3/2/16

Stephen Greenblatt. El espejo de un hombre



Stephen Greenblatt.
El espejo de un hombre.
Vida, obra y época de William Shakespeare.
Traducción de Teófilo de Lozoya 
y Juan Rabasseda.
Debolsillo. Barcelona, 2016.


Un joven de una pequeña ciudad de provincias —un hombre sin fortuna personal, sin contactos familiares importantes y sin educación universitaria— se traslada a Londres a finales de la década de 1580 y, en un tiempo considerablemente breve, se convierte en el mejor dramaturgo no tan solo de su época, sino de todos los tiempos. Sus obras causan sensación entre los individuos cultos y los analfabetos, entre el sofisticado público urbano y las gentes de provincias que asisten por primera vez a una representación teatral. Consigue que el público ría y llore; convierte la política en poesía; combina arriesgadamente la payasada vulgar y la sutileza filosófica. Sabe adentrarse con la misma penetración tanto en la vida privada de los reyes como en la de los mendigos; en un momento dado parece haber estudiado derecho, en otro teología, en otro historia antigua, y tiene al mismo tiempo la virtud de imitar los acentos de los pueblerinos y de deleitarse con cuentos de viejas. ¿Cómo explicar un éxito de tal magnitud? ¿Cómo Shakespeare se convirtió en Shakespeare?

Así comienza el Prefacio de Stephen Greenblatt a El espejo de un hombre, una obra maestra del género biográfico que publicó en 2004 con el título Will in the World y con el que al año siguiente fue finalista del Pulitzer y del National Book Award en Estados Unidos.

Con el subtítulo Vida, obra y época de William Shakespeare, acaba de editarlo en español Debolsillo con traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Rabasseda.

Con una admirable combinación del rigor y la solvencia narrativa que luego confirmó en la excelente reconstrucción de los orígenes del Renacimiento que hizo en El giro, Greenblatt elabora en este libro que se lee como una novela un estudio serio que se ha convertido desde hace años en una referencia insoslayable en los estudios sobre Shakespeare. Porque se lee, sí, como una novela pero su consistencia es la de un estudio serio como acreditan las orientadoras notas bibliográficas que se incorporan en el apéndice

“Asombrosamente bueno –escribió Adam Gopnik en The New Yorker-. Es el libro más inteligente y sofisticado, y también el estudio más colosalmente apasionado que he leído jamás sobre la vida y obra de Shakespeare.”

De la vida de Shakespeare se conocen bastantes datos, tan externos como poco significativos: sus partidas de nacimiento y defunción, su matrimonio a los 18 años con Anne Hathaway, ocho años mayor que él y embarazada de tres meses, los nacimientos de sus hijos, la muerte a los once años de su hijo Hamnet, sus operaciones inmobiliarias, el testamento en el que deja a su mujer su segunda mejor cama... 

Pero hay también muchas zonas oscuras que obligan a sus biógrafos a ejercicios de especulación imaginativa para llenar esas lagunas. Lo explica así Greenblatt:

Aparte de los poemas y las obras teatrales, los datos sobre la vida de Shakespeare que han llegado a nuestras manos son muchos, aunque poco concluyentes. La tenaz labor en los archivos llevada a cabo a lo largo de muchas generaciones ha sacado a la luz diversas alusiones de la época a su persona, así como un número razonable de transacciones de propiedades del dramaturgo, una licencia matrimonial, datos sobre su bautizo, elencos de actores en los que figura su nombre, facturas de impuestos, declaraciones juradas irrelevantes, pagos por servicios y unas últimas voluntades y un testamento sumamente interesantes, pero ninguna pista decididamente clara que permita desentrañar el gran misterio de un poder creativo tan inmenso como el suyo.

Y por eso, porque no hay una vinculación clara –no hay más que pensar en sus sonetos- entre lo que escribió y lo que pudo ser su experiencia vital, Greenblatt señala que su libro cuenta una historia de éxitos sorprendente que parece no tener explicación: pretende descubrir al hombre real que escribió la colección más importante de literatura imaginativa del último milenio. O más bien, puesto que la persona en cuestión es un tema perfectamente documentado en los archivos públicos, pretende recorrer los sombríos caminos que unen la vida que vivió con la literatura que creó.

A partir de ese recorrido imaginativo que tienen las lagunas y los vacíos en la biografía de Shakespeare, Greenblatt acomete en casi quinientas páginas una recreación verosímil de las circunstancias que rodean su vida y su escritura: la escuela de Strafford y sus jornadas lectivas, las previsibles lecturas dramatizadas de Plauto y Terencio, los cómicos ambulantes como Los Hombres de la Reina, que pasarían por el pueblo para representar moralidades de las que pude aprender la frágil línea divisoria que separa la tragedia de la comedia; las representaciones religiosas que pudo ver en Coventry, no lejos de su pueblo, los problemas económicos de su padre, que le llevaron de la prosperidad a la ruina, las experiencias personales, las tradiciones populares y los ritos festivos que reflejó en El sueño de una noche de verano; su probable fracaso matrimonial, sus muy posibles vagabundeos londinenses hasta que encontró un puesto entre Los Hombres del Lord Chambelán, la principal compañía de la época

En esa indagación constante en la vida y las obras de Shakespeare, El espejo de un hombre completa un vivísimo fresco de la Inglaterra isabelina, de su jerarquización social, de los conflictos entre el catolicismo y el protestantismo, de la vida cotidiana en el campo y en Londres, de los ambientes teatrales, de dramaturgos como Marlowe o Robert Greene, de quien se hace un inolvidable retrato, de los actores y las representaciones de Los Hombres del Almirante  o Los Hombres del Rey en el teatro de la Rosa o en el Globe. 

A esa luz que reconstruye globalmente la época de Shakespeare, Greenblatt acomete una nueva lectura de los textos de Shakespeare, propone un nuevo análisis de los opacos sonetos en clave autobiográfica o completa un estupendo examen de Hamlet, Otelo o El rey Lear.

Eso es lo más importante de este libro: que no se limita al mero rastreo de la vida de Shakespeare, sino que es también un brillante ejercicio de crítica literaria, un examen profundo de su obra, que es, en palabras de Greenblatt, tan sorprendente, tan brillante, que parece haber sido creada por un dios, y no por un mortal, y mucho menos por un mortal de orígenes provincianos y con una educación modesta.

Su imaginación nunca fue propensa al vuelo metafísico ni a las abstracciones, nunca elaboró sus textos sin vincularlos estrechamente con la vida y con la realidad cotidiana. Por eso –explica Greenblatt- una de las principales características del arte de Shakespeare es el contacto con la realidad. Al igual que lo que ocurre con cualquier autor cuya voz lleva años apagada y cuyo cuerpo ya está totalmente descompuesto, todo lo que queda son las palabras escritas en unas páginas, pero antes incluso de que un actor de talento haga que las palabras de Shakespeare cobren vida, esas palabras contienen la presencia activa de una experiencia vivida y real. /.../ Era un artista insólitamente abierto al mundo, y descubrió los medios para incluir ese mundo en sus obras. Para comprender cómo lo hizo con tanta eficacia, es importante observar cuidadosamente su maestría verbal: su dominio de la retórica, su peculiar ventriloquia, su verdadera obsesión con el lenguaje. Para comprender quién fue Shakespeare, es importante seguir las pistas verbales que dejó tras la vida que vivió y el mundo al que estaba tan abierto. Y para comprender cómo Shakespeare utilizó su imaginación para transformar su vida en su arte, es importante que sepamos usar nuestra propia imaginación.

No parece demasiado sencillo ir más allá de las sombras en ese ejercicio de imaginación para reconstruir las muchas zonas oscuras de la vida de Shakespeare, pero Greenblatt ha hecho algo que importa mucho más: ha mostrado sus obras bajo una nueva luz que no es fácil olvidar.

La publicación de esta traducción, con un espléndido cuadernillo central de ilustraciones, es una inmejorable manera de conmemorar entre nosotros el cuarto centenario de la muerte del clásico entre los clásicos. 
Santos Domínguez