de una serie de referencias fundamentales: las huellas de Newton en una semblanza memorable, una biografía de la luz de Empédocles a Einstein pasando por Berkeley y Goethe; las aportaciones de Feyerabend y su crítica del método científico como modelo de conocimiento; la reivindicación del mundo imaginal a partir de la crítica de las insuficiencias del positivismo en autores como Laszlo y su revisión del concepto clásico del conocimiento, Barfield y la revalorización de la imaginación o Skolimowski y su defensa de la sensibilidad a través de la mente participativa.

Porque –explica Juan Arnau en el epílogo - “si analizamos las experiencias fundamentales que dieron pie a la física de nuestro tiempo y al desmoronamiento del paradigma de la objetividad, observaremos que todas ellas [Faraday, Einstein y Heisenberg] tienen una naturaleza imaginal.”



Gonzalo Torrente Ballester.
Teoría de la novela.
Prólogo de Carmen Becerra.
Ediciones Deliberar. Madrid, 2017.

La Biblioteca Deliberar publica seis conferencias inéditas de Gonzalo Torrente Ballester con el título Teoría de la novela, que fue el del ciclo del que forman parte las cuatro primeras, que leyó en 1973, muy poco después de publicar La saga/fuga de JB, una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Una obra fundamental que inauguró una nueva etapa en la novela española contemporánea.

En esas cuatro conferencias, dictadas en su plenitud creativa, Torrente Ballester explicó su concepto de novela, una forma literaria huidiza; habló de la importancia de la imaginación –tan excepcional en la tradición española- y la experiencia, fijó el principio de realidad suficiente como base de la creación de un mundo novelístico; expuso su teoría del personaje y destacó la importancia de la construcción, la estructura y las voces narrativas o del alcance de la invención y el tratamiento del lenguaje.

Es la teoría de un novelista que defiende su idea de la novela como “obra narrativa de carácter ficticio que tiene como finalidad interesar por el destino de alguien que no existe. Un novelista que analiza la novela desde dentro y que unió ejemplarmente en su trayectoria literaria la teoría y la práctica, la creación y la reflexión, como demostraría poco después, en 1975, con un libro fundamental, El Quijote como juego, y luego con Los cuadernos de un vate vago.

Por eso se titula De la práctica a la teoría y viceversa: un itinerario de ida y vuelta el prólogo en el que Carmen Becerra explica que estos textos “conforman su poética y se erigen en los pilares sobre los que se asienta la fabulación del autor ferrolano.” 

Completan el volumen dos conferencias: Los problemas de la novela actual, una reflexión sobre el realismo y una defensa de la libertad creadora por encima de los dogmas ideológicos, y otra sobre el proceso creador de una obra de ficción, entre la imaginación y la experiencia.

Como prevé la línea editorial de la Biblioteca Deliberar, “ a los textos que no sean de por sí deliberativos, se les añadirá una deliberación final realizada por expertos en el tema.”  Ese es el sentido del apéndice con cuatro textos en los que Carmen Martín Gaite, Stephen Miller, Cristina Sánchez-Andrade y J. A. González Sainz reflexionan sobre la teoría de la novela de Torrente Ballester. 



Simone Cattaneo.
La cultura X. 
Mercado, pop y tradición.
Traducción de Pilar Cáceres.
Carpe Noctem. Madrid, 2017.

La cultura X.  Mercado, pop y tradición es el título del ensayo que Simone Cattaneo dedica a la generación X, “una nueva corriente literaria que nacía no solo de la necesidad de renovación propia de la historia de la literatura, sino también del ansia de las editoriales cazatalentos en busca de libros superventas y de la voracidad de los medios de comunicación.” 

La industria editorial alentó ese fenómeno en busca de un público joven y una proyección mediática fácil, Entre la inmediatez expresiva y la escritura algo más elaborada de otros, lo más frecuente es que este tipo de obras se sitúen en el límite de la indigencia estilística o, todavía peor, al borde de la competencia comunicativa.

Autores nacidos en la década de los 60 y proyectados editorialmente en los 90, como Belén Gopegui, José Ángel Mañas, Lucía Etxebarría, Juan Bonilla, Ray Loriga o Juan Manuel de Prada. Sobre estos tres últimos se centra el estudio que Simone Cattaneo publica en Carpe Noctem con traducción de Pilar Cáceres.

Se trata de la reelaboración de una tesis doctoral leída por el autor en 2010 en la Universidad de Bolonia sobre un fenómeno narrativo que fue el resultado de un planteamiento editorial más atento a la comercialidad que a la calidad.

Tras la contextualización de ese fenómeno a partir de la descripción de un completo panorama sociopolítico, cultural y editorial de los años noventa, Cattaneo realiza un análisis demorado de la obra de esos tres autores -Ray Loriga, Juan Bonilla y Juan Manuel de Prada- en cuyas novelas – Trífero, Los príncipes nubios o La vida invisible- se reflejó el ambiente de la movida, el cine, la música y de lo que genéricamente se conoce como cultura pop.

Cierra el volumen un epílogo de título significativo –Lo que queda del naufragio-, colofón de un estudio valioso porque traza un amplio panorama que intenta “poner un poco de orden en el turbulento pasado reciente de la literatura española contemporánea con el objetivo de demostrar que incluso en un periodo considerado una tierra baldía hay fenómenos dignos de ser investigados.”



Santos Juliá.
Transición.
Historia de una política española (1937-2017)
Galaxia Gutenberg. Madrid, 2017.

“La Transición, pensaba Juan J. Linz en 1996, es ya historia, no algo que sea objeto de debate o lucha política; es objeto científico, añadía, con el riesgo de que los que no la vivieron la ignoren, la consideren algo obvio, no problemático. Escrita esta reflexión poco antes de la llegada, por vez primera, del Partido Popular al Gobierno, estaba lejos el profesor Linz de pensar que lo que en aquel momento se daba ya como historia, como pasado, recuperase diez años después un lugar central en el debate político, crecientemente crispado a medida que avanzaba el nuevo siglo, hasta tal punto que diez años después de que Linz, y muchos con él, consideráramos la Transición como historia, hablar en España del proceso de transición de la dictadura a la democracia era hablar de política tanto como o más que de historia. Y hoy, cuando ya ha transcurrido otra década y nuevos movimientos sociales y nuevas fuerzas políticas han irrumpido en la calle y en las instituciones, los términos se han invertido por completo: hablar en estos últimos años de la Transición es hablar de política mucho más que de historia; o mejor: cuando se aparenta hablar de historia, lo que se hace cada vez con mayor frecuencia es un uso del pasado al servicio de intereses o proyectos políticos o culturales del presente.”

Con ese párrafo abre Santos Juliá la Introducción a su monumental ensayo Transición. Historia de una política española (1937-2017) que publica Galaxia Gutenberg.

Historia y política reunidas en  seiscientas cincuenta páginas que tienen como hilo conductor el concepto de transición, que utilizó por primera vez Azaña en 1937 y que en un sentido distinto acabó designando un periodo muy concreto de la historia contemporánea española: el que se extiende desde el momento en el que Suárez convoca  las primeras elecciones desde la guerra civil y firma el decreto de amnistía hasta que se aprueba la Constitución del 78.

Pero Santos Juliá abre el campo de análisis y aborda ochenta años de historia que se cierran con las sesiones secesionistas de los días 6 y 7 de septiembre de 2017 en el Parlamento de Cataluña. Ochenta años en los que el concepto de transición se ha ido matizando, desde la voluntad de cerrar las heridas de la guerra con una paz sin vencedores ni vencidos a un proceso de demolición del franquismo y sus estructuras para pasar de la dictadura a la democracia de forma pactada y pacífica.

Y en torno a ese eje central Santos Juliá analiza una historia política marcada por el diálogo temprano entre monárquicos y socialistas, por el concepto de reconciliación nacional, el contubernio de Múnich o los últimos años del franquismo antes de que la libertad, la amnistía y los estatutos de autonomía sirvieran de base a un proceso constituyente integrador que ha sido cuestionado recientemente por los nacionalismos y los populismos. Porque no sólo ha ido variando el concepto de transición. Ha habido también un cambio en la percepción política y en el uso de ese término: desde la idea de la transición como horizonte durante el franquismo a la sacralización acrítica y excesivamente idealizada y de ahí a una mirada crítica descalificadora que tampoco parece muy justa.

En todo caso, este volumen ofrece un análisis riguroso y lúcido del largo viaje hacia la reconciliación a través de años de diálogos, pactos y consensos conseguidos a base de tensiones y prudencia, de audacia y temores, de memoria y desmemoria en torno a los distintos planes de transición, una palabra cuyo campo semántico ha ido ampliando su extensión para incluir en su contenido ideas como las libertades, la amnistía, la reconciliación nacional, la democracia, el proceso constituyente.


POESÍA


Manuel Padorno.
Obras Completas.
Tomo II (1991-2007).
Palabras preliminares de Miguel Casado.
Edición de Alejandro González Segura.
Pre-Textos. Valencia, 2017. 

Este es el sitio de la luz, historia 
a la sombra del mar desde aquel día 
en que el incendio azul de la memoria
todo arrasó; su transparencia ardía 

a la orilla del mar, la giratoria 
fronda de luz, el árbol que crecía 
encima de las aguas, dulce gloria 
hasta los cielos altos extasía. 

Este es el sitio de la luz, el mío 
construcción personal, oculto a todo;
el árbol de la luz donde se fragua 

explosión celestial, aquel desvío 
de la rutina inmensa, nuevo modo 
de ver la claridad subir del agua,

escribía Manuel Padorno en Historia personal de la luz, uno de los poemas de la primera parte de Efigie canaria. 

Epifanía de la luz se titula esa primera parte, una expresión que podría resumir el mundo poético potente y luminoso de Manuel Padorno, el poeta canario del que acaba de aparecer el segundo tomo de sus Obras Completas, que publica Pre-Textos en una cuidada edición de Alejandro González Segura con palabras preliminares de Miguel Casado.

Este segundo volumen, entre Égloga del agua y títulos culminantes como los póstumos y casi hermanos Canción atlántica y Edenia, reúne los libros de poesía que escribió Manuel Padorno desde 1991 hasta su muerte en 2002, libros en los que se muestra en sazón su voz madura, que fue abandonando en esta etapa creativa la narratividad de su poesía anterior para sustituirla por un tono lírico más intenso, por la ambición imaginativa y el impulso plástico que une en su escritura la poesía, la palabra y la pintura.

Precedidos de sendas introducciones específicas que son microensayos en los que Alejandro González Segura sitúa cada uno de los libros en el contexto general de la creación padorniana, se recogen en este amplio volumen de casi mil páginas títulos como Égloga del agua, seguida del largo comentario –‘El contenido vacío’- que el propio poeta hizo de su libro para darle al lector las claves formales y de sentido de su lectura; las sextinas de Éxtasis, instructivas o descriptivas, recurrentes y circulares; los sonetos visionarios de Efigie canaria que evocan el árbol de la luz, el pájaro invisible o el mar y la poesía como marco de un territorio poético propio con el telón de fondo del paisaje canario; Desvío hacia el otro silencio, que en la brevedad de sus nueve poemas aborda un tema central en la poesía de Padorno, quien explicó su importancia en el prólogo que  puso al frente del libro, del que forma parte esta Vuelta del desvío:

Entrar allá, después de haber vivido, 
de haber sentido que desconocía, 
en la playa solar, el puerto arriba, 
el árbol de la luz, de la mañana, 
el vaso luminoso, la gaviota 
incendiada; después de entrar allá, 
después del agua, luego del incendio, 
de la llama invisible, del silencio 
de la gaviota de la luz, entonces 
volver atrás, mirar qué fue del viento, 
la bombilla encendida de mi casa, 
la larga mesa azul, la silla mía. 
Entonces al volver a visitarme 
en mi cama dormido, solitario.

Y tras la aventura poética de las décimas octosilábicas y consonantes de El pasajero bastante y su itinerario marítimo hacia la palabra para “llegar a donde el lenguaje”, el acceso a otra dimensión de la realidad mediante la experiencia poética, la obra central de Padorno, Canción atlántica, su cima poética, un póstumo que agrupa cuatro libros que representan la construcción definitiva de su mundo literario, un viaje al otro lado inefable -Hacia otra realidad se titula uno de sus cuatro libros- en el que la lógica y la lengua se muestran insuficientes.

Ya está definitivamente construido en Canción atlántica el inconfundible universo poético de Manuel Padorno, la luminosa insularidad y la tonalidad propia del poeta de la luz, del aire y del agua, de la vegetación frutal y el pájaro luminoso.

No en el otro lado, sino en su proximidad están los poemas de Edenia, el lugar de la imaginación paradisíaca que el poeta fundó a la vez que escribía Canción atlántica, la culminación de una aventura estética atlántica e insular caracterizada por la búsqueda de lo invisible, por el afán de revelación de la realidad y por el proceso de relectura del mundo a través de la poesía.

"Si para Borges la obra de Quevedo suponía toda una historia de la literatura, la de Manuel Padorno (1933-2002) llegará a representar, en forma parecida, a todo lo mejor de nuestra lírica en el siglo pasado porque, si siguiésemos paso por paso las estaciones en que se va gestando su palabra poética, identificaríamos sin dificultad buena parte de los hilos principales con que se tejió la rica e intrincada malla de la poesía española durante el siglo XX.", escribe Alejandro González Segura en su prólogo 'La estirpe de las metáforas’.

Tras este segundo volumen de las Obras completas de Manuel Padorno habrá un tercer tomo que recogerá una selección de sus libros inéditos y ofrecerá textos de distintos géneros y procedencias.




Vicente Aleixandre. 
Poesía completa. 
Edición de Alejandro Sanz.
Lumen. Barcelona, 2017.

Cuando acaban de cumplirse cuarenta años de la concesión del Nobel a Vicente Aleixandre, Lumen reúne su Poesía completa en una monumental edición preparada por Alejandro Sanz, que, al final de su prólogo, -'Vicente Aleixandre, el gran poeta del amor'-, escribe: “Espero que la edición de esta Poesía completa descubra muchos nuevos lectores y propague con dignidad y justicia su voz, en correspondencia al amor que tan generosamente nos fue entregando a través de sus versos, que viven y vibran ahora, de nuevo, en estas páginas que aunque no pretendan encerrar un destello de sol, a nuestros ojos son la luz y la vida misma, de un hombre que amó."

“Poesía es comunicación”, escribió Vicente Aleixandre en un momento decisivo de la poesía española de posguerra. Y esa concepción de la poesía como comunicación o como forma de conocimiento recorre con distintos matices todo su universo poético: comunicación con la naturaleza, el amor y la muerte en su primera etapa, la que va desde Ámbito hasta Sombra del paraíso; con los hombres en la segunda, la de Historia del corazón En un vasto dominio; consigo mismo en la tercera, la de Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento.

Tres etapas de un camino hacia la luz desde la angustia de la sombra, desde la poesía pura de Ámbito, desde el superrealismo abismal y angustiado de Pasión de la tierra, pasando por dos libros visionarios y potentes en su cosmovisión amorosa: Espadas como labios y La destrucción o el amor, en los que se funda el panteísmo cósmico y erótico de su poesía. 

Esa zona vertebral del mundo poético de Aleixandre, en el que se produce la fusión gozosa con la naturaleza, persiste matizada por la nostalgia rehumanizadora de Sombra del paraíso, que con Hijos de la ira marcó un giro decisivo en el panorama poético de la posguerra.

De ahí a su segunda etapa había solo un paso, el de la claridad y la sencillez expresiva, el del calor humano de Historia del corazón y En un vasto dominio.

“Conocer, penetrar, indagar: una pasión que dura lo que la vida”, escribió en Historia del corazón. Y esa búsqueda explica el repliegue meditativo de Poemas de la consumación Diálogos del conocimiento, que con su densidad metafísica alimentan el asombroso fulgor último del ciclo de senectud de Aleixandre, uno de los momentos más altos e intensos de su obra y de su viaje hacia la luz.

Porque –las palabras son de Alejandro Sanz, el responsable de la edición- “toda su lírica es, haciendo uso de una expresión suya muy conocida, una aspiración a la luz, pero una aspiración, habría que matizar, desde el amor a la naturaleza y al hombre, en sus dimensiones cósmicas y humanas, y una exaltación plena de la libertad y la dignidad.

Además de los libros que aparecieron en vida del poeta, esta edición incorpora En gran noche, la antología de sus últimos poemas que preparó Carlos Bousoño en 1991; los versos de juventud de Álbum, un buen número de poemas sueltos y de circunstancias en los apartados Poemas varios I y II, y “una singular y destacada selección de poemas inéditos, que hay que situar como pertenecientes a la época de Mundo a solas”, según explica Alejandro Sanz, que con buen criterio ha incluido en un apéndice las notas previas que Aleixandre redactó para la antología Mis páginas mejores. 






T. S. Eliot.
Cuatro cuartetos.
Aproximación y edición 
José Emilio Pacheco.
Prólogo de Luis García Montero.
Alianza editorial. Libros singulares. Madrid, 2017.

“Como el mes de abril en La tierra baldía, el jardín de Burt Norton mezcla memoria y deseo. Es un jardín secreto lleno de ecos y espectros, flores vivas y pétalos muertos sobre los que se acumula el polvo. Allí el pasado se hace presente y el presente lleva consigo el recuerdo futuro de lo que está sucediendo” escribe José Emilio Pacheco en una de las espléndidas notas que incorpora la nueva edición de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot en Libros singulares de Alianza Editorial.

Con prólogo de Luis García Montero, es la última versión de la traducción que José Emilio Pacheco había publicado en el Fondo de Cultura Económica en 1989 -de la que decía Octavio Paz que era la mejor versión de los Cuatro cuartetos en cualquier idioma, no sólo en español-, aunque sin las anotaciones ni la cronología que se incorporan ahora por vez primera. 

José Emilio Pacheco, que mantuvo con Eliot una relación conflictiva en la que se mezclaban la admiración poética y la distancia ideológica, hizo de esta traducción un ejercicio de escritura, como señala en su prólogo Luis García Montero, que destaca que el poeta mexicano  “trabajó sus traducciones como si se tratase de un poema propio.” 

Cuando Eliot publicaba en 1936 Burnt Norton, tras largos años de silencio poético desde La tierra baldía, no sabía aún que ese poema sería el primero de un ciclo: el de los Cuatro cuartetos en los que alcanzaría su mayor perfección formal y su mayor hondura meditativa. 

Esa obra inesperada de madurez era el resultado de una profunda crisis personal y de un proceso de transformación espiritual que le había llevado a convertirse al catolicismo y a adoptar la nacionalidad británica a finales de los años veinte. 

Hizo falta un hecho casual, el encargo de dos piezas teatrales para la iglesia, La roca y Asesinato en la catedral, para que Eliot encontrase un nuevo tono de voz, porque en los coros de La roca (1934) se prefigura ya la tonalidad musical de los Cuatro cuartetos. 

Al año siguiente escribió Asesinato en la catedral, un drama religioso sobre Tomás Becket. De uno de los descartes de esa obra salió el comienzo de Burnt Norton, que concibió en principio como un poema aislado y que acabará convirtiéndose en la obertura del conjunto de los Cuatro cuartetos: 

El tiempo presente y el tiempo pasado 
Acaso estén presentes en el tiempo futuro. 
Tal vez a ese futuro lo contenga el pasado. 

En ese estilo dramático, a medio camino entre la reflexión en voz alta y la apelación al lector, se moduló la nueva tonalidad poética de Eliot en un estilo marcado por la influencia bíblica de los libros sapienciales y de Dante. Era un estilo más conversacional, más cercano al lector, más discursivo e inteligible que el de La tierra baldía.

Se inauguraba así un nuevo ciclo poético que sería el resultado de la reinvención personal y literaria de Eliot y de la sacudida de la guerra, que sobrevuela trágicamente desde 1939 los otros tres poemas del ciclo: East Coker, The Dry Salvages y Little Gidding. 

Cada uno de los Cuatro cuartetos remite a lugares vinculados a la biografía de Eliot, a su experiencia vital y a una significación religiosa o filosófica asociada a cada uno de los cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. 

En conjunto, un ciclo poético en el que el poeta establece un diálogo intelectual con la tradición, reconstruye el sentido del mundo desde una perspectiva transcendente y hace una relectura de la realidad a través de lo sagrado.

Con una arquitectura musical muy meditada en cada uno de sus cinco movimientos internos, los Cuatro cuartetos exploran el ascetismo de la vía purgativa, reúnen la meditación y la descripción, lo confesional y la capacidad metafórica. 

Con su tonalidad sentenciosa y persuasiva, la voz de estos poemas incorpora distintas tradiciones en busca de la divinidad y la transcendencia. Eliot convoca en ellos el espacio y el recuerdo en una mirada al interior de sí mismo, en busca del orden y del sentido, del lugar de intersección de lo temporal y lo intemporal, del luego y el antes, en Inglaterra y en ningún sitio, en un tiempo primordial (“Siempre y jamás”) anterior a los nombres y en una estructura compositiva que va desarrollando temas y variaciones. 

Por eso el tema central abre el segundo cuarteto, East Coker, con la frase “En mi principio está mi fin” y lo clausura: “En mi fin está mi principio” y va recorriendo los textos del libro hasta el último poema del ciclo, Little Gidding, que se cierra con un movimiento que remite otra vez al tema central, presente desde el comienzo de los Cuatro cuartetos: 

Lo que llamamos el principio es a menudo el fin 
Y llegar al final es llegar al principio. 
El fin es el lugar del que partimos. 



Hugo Mujica.
Dioniso.
Eros creador y mística pagana.
El hilo de Ariadna. Buenos Aires, 2017.

La vida es un acto creador o deja de ser vida, escribe Hugo Mujica en uno de los versos de Dioniso. Eros creador y mística pagana, que componen un ensayo poético vitalista una reflexión sobre la creación y la existencia que tiene como eje la referencia de Dioniso como dios vital. 

Como en el resto de su obra, los textos de Mujica en Dioniso están atravesados por el chispazo intuitivo e iluminador del relámpago poético. Como en los presocráticos, estos poemas viven en una zona intermedia entre la poesía y la filosofía. Y, como en el Hölderlin más desestructurado y más genial, o como en Jabès, la tonalidad y el procedimiento de Mujica son propios de la poesía pero aspiran al conocimiento:

“Crear –escribe en el Preludio- es el verbo y la insistencia de la vida. Soy lo que le está aconteciendo a la vida ahora, en este ahora que ella me acontece a mí; somos su creación si la creamos y la creamos si nos dejamos por ella originar. Dioniso y dionisismo son nombres de un acontecimiento, nombres que albergan una poíesis, una ontología del devenir, o, en palabras más amables, un deseo de ser, una erótica de la creación. Un devenir, una transfiguración, no como futuro temporal sino como un acaecer presente, como un manantial, una fuente, un brotar, ya, aquí. Desde aquí.” 

Desde ahí, a lo largo de este libro, búsquedas, intuiciones y caminos que se abren al conocimiento a través de la palabra tensa y potente del poeta: palabra que calla más que habla y se sitúa en el vacío, en la frontera y en el desierto. Reflexión y revelación, ensayo y poesía, pensamiento e intuición para escribir versos como estos: 

Dioniso es la vida siendo sentido de sí misma: 
dándose a sentir: 
sintiéndose en cada vida.


Izet Sarajlić
Después de mil balas
Prólogo de Erri de Luca.
Traducción de Fernando Valverde y Branislava Vinaver.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

El poeta es aquel /que siempre empieza de nuevo, escribía el poeta bosnio Izet Sarajlić (1930-2002) en un poema que forma parte de la antología Después de mil balas, que publica Seix Barral con prólogo de Erri de Luca y traducción de Fernando Valverde y Branislava Vinaver.

Izet Sarajlić fue la voz del Sarajevo asediado durante más de cuatro años, el poeta que se quedó durante la guerra de Bosnia-Herzegovina en la ciudad sitiada. Quería cubrir “el turno de noche para impedir el secuestro del corazón del mundo”, como recuerda Erri de Luca en su prólogo, en el que se pregunta: "¿Cuál es el cometido de un intelectual, de alguien que tiene un pequeño derecho de audiencia pública? Quedarse, compartir la avería que le sobreviene a su pueblo. Su presencia en la ciudad era el mejor consuelo para sus conciudadanos."

En ese largo asedio escribió La suerte a la manera de Sarajevo:

En Sarajevo,
en esta primavera de 1992,
cualquier cosa es posible.
Estás en una cola para comprar el pan
y despiertas en un hospital
con una pierna amputada.
Después, 
incluso reconoces que has tenido mucha suerte.

Muchos años antes, en 1965, había escrito en un poema: Cada vez que mi ciudad necesite una palabra tierna, /allí estaré.

Después de mil balas es una amplia selección de su poesía que recoge textos escritos entre 1947 y 1998 organizados en dos partes: Poemas en el tiempo y Poemas errantes.

Está en estas páginas no solo el poeta resistente, también el irónico o el poeta amoroso o familiar. Pero está sobre todo el poeta que sufrió dos guerras, la Mundial y la de Bosnia. Eso explica que la guerra se convierta en una referencia central en su poesía, en un tema que atraviesa incluso su poesía amorosa y que, junto con el amor, la nostalgia y la muerte, constituye el eje fundamental de su escritura, cuyo carácter testimonial y resistente lo ha convertido en uno de los poetas eslavos más importantes del siglo XX.


Hannah Arendt.
Poemas.
Traducción de Alberto Ciria.
Epílogo de Irmela von der Lühe.
Herder. Barcelona, 2017.

H. B. [Hermann Broch] 

¿Pero cómo vive uno con los muertos? Di 
¿dónde está el sonido que atenúa el trato con ellos? 
¿Cuál es el gesto cuando, encauzándonos por él, 
deseamos que la cercanía misma nos rehúse? 

¿Quién conoce el lamento que nos los aleja 
y corre el velo ante la mirada vacía? 
¿Qué nos ayuda a avenirnos con su ausencia 
haciendo que revierta en ese sentir con el que aprendemos a sobrevivir? 

Es uno de los 71 Poemas de Hannah Arendt que recoge la edición de su poesía en Herder con traducción de Alberto Ciria y epílogo de Irmela von der Lühe.

Como María Zambrano, Hannah Arendt era fundamentalmente filósofa, pero escribió esporádicamente textos poéticos que esta edición agrupa en dos apartados cronológicos: la poesía de juventud que elaboró entre 1923 y 1926, en la época de su relación con Heidegger, con temas como el amor y la soledad, la herida y el desamparo, y los poemas del exilio, que, escritos entre 1942 y 1961, se centran en la indagación filosófica.

Ávida lectora de poesía griega y alemana, Hanna Arendt escribe una poesía en la que conviven la abstracción y el sentimiento, la influencia de Goethe y la de Rilke. Meditación y emoción se conjugan en esta poesía en torno al paso del tiempo, el recuerdo conmemorativo, el desarraigo, el exilio y la melancolía que se resume en la portada de este libro: una calle de Nueva York en un día lluvioso.

Cierra el volumen un profundo estudio de Irmela von der Lühe, que destaca la importancia que tuvo la poesía en la vida y la obra de Arendt: “Los poemas que escribió Hannah Arendt, y que al igual que su obra filosófica y teórica surgieron de tiempos sombríos, más allá de la cuestión de su originalidad y autenticidad, tratan de trascender la ‘cárcel de la mera conciencia’ y de abrir un espacio para el diálogo (consigo misma).”

Un diálogo que estaba ya en sus primeros poemas, como el que se titula significativamente Despedida –una idea central en su obra-, que termina con estos tres versos:

dejadme que os estreche la mano, días etéreos. 
No me perderéis. Como señal os dejo aquí 
esta hoja y la llama.


Santos Domínguez